Jessica Rabbit
Contoneando su cadera de infarto mientras sujetaba un cigarrillo con una larguísima boquilla, Jessica Rabbit se justificaba diciendo: “No soy mala, es que me han dibujado así”. La voluptuosa esposa de Roger Rabit argumentaba cargada de determinismo sus acciones, dejando a un lado el libre albedrío porque, claro, los creativos de la peli Quién engañó a Roger Rabit la habían dibujado así.
Y no es un caso aislado. Alaska lo anunció en los años ‘80. “Yo soy así, y así seguiré. Nunca cambiaré”, aseguraba entonces en su canción A quién le importa.
La lista de personas o personajes que se aferran al inmovilismo conductual es inacabable. Y, como los iceberg, la gran mayoría no se ve.
Dentro de esas víctimas del conductivismo está el caballero que, por lo menos una vez al día, se asoma a las dependencias de esta redacción para tratar de llevarse gratis un ejemplar de DIARIO DE TERUEL.
A veces, cuando detecta que alguien le ha visto, pregunta educadamente si se puede llevar un periódico y otras, cuando consigue abrir la puerta con el suficiente sigilo como para no ser descubierto, lo coge por las buenas y se va tan pancho, satisfecho por el deber cumplido.
Evidentemente, cuando pide un ejemplar porque le hemos pillado, argumenta que tenemos muchos y que le podemos dar uno sin que pase nada. Y cuando le decimos que no se puede llevar el periódico así, a escondidas, que eso tiene un nombre y está tipificado como delito, cuando le pedimos que, por favor, deje de venir todos los días al menos una vez, siempre nos suelta la misma letanía: “No pienso volver a poner un pie aquí ni aunque el periódico esté ardiendo. No entraré para ayudarles. Adiós”, y se va, ofendido y sin periódico. Hasta la tarde, que vuelve a las andadas y, si ha fracasado por la mañana, vuelve a intentarlo después de comer.
Hay incluso quien podría entender eso como una amenaza. Pero, claro, si se pegase fuego el DIARIO, ¿dónde iba a ir este señor a por el periódico? Creo que este hombre no es ni malo ni ladrón, simplemente le han dibujado así.
Y no es un caso aislado. Alaska lo anunció en los años ‘80. “Yo soy así, y así seguiré. Nunca cambiaré”, aseguraba entonces en su canción A quién le importa.
La lista de personas o personajes que se aferran al inmovilismo conductual es inacabable. Y, como los iceberg, la gran mayoría no se ve.
Dentro de esas víctimas del conductivismo está el caballero que, por lo menos una vez al día, se asoma a las dependencias de esta redacción para tratar de llevarse gratis un ejemplar de DIARIO DE TERUEL.
A veces, cuando detecta que alguien le ha visto, pregunta educadamente si se puede llevar un periódico y otras, cuando consigue abrir la puerta con el suficiente sigilo como para no ser descubierto, lo coge por las buenas y se va tan pancho, satisfecho por el deber cumplido.
Evidentemente, cuando pide un ejemplar porque le hemos pillado, argumenta que tenemos muchos y que le podemos dar uno sin que pase nada. Y cuando le decimos que no se puede llevar el periódico así, a escondidas, que eso tiene un nombre y está tipificado como delito, cuando le pedimos que, por favor, deje de venir todos los días al menos una vez, siempre nos suelta la misma letanía: “No pienso volver a poner un pie aquí ni aunque el periódico esté ardiendo. No entraré para ayudarles. Adiós”, y se va, ofendido y sin periódico. Hasta la tarde, que vuelve a las andadas y, si ha fracasado por la mañana, vuelve a intentarlo después de comer.
Hay incluso quien podría entender eso como una amenaza. Pero, claro, si se pegase fuego el DIARIO, ¿dónde iba a ir este señor a por el periódico? Creo que este hombre no es ni malo ni ladrón, simplemente le han dibujado así.