Leí una vez que el colibrí vuela porque no sabe que por su constitución es físicamente imposible volar. Debía ser una novela porque nunca he encontrado un texto científico que lo avalase. Sin embargo, me quedé con esa idea que, convertida en metáfora, quizás en metonimia, sirve para hablar de cierto tipo de personas especiales.
Son colibrís esas personas que nos rodean y que asumen responsabilidades y tareas sin plantearse si son capaces de hacerlo o no. Si tienen los conocimientos necesarios. Si cuentan con la experiencia precisa. Si les han dado toda la información que requieren.
Dicen “sí” y se ponen en marcha sin darse cuenta de si es una temeridad, una osadía o pura inconsciencia. Lo cierto es que, las más de las veces, esa valentía inconsciente les sale bien y consiguen sacar adelante ideas, trabajos o proyectos que la precaución o la sensatez les hubieran aconsejado no acometer.
¿Les viene algún colibrí a la mente?
No tienen por qué tener un aspecto frágil o ser especialmente silenciosos. Antes al contrario, se hacen bien visibles, se suelen presentar voluntarios incluso para las empresas más absurdas o cuando se presentan batallas que cualquiera daría por pérdidas.
Me vienen varios colibrís a la cabeza y, oh paradoja, pertenecen a esa generación de cristal que estas semanas nos han sacado los colores al demostrar la sangre que corre por sus venas cuando todo se pone de espaldas para los que nos rodean.
Esos colibrís, efectivamente, son gente joven, con ganas, con un sentido de la responsabilidad marcado, con ganas de demostrar, de hacer las cosas y de hacerlas bien. Se embarcan en situaciones que desde la atalaya de la madurez otros rehuimos para no mojarnos, enfangarnos o, simplemente, cansarnos.
Ellos buscan avanzar, salir adelante, despuntar, salir del cascarón a pesar de todas las trabas que les pone la sociedad y de unos padres que quizás los sobreprotegimos. Y acaban haciendo cosas que no saben que no saben hacer.
Y, en ese contrasentido, siguen volando. Siendo capaces de mantener el vuelo sin avanzar o de ir hacia atrás, si la situación lo requiere. Para coger perspectiva. O impulso. O fuerzas.
Así, en vez de seres de cristal, acaban siendo personas extraordinarias que un día no muy lejano guiarán nuestros destinos. Ojalá que mejor que la generación precedente (la mía).