Vuelve La Zona: ¿cuál era tu bar?
El concierto este sábado sobre la fiesta de los 90 pone de actualidad el que fuera lugar mítico para generaciones de turolensesHay quien dice que ser de Hotmail o Gmail define la generación a la que perteneces, pero en Teruel tenemos nuestra propia manera de saber cuál es tu época. Es la forma de llamar a los bares de La Zona: Eres de Canari o Bretón, de DNI o Tatoo, de Potos o La Frontera. Si naciste en los setenta y ochenta, felicidades porque eres remember, estas de moda y tienes una buena excusa para salir de fiesta. Este sábado, para empezar, con el concierto Yo salía en los noventa en La Zona: 500 pelas para el primero que diga eso de “antes lo pasábamos mejor” o “lo de La Zona sí que era fiesta”.
El Poeta, el Maquinetas, El Batanero, El Cubas, El Lentejo y el Bolas, el Flipero, el Morro o el Marques. La Zona de Teruel tenía sus nombres propios. Estos son algunos de quienes estaban tras las barras y en las cabinas en las que se pinchaba la música, buena música en la que invertían, destacan, mucho dinero para estar a la última. Ahora peinan canas y el concierto que ha organizado para este sábado el Ayuntamiento de Teruel, dentro de la programación de las Fiestas del Ángel, les ha traído recuerdos, sobre todo buenos. Quienes ya dejaron la noche buscarán un hueco para ir y recordar viejos tiempos.
Hay quien opina que el concierto tenía que haberse hecho precisamente en La Zona y puntualizan que el vídeo que ha corrido por las redes para animar a asistir a la fiesta mezcla bares de todas las épocas de La Zona, esas en las que muchos turolenses se hicieron mayores. Así y todo, la fiesta ha despertado recuerdos que hoy saltan a estas páginas para contar algunas de las muchas historias que se fraguaron entre litros, cubatas, bocadillos y pipas.
Las cuadrillas de Teruel y de los pueblos tenían su bar propio, incluso a veces hasta su trozo de barra habitual y no hacía falta el WhatsApp para quedar porque La Zona siempre estaba abierta y llena: para el vermú y para los litros que se compartían entre pipas del kiosco La Cometa; para comer bocadillos de cena y de recena y los cubatas, en pesetas, cuando el botellón ni se barruntaba. La fiesta se alargaba en los locales mientras la policía y las quejas vecinales lo permitían, porque la convivencia no fue fácil, y entre aquellas tardes y noches se han levantado los recuerdos de adolescencia y juventud de varias generaciones de turolenses, de la capital y de varios puntos de la provincia.
La que se llamó La Zona, que concentraba los bares de marcha en Teruel, siempre se ha concentrado en las mismas calles, en torno a la plaza Bolamar, aunque dependiendo de la época se ha extendido más o menos por los alrededores. En los mejores tiempos el número de locales superó la treintena hasta llegar a un momento en el que el Ayuntamiento decidió no conceder más licencias. Los problemas de convivencia entre vecinos y bares saltaron muchas veces a las páginas del periódico, sobre todo por los ruidos y por la suciedad que dejaba en las calles.
La relación del Ayuntamiento con los empresarios de los bares fue también difícil, en ese intento siempre imperfecto de conciliar la diversión y el ocio de lo que llegaron a ser miles de personas por ese pequeño puñado de calles, con el lícito derecho al descanso de quienes ocupaban en los pisos.
Los primeros locales al empezar los ochenta fueron La Cabaña y El Boston y a finales de la década abrirían otros que fueron míticos para muchos: El Flip, El Dandy, Babel, El Tránsito, El Mambo, Nebraska… casi cualquier lista de nombres que propusiéramos quedaría incompleta.
Quienes vivieron la fiesta de la zona desde detrás de la barra comenzaron como jóvenes que disfrutaban la noche hasta dar el paso a convertirse en empresarios de la hostelería. Manuel Bullón, Pascual Romero y Javi Punter recuerdan ahora para este periódico cómo vivieron aquellos años.
“Se salía todos los días de la semana y por las tarde estaba lleno” recuerda Bullón “la gente quedaba en los bares, no había whatsapp así que salías a tu bar a una hora y sabías que la gente iba a ir llegando”. Bullón abrió El Tránsito en lo que había sido La Ramona el 24 de junio de 1989. No era el local que es hoy, sino mucho más pequeño porque todavía estaba abierto el Topi, que muchos recordarán por sus bocadillos sobre todo.
Poco antes, en 1987 abría sus puertas El Flip, de la mano de unos jovencísimos Javi y José Manuel Punter, los hermanos que durante once años regentarían uno de los locales míticos de la zona. Pocos sabrán que la reconocible imagen del logo del Flip era la cara de Javi que un diseñador dibujó al tiempo que la decoración del bar. Por aquel entonces también estaba en marcha el Picasso, uno de los pocos junto a, por ejemplo El Baronchely, que continúa abierto hoy con el mismo nombre.
Pascual Romero explica que el nombre de Picasso responde a la vena artística de su cuñado, Pepe Aznar, que llegó a pintar un cuadro de las señoritas de Aviñón en una noche para decorar el local. “Tuvimos quince años muy buenos” recuerda Pascual con media sonrisa porque, apunta, tiene sobre todo recuerdos buenos de una época en la que había “buena relación” entre los empresarios hosteleros porque, a pesar de la competencia “había para todos”.
El Picasso lo montó el suegro de Pascual y él se dedicó durante años a convertirlo en un local de referencia. Compró, dice, la primera antena parabólica de Teruel para poder poner los vídeos musicales de la MTV y recuerda el proyector que le costó más de un millón de pesetas y que estrenó con la canción de Europe de The Final Countdown: “Tuve que llegar a poner un interruptor en la cabina para apagarlo cuando la gente se quedaba parada viendo las imágenes”. Recuerda cómo vivieron la final de la Copa de Europa en la que el Madrid ganó la 7ª, con la calle llena a bajo cero y viendo el fútbol a través de la ventana abierta del bar, algo que atesora como uno de los mejores recuerdos un socio del Real Madrid como él.
La fiesta de la tarde
Había gente en la zona prácticamente todos los días de la semana, por las tardes y por las noches. Los empresarios se esforzaban por tener buena música, comprando en La Gramola pero también a proveedores valencianos que les traían lo último de música de importación, explica Pascual, que todavía conserva “cajas de JB llenas de vinilos”.
Uno de los días con más afluencia en La Zona eran los domingos, cuando bajaban desde los pueblos y las calles se llenaban, pero también las tardes del resto del fin de semana desde el jueves. “La gente salía pensando en gastarse el dinero en La Zona y compartirlo con los demás, igual pagaba una ronda uno que otro”, dice Bullón.
Entre los buenos recuerdos, Javi Punter tiene los de las fiestas temáticas que montaban en el Flip, especialmente las del guante blanco en honor a la peña Los que faltaban, con la que sacaban a la gente de casa el lunes de ferias, algo que no era fácil. Pero también tiene en la memoria otras fiestas como las de toreros o muchas en las que echaron mano de disfraces, sobre todo cuando empezaron a flojear los jueves.
“La Zona se vivía de otra manera. Se iba por la tarde jueves, viernes y sábado y por la noche las copas. Las tardes en verano eran impresionantes” sentencia con un punto inevitable de nostalgia.
“No recuerdo de dónde viene el nombre de Flip. Queríamos que fuera un nombre corto, que tuviera pegada” explica Javi de aquellos inicios suyos, después de haber sido clientes de La Zona que ya estaba en todo su apogeo: “Creo que después de nosotros ya no se concedieron más licencias, solo se reabrían bares ya con otros nombres”.
Coinciden los tres en destacar que, a pesar de las grandes aglomeraciones de gente, no hubo grandes peleas. Romero recuerda una redada policial una noche en la que la fiesta se alargó más de la cuenta y hubo un conflicto con la policía, así que cuando cerraron los bares y la gente se fue a la estación de tren a continuar la fiesta, acudieron las furgonetas de las fuerzas de seguridad y comenzaron a llevarse a gente al calabozo.
Problemas vecinales
Casi el único reflejo que encontramos en la prensa sobre La Zona aquellos años es de los conflictos vecinales y con el Ayuntamiento. Los ruidos provocaron muchas quejas y el periódico reflejaba que los bares al principio apenas cumplían con las obligaciones de insonorización, algo a lo que poco a poco los bares fueron dedicando esfuerzos que no consiguieron solucionar del todo los problemas. “Pagamos a una empresa para que viniera a medir a los bares porque el Ayuntamiento no tenía medios, invertimos en insonorizar los bares pero lo que realmente molestaba era el ruido de la gente en la calle” señala Pascual, que fue presidente de la Asociación de Empresarios de La Zona.
La hora de cierre era otro de los problemas por el que se enfrentaban empresarios y el Ayuntamiento. Una laguna legal permitió alargar una hora el cierre, echando mano de la figura de “tablao flamenco” que comenzó a utilizar Manuel Bullón para El Tránsito, y antes de eso lo de “club de socios”. “La licencia de café bar permitía pagar menos pero también podáis abrir menos tiempo” señala Bullón que también ocupó el cargo de máximo responsable de la asociación de hosteleros.
Dedicó, recuerda, mucho tiempo a hablar en el Ayuntamiento sobre cómo conciliar posturas. “Negociábamos mucho, negociábamos todo” explica este empresario, que evoca momentos como la huelga que plantearon en la Semana Santa de 1995 cuando protestaron cerrando los bares por las limitaciones de apertura.
Sitúa la apertura de las terrazas en el Ensanche como uno de los momentos que comenzó a marcar la caída de la popularidad de La Zona. “Ya lo advertí antes, que teníamos que cambiar porque además la gente empezó a salir cada vez más tarde” y a eso se suma, añade Romero, costumbres como el botellón, que a Teruel llegó “más tarde pero llegó”. También influyó, según Javi Punter, que el hecho de que se mezclaran edades por las calles, algo que era un atractivo al principio, se convirtió en un problema porque la gente “se hizo más selectiva”. Quienes vivieron el final de La Zona como clientes apuntan también que la llegada del euro hizo mucho daño porque todo se encareció, también la bebida, que para algunos era también cada vez peor.
Ninguno de estos tres empresarios se dedica ya al negocio hostelero nocturno, “trabajábamos y te divertías pero la noche quema mucho” explica Punter, pero guardan sobre todo buenos recuerdos que este sábado volverán a revivir en el concierto al que, a pesar de sus compromisos, esperan acudir.
Alguno apunta que lo ideal hubiera sido hacer el concierto en La Zona en lugar de en el Palacio de Exposiciones pero, quien sabe, quizás sirva de acicate para volver a llenar las calles del entorno de la plaza Bolamar. “Hemos hecho algún intento de hacer fiesta para rememorar lo vivido” reconoce Javi Punter, pero ha faltado el empujón final. Una cantadita quizás.