Los comercios rurales: el tesoro oculto que el Covid-19 ha sacado a relucir
A la España vaciada le duele la huerta y no poder velar a sus muertos“No veo a nadie por la calle en todo el día, salvo los que acuden a la tienda, a la farmacia o al consultorio médico; todo a puerta cerrada”, señala el alcalde de Ejulve, Ovidio Ortín. Alguno pensará: “¡Pues igual que cualquier día en un pueblo de cien habitantes!”. La diferencia es que el bar está cerrado y, en plena crisis del Covid-19, los mayores apenas salen a la calle y son tiendas como la de Tere y Nuri las que hacen servicio de reparto a domicilio.
Los pueblos pequeños con elevados índices de población envejecida saben bien de proteger a sus mayores. Lo hacen cuando nieva y la infranqueable red de solidaridad hace que las tiendas acerquen productos de primera necesidad a las casas de sus fieles clientes, por lo que en pleno confinamiento no iba a ser menos.
“Al que no puede venir, se lo llevamos a casa. No podemos competir en precios, pero el servicio lo intentamos hacer lo mejor posible”, resume Nuri Orta, que estos días está cumpliendo de forma exquisita con las normas de higiene para evitar la propagación del coronavirus.
“Los atiendo a puerta cerrada y de uno en uno. Sirvo a uno y los demás esperan fuera. Cuando sale, entra el siguiente. Como la tienda no es muy grande lo hacemos así, y llevamos guantes y mascarillas”, detalla.
Ejulve no ha escapado al aluvión de demanda de productos del pasado fin de semana, “sobre todo el sábado”, cuando el Gobierno decretó el estado de alarma. “Pero el lunes, al comprobar que seguía habiendo de todo y como el pan ha venido todos los días, la gente se tranquilizó” y ya acude de forma espaciada.
“La fruta y la carne nos la sirven en el día”, presume Orta, por lo que “hemos podido atender también a la gente de los pueblos de alrededor, como Montoro de Mezquita o La Zoma, que al tiempo que han venido al médico han pasado por la tienda”.
El valor de lo cercano
“Muchos se dan cuenta ahora de lo que vale tener tiendas en el pueblo. Estamos atendiendo a gente que antes no venía y eso se ve. Si todo esto nos sirve para mentalizarnos, lo daremos por bien empleado”, prosigue la tendera. Sin embargo, el alcalde y marido de Orta no las tiene todas consigo. “Se nos olvidan las cosas enseguida, cuando se haya pasado esto dentro de tres o cuatro meses ya no nos acordaremos del comercio local”, difiere. “Lo que no es normal es comprar todos de golpe en el Mercadona, sin guardar la distancia”, destacó.
A través de su perfil de Facebook, la vecina de Ariño Ramona Zurera recuerda que las tiendas rurales hacen “un esfuerzo por que no falte de nada”, tanto la farmacia como los ultramarinos, la carnicería, la panadería o el estanco. “Nuestra suerte es tener a todos esos profesionales. Ahora que piden no salir del pueblo, no quiero ni imaginar que faltaran esos comercios”, subraya, para invitar a cuidar “lo nuestro”.
“No habrá tantas marcas como en un gran híper, puede que no tanta variedad”, pero “en este momento se está viendo lo necesario que es tener servicios”, sentencia la ariñense.
Cuando el duelo duele más
Aunque hay que reprimir las ansias –necesidad por lo escaso de las rentas, en muchos casos– de atender el huerto y dar un paseo por el monte que tienen casi todos los vecinos, en general están respondiendo satisfactoriamente a la llamada al confinamiento.
“El fin de semana costó un poco, pero a partir del lunes nos hemos concienciado todos de que la cosa va en serio. Hubo que hacer un bando”, explica Orta.
Los pueblos están viviendo en sus carnes las severas limitaciones que a menudo se hacen pensando exclusivamente en las masificadas ciudades, pero lo que más duele es no poder despedir a los muertos como merece la tranquilidad de las familias. En los últimos dos días ha habido tres fallecidos con raíces ejulvinas. “Se está decidiendo incinerar y hacer la misa cuando termine todo esto”, comenta Ortín, porque “en las salas de duelos no pueden estar más de diez personas y las iglesias están cerradas”.
La prueba irrefutable de que no habrá funerales está en que los monjes mercedarios del Monasterio del Olivar, en Estercuel, no tenían constancia ayer de ningún fallecimiento en Ejulve. “El obispo ha dicho que las exequias deben ser sencillas y sin público, por lo que –en los casos en los que no se incinera– se está procediendo al enterramiento para más adelante hacer el funeral”, explicó el padre superior Fernando Ruiz, quien aseguró: “Estamos rezando por todos”.
Ariño extrema la higiene
En Ariño, la residencia La Solana, en la que habitan 50 personas mayores, extrema las medidas de seguridad y está dotándose de batas, mascarillas quirúrgicas, guantes, calzas y todo lo que debe incluir un equipo de protección individual (EPI) para estos casos, asegura el alcalde, Joaquín Noé. También los llevan los empleados municipales, que están realizando labores de desinfección por todo el pueblo.