Vicente Altaba, canónigo de la Catedral de Teruel: "Los jóvenes necesitan que les escuchen y les acompañen en sus proyectos, no que les paralicen"
"Me tocó vivir una época dura en Argentina, que me creó problemas, pero me abrió caminos, los jóvenes buscaban que les diesen una visión distinta"Teruel acogió recientemente la presentación del libro El grupo juvenil de Vicente. Una historia de amor en Cristo, que publicado en Argentina recuerda la labor del sacerdote turolense Vicente Altaba en este país. El religioso repasa su trayectoria en la que los jóvenes siempre fueron protagonistas y de los que destaca que entonces y ahora necesitan ser escuchados y acompañados.
-¿Qué ha supuesto que le hayan delicado este libro?
-En primer lugar, una gran sorpresa porque realmente es una de esas cosas que nunca te puedes imaginar, que un grupo de gente pueda escribir un libro sobre tu vida y, además, hacerlo de manera agradecida. Y en segundo lugar, un gran agradecimiento. Para mí, lo más bonito del libro, es que son gente con memoria agradecida. Agradecida a mí y sobre todo a la Iglesia.
-¿Cómo surgió la oportunidad de esa labor de misión en Argentina?
-Cuando estaba en el Seminario, aquí en Teruel, era la época en que los papas Juan XXIII y Pablo VI pedían a la Iglesia española, por la afinidad de la lengua y la cultura, que fuéramos a ayudar a los países de América Latina. Entonces yo pasé una etapa en que oía eso y creía que era para otros. Hasta que un día me pregunté si ese invitación no iría para mí. Digo que fui porque no tuve razones para decir que no.
-Fue una etapa dura. Había mucha represión. Incluso, intentaron quemar su coche.
-Me lo quemaron. Sí, fue una época dura. Dura desde el punto de vista económico y social, de mucha polarización. Y desde el punto de vista político. En diez años conocí nueve presidentes y cinco o seis, accedieron al poder por golpe militar. La crisis que había provocó la existencia de movimientos subversivos, movimientos guerrilleros. Me tocó una época dura, pero también una época con muchas expectativas, en la que la gente buscaba otra cosa y estaba abierta a otras cosas. Para mí esta dureza de la situación fue ambivalente. Por una parte me creó problemas, pero por otra me abrió caminos. Sobre todo porque también los jóvenes buscaban a alguien que les ofreciera una visión distinta de las cosas.
La búsqueda
-¿Qué buscaban los jóvenes en la Iglesia?
-Los jóvenes en la Iglesia buscaban primero un espacio donde reconocerse y encontrarse. El título define muy bien lo importante del contenido del libro: el grupo. Buscaban el grupo. Los jóvenes necesitan un grupo donde encontrarse, identificarse, reconocerse, afirmarse. En ese momento, salvo estos movimientos más extremos, no encontraban mucha referencia más que en la Iglesia. En el pueblo había muchos deseos de cambio y los chicos también eso lo percibían. Y necesitaban a alguien que los reafirmara en la búsqueda de un cambio y de un cambio que no fuera el subversivo. Aquí encuentran un cauce para canalizar sus sueños, sus esperanzas, sus luchas por un país mejor, por una sociedad nueva, sin tener que recurrir a la violencia.
-¿Cómo era entonces la Iglesia?
-Esto sucede en un contexto eclesial muy importante que es el postconcilio. El Concilio que había abierto, como decía Juan XXIII, las ventanas de la Iglesia al mundo. Ofrecía un horizonte de renovación en la Iglesia y que era motivador para los jóvenes. Se dio esa confluencia de esa situación económica y política tan oscura, tan confusa, tan compleja, y una Iglesia que ofrecía una novedad. Y fue la época inicial y más fructífera del Celam, la Conferencia Episcopal Latinoamericana, que lo que hizo fue leer el Concilio desde la realidad latinoamericana. Esto era muy motivador para estos chicos y para los animadores, porque teníamos elementos que ofrecer a los chicos, elementos que nacían de la Doctrina Social de la Iglesia y de la Iglesia Latinoamericana.
-¿Qué le aportó el entonces obispo Pironio que ha sido beatificado recientemente?
-El libro habla del grupo juvenil de Vicente. Pero yo digo que este grupo juvenil no era solo de Vicente. Yo no era un animador solitario, detrás de mí había muchos. Sobre todo monseñor Pironio. Fui un animador, animado. Pironio era un hombre que amaba mucho a los jóvenes, que creía en ellos y les motivaba. Tenía una visión de América Latina como nadie, entendió las claves profundas del Vaticano y nos las transmitió en un lenguaje muy sencillo. Algunas cosas que dice ahora nuestro Papa Francisco, con todo respeto, que yo las aprendí con Pironio. Por ejemplo, la iglesia Sinodal, que dice tanto el Papa, eso a mí me lo enseñó Pironio, pero con otras palabras. Me decía: “Quiero una iglesia comunión, participación, corresponsable y misionera. A mí me aportó mucho apoyo personal. En los momentos difíciles, que los tuve, siempre conté con el apoyo de mi obispo.
-¿Por qué se producía esa persecución a la Iglesia?
-En la Iglesia hubo posicionamientos diferentes. Muchas veces se simplifica mucho la visión de la Iglesia argentina en la época de la dictadura y aparece como cómplice. Yo puedo decir que la Iglesia también fue víctima. Mi obispo estuvo amenazado de muerte. En mi diócesis, varios curas fuimos víctimas de la dictadura. Los militares partían de un principio maximalista: el que no está con nosotros, está contra nosotros. Pues nosotros en muchas cosas no estábamos con ellos. Un coronel llegó a pedirnos que cuando tocaba leer algunos Evangelios que tienen un tono un poco subversivo del orden humano y social, que lo cambiáramos por otro. En la estrategia de su lucha contra la subversión había niveles diferentes. Un primer nivel de lucha frontal y armada era atacar a todos los subversivos que estaban en el frente armado. Pero otro nivel que establecían era atacar a aquellos que podían ser considerados apoyo ideológico y ahí entraban todos los que ellos creían que podían serlo. Evidentemente, la Iglesia, la doctrina social, estaba en ese apoyo ideológico. Pero eso no quiere decir que la Iglesia estuviera apoyando la subversión.
Argentina
-¿Cómo ve ahora la situación de Argentina?
-Es una situación muy polarizada. He estado allí en diciembre. He hablado con mucha gente y he descubierto que la mayoría no ha votado opciones, ha votado desde el resentimiento, desde el cansancio, desde la hartura. Es un momento de mucho desconcierto, difícil. Las elecciones últimas, no han dado una respuesta a los problemas, sino han dado una respuesta al desencanto.
-Cuando volvió a Teruel continuó con la labor pastoral con los jóvenes. ¿Eran muy diferentes sus inquietudes a las de los chicos argentinos?
-Las inquietudes de los chicos aquí no nacían de una situación tan tensionada como aquella. Encontré aquí una juventud muy abierta. Fui profesor del instituto Ibáñez Martín. Los jóvenes no estaban en este conflicto de subversión, pero realmente estaban en búsqueda, en aquella época, en los años 70 porque también aquí había habido un concilio. Estaban buscando otra cosa de la sociedad. Intenté ofrecerles cauces para situarse en una Iglesia que tenía que ser renovada, para situarles como cristianos en un mundo también en el cual debían tener su lugar. Me encontré con que ya había muchos grupos juveniles, algunos interparroquiales, algunos en parroquias y en alguna congregación religiosa. Lo que hice fue intentar empujar todo eso, dinamizarlo, hacer una coordinadora juvenil en la que participaran los mismos jóvenes con animadores y a partir de ahí articular toda una serie de servicios.
-Y ahora, ¿cómo es la relación de los jóvenes con la Iglesia? ¿Hay más desafección?
-La veo difícil. Pero vamos, la veo difícil como veo difícil la relación de los jóvenes con la sociedad en la que les toca vivir. ¿Por qué hay tantos jóvenes que intentan suicidarse y algunos que se suicidan? El número de los que intentan suicidarse está tapado. ¿Por qué es eso? Porque están insatisfechos con esta sociedad relativista, en la que pareciera que todo vale, en la que pareciera que no hay valores absolutos. Esa sociedad no puede satisfacer a nadie, tampoco a los jóvenes. Porque los jóvenes por naturaleza sueñan, esperan, Quieren algo distinto, no quieren lo de siempre. Es un momento difícil, pero no quiero decir sin posibilidades.
-¿Qué puede hacer la Iglesia para acercarse a ellos?
-Hay cosas que los jóvenes de ayer y los de hoy, y seguramente los de mañana, necesitan siempre. Y la Iglesia les puede ayudar en algo. Los jóvenes necesitan que se les escuche. No solo que se les paralice, se les distraiga... Necesitan que se les escuche, necesitan que se les acompañe en sus proyectos, en sus búsquedas, en sus deseos de felicidad. Necesitan grupos, espacios donde puedan encontrarse con otros para canalizar inquietudes. Necesitan sentido crítico también. Una de las cosas que me llama mucho la atención en este libro es que muchos chicos reconocen que yo, igual que los animaba y estaba con ellos, también muchas veces era crítico con ellos. Necesitan un sentido crítico. No necesitan sólo gente que los aplane. Necesitan ayudarles a reflexionar, abrirles horizontes, abrirles iniciativas en la acción y el compromiso. Necesitan que se sientan amados porque sólo cuando el hombre -sea joven o adulto- se siente amado, se siente salvado. Uno que se siente amado en la vida no se quiere suicidar.
Cáritas
-También trabajó en Cáritas española. ¿Qué destacaría de esa labor?
-Es una de las suertes que yo tuve al llegar aquí, que me llamaran como delegado episcopal de Cáritas Española. Cáritas es una institución muy seria, que abarca mucho, porque es la confederación de todas las Cáritas españolas. Y desde Caritas Internacional está presente en muchos países. En mi época estábamos presentes en 62 países. Descubrí la institución social más seria que yo conozco. Una institución muy comprometida al servicio de los pobres, con mucha creatividad y con estudios muy serios sobre la pobreza. No es, como algunos a veces piensan, la institución del plato de comida y del bocadillo. Es la institución que analiza muy seriamente la realidad social y que analiza las respuestas que desde ahí se dan y a partir de ahí la infinidad de programas que hay. Tiene programas para todos sectores de pobreza. Estar ahí formando parte del equipo directivo, para mí supuso una gran exigencia. Yo fui con miedo a no ser capaz de darle a Cáritas lo que Cáritas pudiera esperar de mí. No sé si le he dado lo que esperaba de mí, pero yo he salido muy agradecido porque me ha enseñado mucho, me ha acercado a la realidad, a la pobreza, me ha acercado a comprender más toda la complejidad de este mundo y me ha abierto el horizonte mundial. Gracias a Cáritas española, he participado también como asesor de Cáritas Internacional en algún momento. No tengo más que palabras de agradecimiento, de ánimo para Cáritas y de reconocimiento
-Cada vez hay más personas en exclusión. ¿Cómo se puede hacer frente a la pobreza?
-La pobreza sólo se puede hacer frente cambiando nuestros criterios de convivencia. Mientras los criterios sean: sálvese quién pueda, pues habrá unos que pueden mucho y otros no pueden nada. En América Latina yo descubrí que el tema de la pobreza no es problema de ricos y pobres sino de que la riqueza y la pobreza están muy alejadas. Hace falta un esquema diferente para romper esa brecha. Si no sucede lo que estamos viendo, que los pobres, cuando tienen hambre, no tienen nada que perder. Y se meten en un cayuco y arriesgan la vida, y lo hacen hoy y lo seguirán haciendo. Y no los vamos a parar con vallas.
-¿Cómo ve la situación actual de la provincia de Teruel con la problemática de la despoblación?
-La veo muy complicada. No quiero ser pesimista, porque además veo que hay mucha gente que con buena voluntad está haciendo lo que puede, Y veo que hay mucha gente que está hablando, ayudándonos a tomar conciencia de la España vaciada que somos, pero nuestra voz pinta poco. Desgraciadamente, la política se valora por los votos. Y como nosotros ofrecemos pocos votos... se nos valora poco. Lo tenemos difícil y pienso que sólo una verdadera opción de las políticas por los más pobres puede llevarnos a recuperar espacios perdidos. Pero, al final, lo que cuentan son los votos.
Sacerdotes mayores
-La Iglesia también tiene a su vez que hacer frente a estos sacerdotes mayores, que tienen que ir a muchos pueblos. ¿Cómo se puede organizar esto?
-La Iglesia tiene una situación nueva. Estamos menos sacerdotes y los pueblos cada vez más pequeños, más envejecidos. Significa que hay unos esquemas de atención pastoral de antes que no sirven, tenemos que cambiar. Lo importante en este cambio es que entendamos que la evangelización, o sea, la atención pastoral a los cristianos allí donde estén, no es sólo cuestión de sacerdotes, es cuestión de las comunidades cristianas. Donde hay comunidades cristianas vivas, en la que sacerdotes, religiosos, si los hay, laicos, adultos y jóvenes toman conciencia de que ser cristiano es ser corresponsable de una comunidad y de una comunidad evangelizadora, cuando hay eso, no hay problema. Aquí hace falta un cristianismo nuevo. Unos jóvenes cristianos que si se llaman cristianos sientan una pasión por Jesucristo y una pasión por la Iglesia.
-¿La estructura de la Iglesia hace que estos jóvenes la vean como una institución que no responde a sus expectativas o que no se ha actualizado?
-Evidentemente, algo tendremos que cambiar. No cabe duda. Algo tendremos que cambiar, si no los tendríamos en la puerta. Eso está claro. La Iglesia está haciendo unos grandes esfuerzos. Tenemos que hacer más. Trabajar con jóvenes requiere dedicar mucho tiempo y dedicar mucho tiempo gratis, sin esperar nada a cambio. El que cree que sin dedicar tiempo y sin dedicar mucho don de sí mismo gratuito va a conseguir frutos, se equivoca. La Iglesia necesitamos tener una pastora juvenil donde haya gente que esté dedicada a dar tiempo y hacerlo gratuitamente, con una gran pasión por los chicos, por los jóvenes y por la Iglesia.
-¿Y lo hay en Teruel?
-Hay alguna gente, sí. Ahora, por ejemplo, tenemos dos chicas jóvenes que son las delegadas de Pastoral de Juventud. Antes los delegados de Pastoral Juvenil éramos siempre los curas. Ahora hay dos chicas. Hay gente que está haciendo un gran esfuerzo. Está el desafío de apoyar a esos pocos.
-También fundó y dirigió el Instituto de Estudios Teológicos. ¿Qué ha supuesto para Teruel este centro?
-En primer lugar, ha supuesto salir al paso de una pobreza. Tuve mucha parte en la génesis de ese instituto. Mi argumento al proponer que se creara un instituto teológico fue que debíamos tener un centro de formación teológica para los cristianos que se quieran formar. Mucha gente me decía, somos pobres y como somos pobres no podemos tener un instituto. Yo decía: como somos pobres, la pobreza se nos come. El argumento tiene que ser distinto: Basta que haya un laico que se quiera formar, tiene tanto derecho a formarse como un chico que quiera ser cura. Yo decía: Cuando hay un chico que quiere ir al seminario y estudiar para cura, le ofrecemos todos los medios. Si hay un laico que se quiere formar, tiene que tener un espacio donde poder hacerlo. Gracias a Dios tenemos un centro, pequeño sí, con un nivel de académico que no es el universitario porque pensamos cuando lo creamos que si no cerrábamos la entrada a muchas personas. Tenemos un centro de una formación teológica de nivel menor, pero sistemática, organizada. Esto supone que ahora hay muchos chicos y chicas que están estudiando la carrera de Magisterio, que están sacándose la Declaración de Competencia Académica, que se exige para ser profesores de religión, y antes se tenían que ir a hacerlo fuera. Realmente ha sido un regalo. Estamos muy contentos del instituto que tenemos. A parte de los servicios formativos reglados, hay otros que no son reglados: conferencias, cursillos, semanas de teología abiertas a todo el público. Yo estoy encantado.