Los profesionales del campo de apuestan por la agricultura de conservación: “Los campos, de tanto labrarlos, están hechos polvo por la erosión”
Santiago Marco, agricultor de Torremocha del Jiloca y socio de Agracon: “Hay que conservar el suelo, es nuestro mejor patrimonio”
Santiago Marco comenzó con la siembra directa hace 15 años y ahora dedica a agricultura de conservación la práctica totalidad de las 400 hectáreas de terreno que trabaja en las localidades de Torremocha del Jiloca, Villarquemado, Singra y Celadas. Su razón para hacerlo, además de reducir gastos, es conservar el suelo, “que es el mejor patrimonio que tenemos”.
Después de conocer esta técnica de la mano de otros agricultores y de leer varios artículos, se decidió a aplicarla en su explotación y ha podido constatar un ahorro medio en los costes de producción de un 30%. Pero lo que más le ha gustado es ver cómo mejora la estructura y la biodiversidad del suelo después de tantos años esquilmado por la agricultura tradicional. “Los campos, de tanto labrarlos, están hechos polvo por la erosión”, asegura.
Sobre la rotación de cultivos, explica que comenzó alternando el cereal (cebada, triticale, centeno híbrido,...) con los guisantes, pero desde hace 6 años lo hace con la camelina, una oleaginosa que no tiene un rendimiento muy alto pero que deja una buena estructura en el suelo “y no pierdes un año como con el barbecho”.
Además, con el mantenimiento de una cubierta vegetal con los rastrojos consigue que no haya tanta evaporación y aumentar la biodiversidad. “En la agricultura convencional, con el arado de vertedera se voltea la tierra y se saca a los microorganismos del nivel en el que tienen que estar. Sin embargo, con los cultivadores chisel se mantiene gran parte del rastrojo en superficie y se evita la pérdida de humedad”, argumenta.
Santiago Marco indica que hay campos en los que la agricultura de conservación funciona muy bien desde el primer año y que otros cuestan más de recuperar. No obstante, desde su experiencia combinando esta técnica con los trabajos a terceros en agricultura tradicional asegura que los rendimientos son similares aunque entiende que a muchos profesionales les cueste dar el paso después de tantos años llevando a cabo la actividad de la misma manera.
Cristian Terrado, joven gricultor de Torrijo del Campo y socio de Agracon: “La cosecha no baja respecto a la agricultura tradicional”
El joven Cristian Terrado se incorporó al sector agrario en 2018, cuando se hizo cargo de la explotaación familiar ubicada en Torrijo del Campo. Ese año, dedicó 40 hectáreas a la agricultura de conservación, mientras que en 2019 llegó hasta las 100 y su intención es utilizar esta técnica en las 250 hectáreas que trabaja.
Terrado sostiene que, aunque los beneficios de la agricultura de conservación se empiezan a notar a partir del tercer o cuarto año, la productividad no baja en los primeros si se realizan los aportes de fertilizantes necesarios. “Se obtiene la misma cosecha que con la agricultura tradicional”, afirma.
En su caso, conoció la agricultura de conservación mientras cursaba un grado medio de Producción Agropecuaria en el Centro de Formación Profesional Específica EFA El Salto de Zuera.
Después asistió a una charla organizada por la cooperativa Cereales Teruel en la que el técnico de la Asociación Aragonesa de Agricultura de Conservación (Agracon), Carlos Molina, explicó esta técnica a los socios. Posteriormente, visitó varias fincas en las que pudo comprobar su funcionamiento.
El principal beneficio que constató es que permite una mayor retención del agua en la tierra. “El problema que tenemos aquí es que siempre llueve muy poco. Existe el tópico de que la siembra directa funciona mejor en los sitios donde llueve bastante y es justamente al contrario”, argumenta.
Asimismo, considera que la siembra directa aumenta la conservación de materia orgánica, lo que mejora la estructura del suelo. “Con el paso de los años, la rotación de los cultivos de cereal con leguminosas reduce considerablemente la cantidad de fertilizantes que necesita”, explica.
Su propósito es dedicar la totalidad de la explotación a la agricultura de conservación, pese a las reticencias de su padre, y dedicar una parte a ecológica. En un momento en el que “los precios no acompañan” al cereal, considera que esta técnica le permite reducir los costes de producción y las horas de trabajo para aumentar los beneficios.