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Raquel Fuertes

Desde Teruel, desde Castellón, desde Valencia… Estos días hemos podido ver el humo desde tres provincias, dos comunidades autónomas, solo con mirar hacia Villanueva de Viver. Un bosque, una naturaleza que ya no puede más y que se extingue ante la cascada de errores de una especie que no ha sabido entender a tiempo que el planeta estaba para cuidarlo.

Quizás todos miremos ahora hacia el último error humano, hacia la desbrozadora o los rastrojos que iniciaron este infierno que amenaza con traer el desierto a nuestras puertas en este año en el que se nos han negado agua y nieve.

Pero no. Sequía, mínima gestión preventiva en los bosques, mantenimiento escaso, décadas de dejadez… Hacia ahí hay que mirar. No a ese error último y fatal. No a esa chispa fatídica con la que el jueves empezó una pesadilla de la que no podemos abstraernos.

Algunos políticos han ido a hacerse la foto de rigor, a otros se les ha visto afectados (sí, algunos hasta son humanos) mientras las declaraciones se van moviendo entre las parrafadas inoportunas de unos y las palabras de ánimo de los más valientes.

Pero no quiero hablar de ellos, de los que tendrían que haber evitado esto y a los que ahora les queda la responsabilidad de recomponer algo imposible y actuar, de una vez y aunque no les dé votos en el corto plazo, para que podamos evitar lo que parece un inevitable futuro aciago.

No, yo quería hablar de los otros, de esa gente que en las fotos oficiales sale de espaldas, explicando, manchados de ceniza y con la preocupación auténtica, concienciada y responsable por lo que está pasando. Los que ponen sus vidas en juego, esos equipos de valientes que soportan temperaturas, gases y peligros absolutamente inhumanos para proteger lo que es de todos. Eso de lo que solo nos acordamos ahora, cuando lo vemos arder entre nuestras manos.

Esa gente se juega la vida, se expone a peligros que desde nuestros sofás no podemos calibrar mientras miramos, entre bocado y bocado, las imágenes de un fuego que, una vez más, nos recuerda que estamos de prestado. Y de paso.

A esa gente, perdón por haber dejado que esto sucediera. Y gracias. Por vuestra valentía, vuestra profesionalidad y vuestro arrojo. Sois los héroes en este infierno.