Saltillo, pura sangre brava
Los animales de este mítico hierro serán lidiados por Sánchez Vara, Octavio Chacón y Alberto LamelasEntrar en la finca de Saltillo es entrar en una casa de leyenda. Ganadería mítica, vivió tiempos en los que las figuras mataban sus camadas enteras. Hoy, los Saltillos han quedado relegados, casi apartados, al lugar donde los diestros se atan los machos, y acuden a la plaza con el instinto de supervivencia activado en el modo máximo.
En la finca La Vega, en el sevillano término de Peñaflor, nos recibe Enrique, el mayoral de esta mítica divisa. Su padre ya fue mayoral aquí, y él lleva dedicando su vida a estas reses desde los veintitrés años. Conoce todos y cada uno de los animales como lo que es, quien los cuida y mima desde que se destetan de sus madres. Ciento cincuenta vacas de vientre pastan en la finca de Molino Chirrión, en la también sevillana localidad de Constantina. Cinco sementales cubren las hembras.
A la cabeza de esta casa está José Joaquín Moreno, un ganadero que ha conservado, en la sangre de Saltillo, una línea mítica dentro del campo bravo español, una «suerte que me llega por herencia, desde mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre». El ganadero, que está «feliz de estar en esta aventura» carga sobre sus hombros más de cien años de historia del hierro en propiedad de la familia Moreno. «Ciento uno», apunta.
Sus toros son «como son los Saltillos de nota la vida, toros cárdenos, hocicos de rata, de no mucho volumen, ni muchos pitones, pero que en su comportamiento, hechuras y pelo lo hace diferente a otros encastes. La actual generación, encarnada en José Joaquín, busca en la casa «lo mejor que pueda tener. Un toro con transmisión, humillación, clase y recorrido. Lo que pasa es que eso es como si a usted le pregunto si va a ir al cielo o al infierno, no sabemos dónde vamos a ir».
A Teruel, eso se lo aseguro yo, que la he visto con estos ojos, viene un corridón de toros. Nada que envidiar a otras plazas de igual o superior categoría. Seis tíos que van a dar al festejo la categoría que se le busca: una corrida torista de las de verdad. En palabras de Moreno, «es una corrida que me gusta mucho. En Vic-Fezensac y en San Martín de Crau, las dos corridas de Francia, que fueron animales de la misma camada, me han gustado mucho Espero y deseo que tengamos una buena tarde».
Comparten el cartel de la tarde de hoy dos elementos indivisibles por su historia reciente. Saltillo, y un torero que es muy de esta casa ganadera, Sánchez Vara. El diestro de Guadalajara se las vio en Madrid con Cazarratas, un astado de los que hacen leyenda y afición. No puedo evitar preguntar Moreno por ese toro que, según sus palabras, «es un toro emblemático. El toro más recordado en Madrid. Por su comportamiento, por aquello que pasó marcó un antes y un después». Un toro, Cazarratas, que fue «un poco la voz de la conciencia, como cuando eres niño y se te aparece el demonio. A veces, vale más recordar al demonio que al Ángel Custodio». Y es que, este tipo de toros también hace ganaderías, porque, aunque Saltillo ha echado toros magníficos como «Palmito o Caballito», este toro «tuvo unas reacciones que yo tampoco me las explico, pero que no cabe dudas que Cazarratas tiene en su haber el hacer más aficionados que a lo mejor muchos toros de vuelta al ruedo». Aquella tarde fue «una cosa que todo el que lo vio lo recuerda, causó más que emoción», y de la emoción vive la tauromaquia. No obstante, Cazarratas es la excepción de la ganadería. En palabras de Moreno, fue «una condición extraña que, en esos encastes puros, en un momento dado puede salir. Tenía unas reacciones como si dijéramos que fuera un demonio. A un banderillero le marcó que no le iba a poner una banderilla, y saltó el burladero catorce veces, que ya a la quince no tenía ni facultades para saltar. Tenía, ese toro, una inteligencia como un demonio».
Saltillo, antaño, fue ganadería de figuras. Hoy ha pasado al espectro de lo que conocemos como ganaderías «duras». «Son encastes que piden mucho el carné, que necesitan que estés muy seguro, toreros preparados y con oficio». Estos toros son hoy «encastes que muchos toreros no están acostumbrados a torear». Ganadería hecha de toros bravos, «con la amalgama de la casta, la clase, la fiereza, la calidad, la humillación, y que desgraciadamente, pocas veces los tienen».
«La emoción», parte fundamental de esta fiesta «la pone el toro, pero muchas veces hay muchas ganaderías que si se lidiaran todos los días, las figuras no toreaban cada año sesenta o setenta tardes, entonces la cosa cambia», y se pierde un poco el significado de la palabra bravura, escondida en casas como Saltillo.
Ya se lo he dicho. La corrida que esta tarde saldrá por la puerta de chiqueros, sobre el papel, promete no dejar indiferente a nadie de los aquellos que poblemos los tendidos. Entre el encierro «hay un toro lucero que me gusta mucho» dice quién mejor los conoce. «Tengo mucha fe en él. Pero sería una decepción grande que, por hechuras, en Teruel no funcionasen tres o cuatro toros».