La Fundación Dinópolis ha reconquistado el Oeste americano, la tierra mítica de los dinosaurios
La primera excavación la hizo hace 25 años en el yacimiento de Skull Creek en Colorado y en 2017 definió en Utah el nuevo género ‘Mierasaurus’El Oeste americano es la tierra mítica de los dinosaurios donde en la segunda mitad del siglo XIX se descubrieron algunos de los ejemplares más icónicos que están en la mente de todo el mundo, desde Diplodocus y Triceratops hasta Allosaurus. Los amplios territorios de Utah y Colorado son un vergel en huesos de estos gigantes y la historia de la dinosauriología en esta parte de EEUU uno de sus capítulos más apasionantes, donde la ciencia y la aventura van de la mano. La Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis también ha conquistado a lo largo de su trayectoria el Oeste americano, primero hace 25 años cuando su primera excavación paleontológica la realizó allí, y después, ya entrado este siglo, realizó un importantísimo hallazgo al definir un nuevo dinosaurio emparentado con el turolense Turiasaurus.
Aquellos paleontólogos que exploraron el Oeste americano eran lo más parecido a Indiana Jones, con la salvedad de que este héroe cinematográfico es arqueólogo. Se adentraron en territorio indio cuando todavía los colonos estaban explorando el occidente de Estados Unidos. Negociaron con los nativos y en ocasiones tuvieron que esquivar sus flechas a galope de sus caballos tras haber excavado dinosaurios en lugares considerados sagrados por la población autóctona. Junto a los picos y palas para extraer los fósiles les acompañaban armas de fuego para defenderse.
La paleontología americana de dinosaurios, una vez conquistado el Oeste, viajó también a otros puntos remotos para los occidentales como Mongolia a principios del siglo XX. Entre los míticos paleontólogos que también armados hasta los dientes se adentraron en esos otros territorios asiáticos se encuentra Roy Chapman Andrews, que inspiró al escritor Max McCoy para su novela Indiana Jones y los huevos de dinosaurio.
Pero si hay una novela por excelencia que ensalce el espíritu aventurero de la paleontología de dinosaurios en el Oeste americano es Dientes de dragón, de Michael Chrichton, una joya del autor de Parque Jurásico que apareció publicada tras su muerte y que ahonda, más allá de las guerras indias, en las disputas entre los paleontólogos Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh. En el Museo de Dinópolis hay referencias a ellos y se exhibe una réplica de un reptil marino, Elasmosaurus, que provocó uno de sus mayores y más polémicos enfrentamientos. La novela introduce al lector en aquel apasionante mundo que se movía entre la ciencia y la aventura a través del viaje iniciático de su protagonista, que recorre esos territorios indómitos plagados de huesos fosilizados de dinosaurios que hoy han resucitado en nuestra iconosfera.
Algún día tendría que llegar la novela que ilustre lo que han sido veinticinco años de trabajo incansable por parte de la Fundación Dinópolis en la búsqueda de fósiles, su estudio, su divulgación y la puesta a disposición de la sociedad turolense de un recurso endógeno que ha impulsado el desarrollo en este siglo de una gran parte de la provincia como otros pocos han conseguido hacerlo.
Excavación en Colorado
Pero curiosamente, lo primero que hizo la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel tras su creación por el Gobierno de Aragón, antes de que se configurara el equipo científico estable que tendría con posterioridad, fue lanzarse a la conquista del Oeste americano en el mismo año de 1998, hace ahora un cuarto de siglo.
En aquella ocasión apremiaba disponer de fósiles de grandes dinosaurios para el proyecto de parque paleontológico que tenía que ponerse en marcha de manera inmediata. Fue así como la Fundación Dinópolis, que todavía no llevaba ese nombre puesto que no se había creado el parque, participó en un proyecto de excavación de dinosaurios en el yacimiento jurásico de Skull Creek en el Estado de Colorado en EEUU.
Se hizo mediante un contrato con la compañía Jurassic Corporation, de forma que un equipo español se desplazó allí para excavar el esqueleto fosilizado de un camarasaurio que estaba localizado y que solo había que extraer. La primera campaña se hizo en 1998 y la segunda en 1999. En esta última participó el paleontólogo Alberto Cobos, hoy director gerente de la Fundación Conjunto Paleontológico.
Aquella primera experiencia en tierras del lejano Oeste pero míticas por la trascendencia que tenía excavar en donde cobró impulso la paleontología de dinosaurios, y que dio lugar a la dinomanía por la fascinación que acabaron provocando estos animales extintos en todo el mundo, no acabaría siendo la única. Una vez conformado el equipo científico y tras asumir la dirección de la institución Luis Alcalá, se volvió de nuevo al Oeste americano, pero en esta ocasión para colaborar con paleontólogos de allí, definir nuevos dinosaurios y compararlos con los turolenses.
De aquellas primeras excavaciones en los EEUU queda la recuperación de algunos fósiles de camarasaurio (dinosaurio gigante cuadrúpedo de cuello y cola largos), parte de los cuales se encargaron de restaurar las sucesivas Escuelas Taller de Restauración Paleontológica con las que contó la Fundación durante unos años a través de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón.
Entre las piezas recuperadas sobresale el fósil espectacular de los huesos del pie de un dinosaurio carnívoro. Son materiales que se han exhibido en distintas exposiciones y que al formar parte de las colecciones de la Fundación permiten comparar las faunas de aquí con las de allá.
Fue esa comparación de las faunas de un lado y otro del Atlántico, y la colaboración con científicos de Utah, lo que llevó de regreso al Oeste americano a los paleontólogos de la Fundación durante la década pasada.
Es así como en octubre de 2017 los investigadores de la institución turolense publicaron con colegas norteamericanos y de otros países la descripción de un nuevo dinosaurio saurópodo hallado en Utah, que además resultó ser pariente de Turiasaurus.
Fruto del trabajo
No fue fruto de la casualidad sino de la búsqueda por parte de los paleontólogos turolenses de parientes de los turiasaurios de Riodeva por todo el planeta. El nuevo dinosaurio fue bautizado con el nombre científico Mierasaurus bobyoungi, cuyos rasgos indicaron que descendía de los turiasaurios que hace 150 millones de años poblaron las tierras de lo que hoy es la provincia de Teruel.
Aquel regreso de la Fundación al Oeste americano casi dos décadas después fue muy fructífero porque permitió identificar también que otro dinosaurio saurópodo de Utah descrito ese mismo año, Moabosaurus, pertenecía por igual a la familia de los turiasaurios.
El artículo científico con la definición de Mierasaurus se publicó en la revista Scientific Reports, una de las prestigiosas publicaciones del grupo Nature, que colocó de nuevo al centro de investigación turolense en el punto de mira de la dinosauriología mundial. Tanto es así que en 2017 esa investigación se situó entre los cien artículos más leídos de los 24.000 que publicó la revista ese año.
El género del nuevo dinosaurio se puso en homenaje a Bernardo de Miera y Pacheco, un científico español que exploró el territorio de Utah en el siglo XVIII y que abrió fronteras, al igual que tres siglos después las sigue abriendo la Fundación Dinópolis con su proyección internacional.
En tierras norteamericanas, aunque de México, los paleontólogos turolenses también han dejado huella, y en este caso nunca mejor dicho porque hicieron importantes aportaciones sobre icnitas en el Estado de Puebla. Fue en 2012 y ya con anterioridad se había visto que la ciencia turolense se exporta.
Dos paleontólogos de la Fundación, Rafael Royo y Alberto Cobos, trabajaron con investigadores de la Universidad Autónoma de México (UNAM) en el estudio de huellas de dinosaurios en San Juan de Raya, tras el prestigio alcanzado por la institución turolense en este campo de la paleontología de dinosaurios.
Entre los hallazgos en este estado mexicano destacaron las pisadas dejadas por pterosaurios (reptiles voladores) en una zona desértica cuyos paisajes evocaban también los agrestes escenarios del Oeste de los Estados Unidos donde se definiría años después el nuevo turiasaurio y se atribuiría otro a esta familia. Los resultados de este trabajo de icnitas fueron presentados ese mismo año en el X Congreso de la Asociación Europea de Paleontólogos de Vertebrados en Teruel.
La Fundación Dinópolis participó en este proyecto a petición de sus colegas mexicanos, puesto que el director del mismo conocía el parque paleontológico turolense y la trayectoria de sus investigadores en el estudio y preservación de afloramientos con pisadas de dinosaurios.
Ese trabajo en el campo de las icnitas fue también lo que había llevado a los paleontólogos turolenses a intercambiar experiencias con colegas bolivianos en el año 2007, cuando visitaron el megayacimiento de Cal Orck’o, el más extenso del mundo en ese momento.
Este yacimiento en el municipio de Sucre cuenta con un Parque Cretácico para el aprovechamiento turístico de este recurso patrimonial, al igual que en San Juan de Raya en México, los paleontólogos de la Fundación pudieron comprobar cómo los descendientes de los indios popolocas utilizaban la riqueza paleontológica del lugar como un recurso turístico.
Los científicos que llevaban el proyecto de Cal Orck’o y los de Teruel hacía tiempo que colaboraban, e incluso uno de ellos, Christian Meyer, director del Museo de Historia Natural de Basilea en Suiza, visitó Teruel para conocer Dinópolis e impartió una conferencia en la ciudad.
Las colaboraciones con el otro lado del Atlántico y la peculiar conquista de América ha hecho que los paleontólogos de la Fundación hayan viajado igualmente en estos años a Argentina tras la huella de los dinosaurios gigantes del Mesozoico y las rutas que pudieron seguir antes de que se separaran los continentes.
Contactos
De esa forma se establecen contactos internacionales y se intercambian experiencias a la vez que se muestra al resto del planeta lo que se está haciendo en Teruel, que fascina a muchas de las instituciones científicas que viajan a la provincia para conocer cómo se aprovechan los recursos paleontológicos en la provincia. Una de esas últimas visitas a Teruel la realizó hace unos días una delegación de los geoparques brasileños Caçapava y Cuarta Quôlonia, que destacaron en la prensa del país sudamericano las excelencias de la Fundación Dinópolis como uno de los mayores museos paleontológicos del mundo.
A los 25 años de su creación, el trabajo de la Fundación Dinópolis ha hecho de la provincia un modelo de referencia a imitar en otras partes y un orgullo de los turolenses tras haber reconquistado no solo América sino todo el mundo.