Dicen que esta semana empieza una nueva era. La proclamación de Trump como (otra vez) presidente de EEUU ha removido en pocas horas mucho más que lo que recordamos del anterior mandato en el que desequilibró el frágil equilibrio mundial.
No se esconde. Y tampoco sus defensores. “Make America great again” y a los demás, dos piedras. Mira que son buenos los estadounidenses creando eslóganes. Auténticos profesionales.
Desde la distancia y el desconocimiento resulta casi grotesco oír a hispanohablantes residentes allí defender a la misma persona que amenaza con deportar a la mayoría de ellos. Con un discurso próximo al sentir más totalitario y xenófobo (para dudas, obsérvese el saludo de Musk) Trump ha sabido arrasar en las elecciones americanas y en Europa miramos con recelo lo que parece una involución en libertades personales, relaciones internacionales y transacciones comerciales. No puedo evitar acordarme de la historia de El cuento de la criada, parece que la política, la genética y las decisiones individuales nos llevan a una distopía que puede superar, como siempre hace la realidad, a la imaginación más retorcida.
También me viene a la mente Years and years. La vi hace cuatro o cinco años. Se iba pareciendo tanto a la realidad que asustaba. No me atrevo a volver a verla porque parecía más un ejercicio premonitorio, tipo Nostradamus o los Simpson, que una ficción hiperbólica.
Todo lo que se nos avecina, a la vista de estos primeros días, va a ser, efectivamente, exagerado. Desde la elegancia cultivada alrededor del lujo y la riqueza que han exhibido las mujeres de la dinastía Trump hasta el volumen de decretos que Donald es capaz de firmar en un día para deshacer cuatro años de (insulso) Biden. Tiembla, Pedro, que hay otro que te gana a decretazos y encima se mueve entre el desprecio y el ninguneo a España.
¿Por qué nuestras sociedades modernas, tecnológicas, reinteligentes y robotizadas votan a estos personajes capaces de deconstruir todo lo (bueno) conocido? La verdad es que si alguien se dedicase al viejo oficio de pensar tal vez sacaría conclusiones sobre por qué queremos dejarnos llevar por este tipo de figuras que esconden un sentir antidemocrático, rozando la tiranía y el extremismo. Muy lejos del sentido común, efectivamente.
Desde aquí sólo nos queda observar y esperar a ver si qué nos deparan estos nuevos y extraños tiempos.