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José Luis Rubio
Mi saco de dormir ya no huele a bicho muerto y ahora desprende un agradable aroma a ropa limpia, pero mi bici todavía se ve mate por las incontables capas de polvo que ha ido recogiendo durante los tres días que pude arañar al calendario para hacer el primer tramo de la ruta ciclista Montañas Vacías.

Sí, ya lo sé. No es la primera vez que esta aventura o sus sucedáneos se asoman a esta columna, pero como creo que las oportunidades pasan una vez y luego se van, insisto en  que a MV hay que agarrarla con las dos manos, con fuerza, mimarla y dejarla crecer a su ritmo, pura y salvaje. Pero dejemos ese futuro incierto para más adelante.

Hoy quiero hablar del hilo argumental del recorrido: la soledad. Mientras algunos colectivos se esmeran en combatir la soledad no deseada, hay otras personas que, de vez en cuando, necesitan alejarse del bullicio del día a día, de las obligaciones y todo lo que suene a la maldita rutina de este estilo de vida.

Y aunque he tenido el poco acierto de comenzar mi aventura en MV coincidiendo con el fin de semana del 15 de agosto, con los pueblos abarrotados de veraneantes exigentes y turistas, he podido sentir ese desamparo buscado que le da el aroma de aventura a esta ruta ciclista no apta para todos los públicos.

Montañas Vacías conjuga la soledad no deseada de los pobladores de las sierras de Albarracín o Gúdar-Javalambre con la necesidad de alejarse del ruido de un puñado de ciclistas que, llegados (literalmente) de todo el planeta, encuentran en ese ostracismo un pedacito del paraíso.

Teruel sufre un agudo proceso de despoblación, sobre todo en determinados entornos rurales, pero la ruta Montañas Vacías insufla un poco de aire fresco en localidades en las que no siempre están abiertos el bar o el colmado.   MV hace de la necesidad virtud y, con un poco de suerte, experimentará un crecimiento natural y sostenido que permita, como ocurrió con el Camino de Santiago hace ya un cuarto de siglo, recuperar la vida en municipios ahora desiertos.

permita, como ocurrió con el Camino de Santiago hace ya un cuarto de siglo, recuperar la vida en municipios ahora desiertos.