La paleobotánica cobra impulso en Teruel ante la excepcionalidad y riqueza de sus fósiles
Las publicaciones científicas colocan a la provincia como uno de los sitios del mundo con mejor registroLa paleobotánica, la ciencia que estudia las plantas fósiles del pasado geológico, está cobrando cada vez más fuerza en la provincia de Teruel gracias a la excepcionalidad y riqueza de sus yacimientos paleontológicos. Desde la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis se está abriendo una ventana al pasado para conocer cómo eran los ambientes del Mesozoico, la era en la que vivieron los dinosaurios. La reciente publicación de un artículo científico en la revista Plants, sobre la guerra que libraron insectos y plantas hace 100 millones de años en lo que hoy es Estercuel, no ha sido más que un avance de lo que está por venir. La incorporación hace medio año a la plantilla de la Fundación del científico Luis Miguel Sender, va a contribuir a impulsar el conocimiento y la divulgación de estos registros fósiles en la provincia, presentes ya desde hace tiempo en los centros satélite de Dinópolis en Rubielos de Mora, Ariño o Castellote.
Al Museo Paleontológico de Dinópolis se accede atravesando un gran bosque de coníferas, o al menos lo que queda de sus árboles, unos gigantescos troncos fosilizados que se sitúan a las puertas del recinto museístico y que proceden de la mina Corta Gargallo de Estercuel. No hay mejor manera de adentrarse en la historia de la vida que hacerlo a través de sus hábitats terrestres, en este caso los bosques que poblaban la provincia hace 100 millones de años y que eran transitados no solo por dinosaurios, sino también por pequeños mamíferos y numerosos insectos y artrópodos que se alimentaban de las hojas de las plantas.
Así lo puso de manifiesto recientemente el artículo publicado en la revista Plants sobre las interacciones entre plantas e insectos que ha tenido una proyección importantísima en la comunidad científica, puesto que en el mismo se documentan hasta 23 tipos de daños diferentes pertenecientes a 8 tipos de estrategias distintas de alimentación de estos pequeños animales que han sido fundamentales en los ecosistemas terrestres a lo largo de la historia de la evolución de la vida.
El paleontólogo de la Fundación Dinópolis, Luis Miguel Sender, afirma que la paleobotánica, la rama de la paleontología dedicada al estudio de las plantas fósiles, abre “ventanas al pasado” para conocer los ambientes continentales.
Estos fósiles permiten “extraer datos clave para conocer las condiciones ambientales y el clima existente en las zonas donde estas plantas se desarrollaron, y para el conocimiento de los procesos de colonización y dispersión de las floras a lo largo de la historia de la Tierra”, afirma Sender. Por ello, los estudios en paleobotánica son “imprescindibles para poder entender la evolución de la vida en nuestro planeta, para conocer el pasado, comprender el presente y poder realizar predicciones sobre el futuro de los ecosistemas terrestres”.
Sender defendió su tesis doctoral sobre la paleobotánica de la provincia hace ya una década y ahora nuevos científicos, como Artai Santos, se han sumado a su estudio. Ambos son dos de los autores del trabajo publicado en Plants sobre la interacción entre insectos y fósiles que se produjo en Estercuel hace 100 millones de años, y Santos participó también en 2021 en el artículo sobre la isla volcánica que se formó en Camarena de la Sierra hace 170 millones de años y que fue colonizada por insectos.
Plantas con flores
En el artículo de Plants estudian un yacimiento de Estercuel de una edad de unos 100 millones de años, en el que trabajaron con un total de 142 hojas de angiospermas, es decir, plantas con flores. Sender precisa que el número de restos vegetales fosilizados es mucho mayor ya que en el yacimiento también se encontraron fósiles de otros tipos de plantas.
La conclusión a la que llegan es que en esa época ya existía una gran variedad de estrategias de alimentación adaptadas a la consumición de hojas por parte de los insectos. La riqueza del afloramiento, excavado años atrás, apunta una gran variedad tanto de estos invertebrados como de herbivoría, comparable con la encontrada en otras partes del planeta en esa misma edad geológica, sobre todo en Norteamérica y Brasil.
“Es muy destacable también la gran variedad de daños en hojas de angiospermas acuáticas, que, aunque eran unas recién llegadas a esto ambientes, ya presentaban interacciones muy diversas y especializadas”, apunta Sender.
Artai Santos añade que una de las principales conclusiones de esta investigación es que las “angiospermas primitivas” ya suponían hace 100 millones de años “una importante fuente de alimentación para los insectos, debido a la elevada diversidad y abundancia de interacciones que encontramos sobre las hojas”.
Santos defendió en febrero su tesis doctoral y actualmente trabaja en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tras haber conseguido una beca posdoctoral en este país de Norteamérica. Sus prácticas de carrera las realizó en la Fundación Dinópolis.
Sobre este trabajo científico destaca también que del estudio de los fósiles se desprende que “muchos grupos de insectos parece que se han adaptado rápido a los cambios de vegetación del Cretácico temprano, y consiguieron transformar su modo de alimentación basado en gimnospermas (plantas sin flores) y helechos a este nuevo grupo de plantas que comenzaban a abundar en los ecosistemas del Albiense”.
Ambos científicos preparan nuevos trabajos reveladores sobre las plantas fósiles del Mesozoico turolense, la era de los dinosaurios, y están convirtiendo los yacimientos de la provincia en lugares de referencia para la paleobotánica mundial.
Sender asegura que el afloramiento de Estercuel del que proceden los fósiles estudiados está considerado como un yacimiento paleobotánico “de referencia para esta edad en el suroeste de Europa”. Y es que además de la diversidad de interacciones de insectos, presenta una variedad de restos de coníferas, con ramas multidivididas y piñas, así como hojas de diferentes tipos de helechos y otras plantas acuáticas, de pequeño porte pero igualmente muy interesantes debido a sus mecanismos de dispersión, y que han dado lugar ya a varios artículos científicos”.
Gracias a ello, el paleobotánico de la Fundación Dinópolis explica que se ha podido conocer que hace 100 millones de años, “en las costas de lo que hoy en día es Estercuel y su entorno, había pantanos costeros que albergaban una exuberante vegetación con bosques de coníferas, con sotobosques de angiospermas y helechos y con lagos de agua dulce tapizados por angiospermas acuáticas, antepasados de la familias de los nenúfares y de la planta de la flor de loto, además de una abundancia de plantas acuáticas que vivían en los fondos de estos lagos”.
El científico comenta que la provincia de Teruel es “la más rica en abundancia y variedad de yacimientos paleobotánicos del Cretácico Inferior de toda España, y una de las más importantes de Europa”. Además, incide en que el número de nuevos yacimientos sigue aumentando día tras día. En años pasados se recuperó mucho material como consecuencia de las tesis doctorales realizadas, que son los fósiles que se están estudiando ahora, pero sin embargo afirma que existen planes “para realizar campañas de excavación en yacimientos ya localizados, pero todavía no excavados, y en otros nuevos que presentan un extraordinario potencial”.
El paleontólogo explica que en estos momentos desde la Fundación Dinópolis, junto a otras instituciones con las que colaboran, están trabajando en los fósiles del yacimiento de Estercuel y de otros de la zona “que en los próximos años van a dar lugar a diversos artículos que aportarán importantes novedades para el patrimonio y la investigación paleontológica de la provincia”.
Dentro de esos grupos de investigación con los que colaboran hay investigadores alemanes, norteamericanos y japoneses, con los que están comparando los registros hallados en Estercuel con otros de la misma edad aparecidos en yacimientos del centro de Europa, en el centro y este de los Estados Unidos y el norte de Japón.
Conservación superior
Sender asegura que según la opinión de estos expertos internacionales, “las plantas fósiles del Cretácico Inferior de la provincia de Teruel presentan una conservación que, en algunos casos, es superior a los registros de estas zonas de Norteamérica y el este de Asia, y los nuevos fósiles encontrados están aportando datos inéditos hasta el momento que se verán reflejados en próximas publicaciones de colaboración internacional”.
Artai Santos considera igualmente que Teruel tiene uno de los “mejores registros paleontológicos de Cretácico a nivel nacional e internacional”. A su juicio, estos fósiles tienen un “enorme potencial científico y divulgativo” que debe ser “promovido por las instituciones”. Considera que si se brindaran más medios desde las instituciones podrían “hacer mucho más, incrementando el conocimiento sobre los ecosistemas del pasado y aportando nuevas colecciones paleontológicas al patrimonio nacional, autonómico y provincial”.
Comenta por ejemplo que el caso del yacimiento del Jurásico de Camarena, el de la isla volcánica, es una oportunidad “única” para profundizar en la colonización de los ecosistemas aislados en el pasado, tanto por parte de las plantas como de los insectos y los hongos. Precisamente, después de que en 2021 publicasen un artículo sobre cómo los insectos llegaron a la isla, ahora están tabajando con nuevos fósiles que han encontrado “para poder explorar cómo algunos hongos y plantas también lograron llegar a instalarse en esta pequeña isla oceánica”.
Manifiesta en este sentido que en el caso de los insectos se cree que pudieron llegar a ella, puesto que hay evidencias de diferentes grupos, mediante el vuelo activo. “Algunas libélulas y mariposas son capaces de migrar grandes distancias volando”, aclara, mientras que otros insectos llegarían posiblemente arrastrados por corrientes de aire o tormentas, arrastrados por corrientes de agua, flotando o “agarrados” a algún tronco como si fuesen Robinson Crusoe.
Sobre toda esta riqueza fósil de plantas que está apareciendo y se está estudiando, el paleobotánico de la Fundación Dinópolis, Luis Miguel Sender, considera que su conservación en el Museo Aragonés de Paleontología es clave para su investigación y su difusión. “La puesta en valor del numeroso, variado y excepcionalmente bien conservado registro paleobotánico del Cretácico de la provincia va a suponer un notable incremento del patrimonio paleontológico de esta región, el cual se pretende dar a conocer al público a través de exposiciones, conferencias y artículos de divulgación”, afirma, potenciando así la difusión que ya se hace de la paleobotánica en los centros de Dinópolis en Rubielos de Mora, Ariño, o Castellote.
“De esta manera, el público en general, y los visitantes que se acerquen a ver las exposiciones en el Museo Paleontológico de Dinópolis, podrán conocer las maravillas en cuanto a plantas fósiles mesozoicas que alberga la provincia”, pero además, opina que los habitantes de los municipios en los que se han encontrado los fósiles “podrán regocijarse con ellos y considerarlos como algo suyo, como un patrimonio que nos pertenece a todos, un patrimonio que hay que conservar, respetar y que se puede aprovechar como recurso didáctico, turístico e incluso económico, porque aquello que no se conoce es imposible que pueda llegar a amarse”.
Sender considera que el abanico de posibilidades que se abre con la paleobotánica en la provincia es “amplísimo”, puesto que a las investigaciones en marcha que ya se hacían se van a poder sumar otras de “tipo transversal”, que “combinen las investigaciones sobre los hallazgos paleontológicos de dinosaurios y otros vertebrados del Jurásico y Cretácico de la provincia con los restos de plantas fósiles que aparecen en dichos yacimientos, o en zonas relacionadas, de modo que se podrá tener una visión mucho más completa de los ambientes en los que se desarrollaron las faunas terrestres del Mesozoico en la provincia de Teruel”.
Unas piezas que son clave para saber cómo eran los ambientes del pasado
Hace no muchos años, según Luis Miguel Sender, los restos de plantas fósiles en los yacimientos paleontológicos apenas se tenían en consideración “más que como un mero apunte”, situación que por fortuna está cambiando desde hace aproximadamente una década, cuando se requiere de la presencia de expertos en paleobotánica porque estos materiales son clave para saber y entender cómo eran los ecosistemas del pasado y por tanto los lugares en los que vivieron los animales cuyos huesos se encuentran.
Para Artai Santos, los insectos y las plantas “cardan la lana”, puesto que son en la actualidad y lo fueron en el pasado, “los dos principales grupos de los ecosistemas terrestres en términos de biomasa y diversidad”. Argumenta que “conocer las relaciones entre estos dos grupos permite entender una parte ensencial de los ecosistemas del pasado, y eso es lo que estamos haciendo en los yacimientos de Teruel”,
A juicio de Santos, la variedad de estos fósiles que aparecen en la provincia puede tener que ver con la gran calidad de preservación de sus fósiles, pero también con la riqueza biológica de los ecosistemas turolenses del Cretácico.