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De verano De verano
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Raquel Fuertes
Parecía que nunca iba a llegar, pero mal se ha de dar para que mi siguiente columna no sea ya en verano. Sobre todo cuando no ha habido invierno, es difícil asimilar que llega el verano.

Tampoco ayuda al ambiente prevacacional el solapamiento entre la crispación pactista postelectoral y el enconamiento preelectoral con vistas electoralistas. Porque aquí ya todo gira en torno a la palabra que he repetido con diferentes derivaciones en este párrafo: las elecciones.

Y sus consecuencias.

Es lo que tiene ir a votar como vamos: enfadados, desencantados, a la contra. O totalmente subyugados por personajes que, en su mayoría (siempre hay excepciones) en cualquier otro ámbito no nos proporcionarían interés ni confianza siquiera para un café.

Vivo y voto en la Comunidad Valenciana y estos días sufro que hasta mi prima de Zaragoza o los amigos de Teruel hagan mofa o burla de un matrimonio de conveniencia que parece que debería haber estado más reñido (al menos de cara a la galería) para que los ciudadanos demos por bueno el acuerdo.

No nos engañemos: nos encanta el bipartidismo. No somos capaces de gestionar la diversidad ni de llegar a acuerdos sin los que los del otro lado (o los menos escorados del nuestro propio) no se lleven las manos a la cabeza y se revuelvan consternados ante lo que consideran un desacato.

Nos alucinan los acuerdos de países en los que multitud de partidos de diferentes sensibilidades se unen en un frente común para formar un Gobierno. Capaces de gobernar en coalición sin tirarse los trastos a la cabeza.

La verdad es que el primer Sánchez era el más realista. El que decía que no podría dormir por las noches si pactaba con Podemos. Al final pactó y creo que últimamente no duerme muy bien. A ver cómo gestiona el insomnio Feijóo cuando alcaldías y presidencias vayan publicando pactos que parece que consideran vergonzantes. La verdad es que pactar con alguien después de haberlo criticado e insultado en público (y viceversa) no debe ser nada gratificante.

Así que sí, no me gustaría pasar por los insomnios de Sánchez ni de Feijóo. Con el asalto al poder en sus mejores sueños, acaban viviendo con la pesadilla de que en una democracia hay que contar con otros y llegar a acuerdos. Prefiero ir poniéndome de verano.