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Un turolense recuperado de Covid-19: “Si cumplimos a rajatabla las órdenes que se están dando, esto lo vamos a vencer” Un turolense recuperado de Covid-19: “Si cumplimos a rajatabla las órdenes que se están dando, esto lo vamos a vencer”
Hospital Obispo Polanco en una imagen de archivo en la que la UME realiza labores de desinfección. Bykofoto/Antonio García

Un turolense recuperado de Covid-19: “Si cumplimos a rajatabla las órdenes que se están dando, esto lo vamos a vencer”

Un paciente de Teruel de 80 años relata su experiencia desde la cuarentena tras ser dado de alta
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Ingresó en el hospital Obispo Polanco de Teruel con 39 grados de fiebre y el diagnóstico fue el que sospechaba, estaba infectado por el Covid-19, el coronavirus que ha puesto en jaque a todo el mundo y que afecta con especial virulencia a la población de mayor edad. Pero en su caso, a los dos días de haber ingresado bajó la temperatura y se le fue la fiebre, y a los cinco días pudo regresar a su casa, donde guarda estrictamente una cuarentena aislado en una habitación. “Si la ciudadanía cumplimos a rajatabla las órdenes que se están dando, esto se vence rápidamente”, es el mensaje de esperanza que lanza ahora este paciente de 80 años que ha visto la enfermedad cara a cara y que la está superando.

No quiere que se revele su identidad y prefiere mantener el anonimato. Es conocido en Teruel, y familiares y amigos no dejan de llamarle. Les atiende con gusto y se lo agradece, pero teme que si más gente lo sabe, el aluvión de llamadas interesándose por su salud acabe agobiándole y lo único que quiere ahora es recuperarse por completo y volver lo antes posible a la normalidad dentro de lo atípica que ya de por sí es la situación que ha provocado la pandemia en la vida de todos.

La conversación con este periódico se hace por teléfono, al igual que se comunica con las dos hijas que lo cuidan en su casa, ya que no tiene el más mínimo contacto con ellas tal como establece el protocolo de actuación que le marcaron en el hospital para hacer correctamente el aislamiento al que está sometido, a la espera de que las futuras pruebas que le hagan confirmen que está completamente curado.

En su voz hay tranquilidad, y sobre todo emoción al mostrar su agradecimiento, a sus hijas que le cuidan ahora y sobre las que dice que son muy “disciplinadas”, y sobre todo al personal del hospital Obispo Polanco. Cuando pase todo esto piensa acudir al centro hospitalario para agradecerles su asistencia, y también para ponerles rostro, porque bajo los equipos de protección tampoco pudo verles las caras. 

Recuerda insistentemente el nombre del doctor Rubio, a quien transmite un agradecimiento personal. “Era el jefe de planta o el que manejaba el tema del virus”, afirma, aunque lo hace extensivo a todo el equipo de la planta cuarta, en donde estuvo ingresado: “Desde el último al primero, porque todo el mundo se ha portado con un gran toque de humanidad, que a lo mejor se agradecía más que un diagnóstico médico fuese bueno o malo”.

Incide en eso, en lo positivo, por encima de la preocupación que pudo sentir él cuando empezó a subirle la fiebre, lo ingresaron en el hospital y le diagnosticaron la enfermedad. En su opinión, de esta situación hay que salir con fortaleza y disciplina, por eso recalca “la humanidad que está demostrando el personal del Obispo Polanco”, a cuyos sanitarios les pone “matrícula de honor”.

Y por eso mismo insiste en la obligación de que la gente sea disciplinada y que cumpla el confinamiento por el bienestar de todos, por encima de egoísmos particulares. Son, asegura, momentos de ser responsables.

“Sanitariamente estamos muy bien y si todos fuésemos disciplinados, esto se cortaba muy pronto, pero hay una minoría que está estropeando las normas de convivencia y que están siendo irresponsables”, comenta en relación a quienes hacen caso omiso de las medidas de distanciamiento social y hacen lo que les da la gana.

En su caso, desde que se decretó el estado de alarma, se confinó en su casa junto con su esposa, que está delicada de salud, y no pisó la calle. Los hijos les llevaban comida y fue riguroso en todas las recomendaciones que se dieron, pero en cambio, esa misma semana, la del 23 de marzo, empezó a sentirse mal.

Los primeros síntomas

“Empecé con un poquito de malestar, me tomaba la fiebre y no tenía, y entonces yo lo achacaba a un resfriado por haber cogido frío”, explica. La situación fue a peor y los días 27 y 28 empezó a subirle la temperatura. “No le daba importancia porque no tenía ni tos ni problemas de respiración, pero cuando me puse con 39 grados de fiebre saltó la alarma”, comenta.

Aquel domingo, el 29 de marzo, acudieron desde urgencias a su casa y se lo llevaron al hospital. Allí le hicieron las pruebas y le diagnosticaron la enfermedad. Quedó ingresado en la cuarta planta, aislado, sin ni siquiera teléfono móvil hasta que su familia lo llevó al hospital y se lo entregó el personal sanitario para poder comunicarse con ellos.

La fiebre le alarmó, pero al no tener los otros síntomas como la tos o la falta de respiración, y al empezar a notar mejoría a los pocos días, se tranquilizó. “Si te digo la verdad, un poco nervioso y angustiado sí estás, porque no hablas con nadie, te dejan el desayuno, la comida y la cena, te arreglan la habitación, pero nada más”, relata. “Las circunstancias exigían que en esos momentos tenías que tener resignación, porque pasas el rato un poco angustiado por esa soledad”, precisa.

En las habitaciones cada enfermo está solo, sin compañero, y la única relación con el mundo exterior es la televisión y las llamadas a través del teléfono. “Es una cuestión temperamental, porque si en esas circunstancias tienes la compañía de algún familiar la cosa cambia mucho, y dependiendo del carácter de cada persona te angustias más o menos; y luego ves las cifras que dan los medios sobre la epidemia, pero yo estaba en cierto modo animado porque al segundo día reaccioné y me bajó la fiebre, y al tercero me comunicaron que podría irme a casa el viernes, y eso me subió el ánimo”, cuenta.

Durante su ingreso hospitalario estuvo bastante tiempo levantado, no en la cama las 24 horas, aclara. Daba algunos pasos dentro de la habitación, leía la prensa y hablaba con la familia por teléfono. A los dos días de bajarle la fiebre ya no tuvo más. “Había respondido a la medicación perfectamente y no tenían inconveniente en enviarme a casa”, rememora.

Pudo dejar la habitación del hospital el viernes 3 abril. Vive enfrente del Obispo Polanco y se fue andando. Lo acompañó una hija. “Guardamos las distancias y al vivir al lado no hubo problemas porque se lo pregunté al doctor”, indica. Le recetaron unas pastillas, que tomó hasta ese domingo y desde entonces no ha tomado nada más de medicación, se encuentra bien y está a la espera de que le hagan nuevas pruebas para “darme ya el diagnóstico final como que ha desaparecido el virus”.

En casa come con normalidad sin ninguna dieta especial, y lo único que hace es permanecer aislado en una habitación. Le preparan la comida, se la dejan fuera para que la coja y él solo sale al baño que está justo al lado y que únicamente utiliza él. “El protocolo es parecido al del hospital, que no tienes contacto con nadie, con la única diferencia de que estás en casa, y así la cosa es totalmente distinta”, dice.

“Estoy relativamente contento, porque es muy raro estar cinco días en el hospital y al tercero que te digan que el viernes te puedes ir a casa”, manifiesta a la vez que asegura que ahora se encuentra bien, para recordar nuevamente la recomendación a la gente de “que cumplan las normas a rajatabla y lo que están diciendo las autoridades sanitarias, quedarse en casa”.

Tiene como todos muchas ganas de que se normalice todo y poder ver a la familia, pero insiste en pedir paciencia y sobre todo “disciplina” y “responsabilidad” a toda la sociedad.

Buena salud previa

Cómo pudo contagiarse es algo que no ha dejado de rondarle por la cabeza a este paciente de 80 años que ha conseguido hacer frente al Covid-19. Desde que se decretó el estado de alarma se confinó en casa y cumplió todas las recomendaciones.

Entiende que tal vez la buena salud que ha tenido toda su vida haya sido vital en esta situación. “Yo en toda mi vida he tenido una gripe, y nunca me he vacunado”, afirma, si bien reconoce que “de ahora en adelante la cosa tendrá que cambiar”. “He gozado de buena salud siempre y quizás ahora haya sido el resultado de tener relativamente defensas y haberme enfrentado con más reservas que pueden tener otras personas”, argumenta.

“Antes del estado de alarma salía a la compra normal, y cuando fui rígido de cumplir las instrucciones fue a partir de que se declaró, que fue cuando los hijos me hacían la compra, tuvo que ser antes”, sostiene al pensar cómo se pudo contagiar si evitó exponerse. “Por lo visto se puede coger en cualquier sitio, por roce con un soporte metálico, y lo achaco a que fui al cajero y tocas las teclas, porque no he tocado otra cosa ni me he relacionado con la gente, a no ser que lo cogiera antes, porque como tarda en incubarse; no tengo explicación”.