"Vivo esto con ternura, no tengo rabia ni odio, pero no quiero que lo que pasó se olvide"
Los nietos de los represaliados toman el testigo en los actos conmemorativos de los Pozos de Caudé“Vivo esto con ternura, no tengo rabia ni odio, ni nada por el estilo, pero no me gusta que lo que pasó se olvide”, confesaba este lunes en los Pozos de Caudé la nieta de uno de los republicanos fusilados en Teruel en 1936 tras el fallido golpe de Estado militar que provocó la guerra civil. Como ella, otros nietos de represaliados, familiares y simpatizantes se dieron cita en Platea para recordar un año más a las víctimas de la represión durante la jornada conmemorativa organizada por la Asociación Pozos de Caudé, que contó con una gran asistencia de público procedente de distintos sitios y que fue el colofón de las XVII Jornadas sobre Memoria Histórica desarrolladas durante la semana pasada.
Aunque muchos de los hijos de los represaliados han fallecido ya o están en una edad muy avanzada que no les permite acudir a estos actos, en los últimos años se ha visto cómo el testigo lo están tomando los nietos. Lejos de perder asistencia, cada año son más las personas que se acercan a los Pozos para rendir tributo a las víctimas y mantener vivo el espíritu de solidaridad y justicia social de los republicanos.
El presidente de la Asociación Pozos de Caudé, Francisco Sánchez, calificó de “éxito total” las jornadas de la memoria de este año y el gran número de personas que habían participado el sábado en el autobús de la memoria y en los actos de homenaje celebrados en Albarracín, así como la afluencia de público ayer en los Pozos.
Los representantes de la Asociación recordaron los avances que se han dado para declarar la fosa de los Pozos de Caudé como Conjunto de Interés Cultural y Lugar de la Memoria Democrática de Aragón, después de que días atrás apareciese publicado en el BOA el procedimiento de información pública para su declaración, tras el compromiso adquirido por la directora general de Patrimonio Cultural de Aragón, Marisancho Menjón.
Cobertizo
Sánchez indicó que se ha pedido también la construcción de un cobertizo detrás del monolito, para que en próximos años la gente pueda estar a cubierto cuando hace mal tiempo. El presidente aseguró que actualmente son cien socios y animó a los asistentes a que se inscriban también para contribuir con las cuotas al desarrollo de las actividades que se hacen, completar el mapa de fosas de desaparecidos, y seguir realizando homenajes y exhumaciones.
De cara a las próximas actividades a desarrollar, la asociación, si todo discurre con normalidad en los próximos meses, tiene previsto realizar exhumaciones de fosas comunes en los pueblos de Albarracín, Bronchales y Gea de Albarracín, además de hacer un homenaje en la fosa del cementerio de Monreal del Campo y una exposición en Alcañiz.
La actividad de ayer en los Pozos se inició, tras la recepción de los visitantes, con un homenaje a los fusilados republicanos con la colocación de nuevos azulejos en el muro donde desde hace años se colocan estas piezas de cerámica con los nombres de las víctimas para recordarlas. Paco Sánchez y la vocal de la junta rectora de la asociación, Pepita Expósito, recibieron a los familiares y simpatizantes en este acto al que siguieron diversos recitales, actuaciones musicales y lecturas de manifiestos, así como una ofrenda floral a las víctimas, antes de la clausura con el canto de la Internacional por parte de todos los asistentes.
Entre los familiares de las víctimas, los nietos están cogiendo el testigo a los hijos de los represaliados por el tiempo que ha pasado y haber fallecido ya muchos de ellos. Es el caso de Milagro Berzosa Sanz, nieta de Lucas Sanz Atienza, uno de los fusilados en 1936 en Teruel cuyos restos se cree que reposan en la fosa común de los Pozos.
Lucas Sanz, de Gea de Albarracín, era trabajador de Telégrafos en Teruel cuando en julio de 1936 se produjo el fallido golpe de Estado militar que dio lugar a la guerra civil. El alzamiento pilló a Sanz en Madrid recibiendo un curso de telegrafista y regresó inmediatamente a la capital turolense, donde vivía con su esposa, su madre y sus cuatro hijas.
El día que se produjeron los fusilamientos de la plaza del Torico, Sanz no regresó a casa y se temió lo peor. La nieta asegura que la familia siempre ha creído que lo fusilaron al día siguiente, porque la abuela le llevó una muda de ropa, que se la devolvieron con una moneda de plata, que era el salario del telegrafista, y su reloj, con lo cual supieron que había llegado a recibir el paquete. No les dijeron más, pero conocidos les explicaron que habían reconocido los botines del telegrafista entre los cádaveres amontonados para llevar a los Pozos.
Nadie les dio explicaciones, pero todas las mujeres vistieron de luto desde entonces porque eran conscientes de lo que le había ocurrido a Sanz, que era republicano. Luego llegó la Batalla de Teruel y la familia fue evacuada a la Comunidad Valenciana, donde reside la nieta aunque pasa temporadas en Albarracín porque conservan una casa familiar.
Hablar con orgullo
Esta nieta, Milagro Berzosa Sanz, explicó que tras la muerte de la abuela, la madre y las hermanas, una vez fallecido el dictador, empezaron a acudir a los Pozos y que hace pocos años asistió a un reconocimiento a represaliados hecho en Albarracín, donde contó que su madre pudo “disfrutar de hablar de su padre con orgullo”.
Con el mismo orgullo hablaba ayer la nieta del abuelo, que sigue acudiendo a los Pozos como lo hacía su madre y aseguró que le gustaría que lo hiciesen ahora sus hijos “para recordar lo que no puede volver a pasar ni repetirse”. Explicó que vive este acto con “ternura” y no tiene “ni rabia ni odio”, y que le gustaría que lo ocurrido no se olvide. Aseguró que para Todos Santos acuden a la fosa a poner una corona de flores porque es un sitio “donde recordar” a su abuelo.
Heredero de la tradición de acudir a los Pozos para mantener viva la memoria de los represaliados son también los nietos de José Moya Berí, de Santa Eulalia del Campo, que fue fusilado con 43 años en septiembre de 1936. No saben dónde fue fusilado, aunque sospechan que puede ser una de las cinco personas cuyos restos se hallaron en una fosa entre el ayuntamiento de Caudé y la vía del tren, y cuya identificación está pendiente del cotejo de las pruebas de ADN que ya se han hecho.
Uno de los nietos de José Moya, Salvador Subirana Moya, explicó que sus padres, recién fallecidos, acudían todos los años para recordar al abuelo, al que la familia tuvo siempre presente desde que se lo llevaron en 1936. Aseguró que desde los once años tiene presente esa historia y que su padre contaba que cuando se casaron, su madre vistó de luto porque llevaba a su progenitor en el corazón. Salvador no pudo pronunciar palabra sobre lo que sentía ayer al emocionarse al recordar a su familia, pero su pareja, Carmen, comentó que era “muy emotivo” y que ellos habían tomado el relevo de acudir el 1 de mayo a los Pozos.
Allí se encontraron con otros primos hermanos que también acudieron al homenaje a los fusilados. Carmen comentó que una cosa es morir en el frente de combate y otra muy distinta que acudan a tu casa a buscarte, como fue este el caso, para matarte sin haber hecho nada. Opinó que reivindicar su memoria es una cuestión de “justicia”. Salvador valoró que a través de iniciativas de este tipo se trabaje en el recuerdo de estas personas y aunque reconoció que hubo un tiempo en el que esto no avanzaba, en el momento actual “hay más voluntad de recuperar la memoria histórica”.
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