La comunidad científica ha avalado desde sus inicios a la Fundación Conjunto Paleontológico
Paleontólogos de todo el mundo han considerado la labor desarrollada en Teruel como un referente internacionalLa comunidad científica, tanto la nacional como la internacional, ha avalado desde sus inicios la labor investigadora, conservadora y divulgadora de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis. Es algo que ha acompañado a esta institución desde prácticamente la apertura del parque paleontológico al público en junio de 2001, cuando numerosos paleontólogos acudieron a ver el Museo de Dinópolis ansiosos por conocer cuál era el modelo que pretendía impulsarse y que tanto éxito ha tenido después por ser tan innovador al combinar la ciencia con el ocio.
Ese aval no ha dejado de acompañar a la Fundación en todos estos veinticinco años de historia que cumple ahora, puesto que antes incluso de que abrieran las puertas sus instalaciones existía ya un debate al respecto. Un apoyo por parte de los paleontólogos que, como suele ser habitual en todo, ha sido más entusiasta desde fuera que desde dentro de esta Comunidad Autónoma tan acostumbrada a los centralismos y a querer focalizar todo en Zaragoza como si el resto de Aragón fuesen colonias.
Cuando el parque paleontológico de Dinópolis abrió sus puertas, la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel llevaba ya tres años funcionando, aunque su personal se reducía prácticamente a un par de paleontólogos que, junto con otros profesionales contratados temporalmente, iban preparando los materiales de lo que sería el futuro Museo de Dinópolis y el discurso de su contenido expositivo; el mismo que tanto ha crecido después con la incorporación continua de los nuevos hallazgos que se han ido haciendo en la provincia de Teruel y que han demostrado que unas instalaciones así no podían estar en otro lugar.
Algo que hay que tener presente en la historia de la paleontología turolense es que esta tierra siempre ha atraído a científicos de esta disciplina por su gran riqueza fosilífera, pero en cambio hasta hace un cuarto de siglo no surge una institución en la provincia dedicada a la investigación, conservación y divulgación de su patrimonio como lo es la Fundación Dinópolis. En ese afán centralista de Aragón –común por otra parte a esa tendencia que han tenido las políticas públicas de concentrar todo en la capitalidad de los territorios sin atender a la cohesión territorial aprovechando sus recursos endógenos-, los estudios universitarios de Geología acabaron en su momento en Zaragoza a pesar de que lo lógico hubiese sido ubicarlos en Teruel. La provincia atrae todos los años a grupos de estudiantes, de dentro y fuera de Aragón, e incluso internacionales, para estudiar la geología desde el terreno porque sus paisajes son un libro abierto para comprender esta disciplina científica.
Generar desarrollo
Es como ubicar unos estudios de biología marina a 200 kilómetros de la costa. Pero bueno, esta es otra historia sobre la que también habría mucho que decir, y lo que hay que destacar es que la Fundación Paleontológica y Dinópolis han escrito una página muy importante de la historia de Teruel puesto que ha supuesto reivindicar y hacer valer lo autóctono como un recurso propio del territorio para favorecer su desarrollo y generar riqueza. Sacar los fósiles de Teruel y llevárselos a otro sitio, que es lo que ocurría históricamente hasta la creación de la Fundación, sería el equivalente a llevarse las arcillas pero procesarlas fuera como ocurre con la industria cerámica, o como ha venido ocurriendo con el sector energético.
El Conjunto Paleontológico de Teruel sería ejemplo de buenas prácticas, de lo que se debería haber hecho con otros tantos recursos endógenos turolenses, aunque haya quienes sigan pensando que los fósiles que se excavan en Teruel deben conservarse en otros sitios fuera de la provincia, quién sabe si haciendo oídos sordos a que la Fundación alberga el Museo Aragonés de Paleontología, y que por tanto es en sus instalaciones donde deberían depositarse al ser el referente de toda la Comunidad Autónoma en esta materia. Además, incluso el Estado ha reconocido a la Fundación como una institución de referencia y por eso la apoya desde la pasada legislatura con la Unidad de Paleontología de Dinosaurios.
Cuando surgió Dinópolis la comunidad científica miró hacia Teruel. Hasta entonces, los paleontólogos acudían a la provincia a excavar, se llevaban los fósiles para depositarlos en instituciones de fuera y pasaban a engrosar los museos de otros lugares. El caso de las ranas de Libros es un ejemplo, puesto que están repartidas por museos de medio mundo, aparte de otras joyas que ha dado la paleontología turolense. Por eso, cuando abrió sus puertas el parque paleontológico tuvo tanto interés para los paleontólogos, puesto que suponía una total novedad que desde la España del interior se impulsase un proyecto de estas características. Algo que hay que reconocer que no de haber sido por el Fondo de Inversiones de Teruel hoy no existiría. Esa es la filosofía del Fite que a veces ha costado tanto entender desde la gestión pública, el aprovechamiento de las riquezas propias del territorio para su explotación desde dentro del mismo para contribuir al desarrollo y la creación de riqueza.
El padre moderno de la paleontología de dinosaurios en España, José Luis Sanz, que a su vez fue quien definió científicamente el primer dinosaurio del país en 1987, mérito que le corresponde a los fósiles de Aragosaurus ischiaticus hallados en Galve, fue de los primeros en acudir a Teruel a conocer Dinópolis. Visitó las instalaciones el 3 de junio de 2001, cuando prácticamente estaban recién abiertas, y el grueso de la exposición era el museo, además del ride de acceso al mismo con poco más, que es como se abrió el complejo.
El hoy catedrático emérito de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid calificó de “gran hallazgo” lo que acababa de ver y abogó por que las instituciones apoyasen, más allá de la creación de Dinópolis como tal, el desarrollo de un importante centro de investigación científica, como por otra parte ha ocurrido; siempre, hay que insistir, desde el apoyo y empuje recibido más desde fuera que desde dentro de la propia Comunidad Autónoma en el ámbito científico.
En aquella primera visita a Dinópolis, José Luis Sanz estuvo acompañado por otros tres profesores y diez alumnos de un curso de doctorado sobre paleontología. Desde entonces, este investigador, referente internacional de la dinosauriología a quien se dedicó el nombre de la especie de Tastavinsaurus sanzi, el nuevo género hallado en Peñarroya de Tastavins, no ha dejado de visitar la Fundación y elogiarla, además de participar en algunas investigaciones científicas desarrolladas por la misma. Con la aparición de Turiasaurus acudió también a conocer los fósiles de este ejemplar que iba a revolucionar la historia de los dinosaurios gigantes, antes de que se expusiese en el museo, y hace una década participó en la publicación del artículo científico que redefinió el género Aragosaurus con las nuevas excavaciones realizadas en Galve, y que permitió reubicarlo en el tiempo geológico, entre otras cuestiones.
Así es como ha atraído la Fundación a sus instalaciones a paleontólogos interesados por los fósiles turolenses, para su estudio y para trabajar con ellos en sus distintas especialidades. De ahí que en algunas de las publicaciones científicas los paleontólogos de Dinópolis cuenten con la colaboración de expertos en distintas áreas de estudio. La lista de científicos que han pasado por el Museo Aragonés de Paleontología para estudiar sus fósiles es inmensa e incluye a expertos de diferentes especialidades que van desde Jan van Dam, Vanda Faria Dos Santos, Graciela Delvene, Xavier Murelaga, Adán Pérez, Ángela Delgado Buscalioni, Juergen Kriwet, Pedro Mocho o Jean Le Loeuff, entre otros muchos.
Es por eso que la Fundación desde que Dinópolis se inauguró ha suscitado elogios por parte de la comunidad científica, que ha coincidido en valorar esta iniciativa y ponerla como ejemplo mundial. Es lo que ocurrió también aquel verano de 2001, recién abiertas sus puertas, cuando el 4 de julio el patronato de la Fundación Paleontológica de La Rioja hizo una visita para conocer las instalaciones y el nutrido grupo de paleontólogos que le acompañaba se mostró “admirado” por lo que habían descubierto, avalando así el proyecto. En aquella visita ya se habló también del impulso que se quería dar a las icnitas desde España por el interés que había entonces para conseguir su declaración como Patrimonio de la Humanidad, que acabaría liderando el Gobierno de Aragón con la Fundación Dinópolis al frente y al que se sumó también Portugal.
El estudio de las icnitas
Las icnitas atraerían a Teruel a importantes paleontólogos internacionales que con su visita respaldaron igualmente la importancia de lo que se estaba haciendo en la provincia tanto en el ámbito de la investigación y conservación del patrimonio como de su divulgación. Fue el caso de Martin Lockley, uno de los mayores expertos en la materia, que cuando hizo su primera visita en 2006, a la que seguirían otras, no existían todavía iniciativas como la ruta de la Carretera de las Huellas de Dinosaurio, porque en todo este tiempo el número de hallazgos gracias a la Fundación ha sido exponencial. James O. Farlow, profesor de la Universidad de Indiana en los Estados Unidos, fue otro de los expertos internacionales en icnitas que quedó maravillado en aquellos primeros años de lo que hacía la Fundación Dinópolis, al igual que Christian A. Meyer y un grupo de científicos coreanos encabezados por Min Hu, con los que se establecieron vínculos porque este país oriental estaba también interesado en que la Unesco reconociese el valor como patrimonio mundial de los rastros dejados por los dinosaurios. Las visitas de estos paleontólogos siempre han dejado un valor añadido a la sociedad, porque han estado acompañadas de conferencias abiertas a todo el público, como las que impartieron tanto Meyer como Lockley dentro de las actividades organizadas en Teruel por la Fundación Dinópolis.
En aquellos primeros años otros paleontólogos expertos en dinosaurios y de prestigio nacional e internacional visitaron Dinópolis de la mano de la Fundación y avalaron con su presencia el trabajo que se estaba haciendo y el acierto de combinar ciencia y ocio. Entre ellos estuvo el argentino Leonardo Salgado, que lo hizo por primera vez en septiembre de 2001, cuando el complejo estaba recién abierto y que elogió las “excelencias” del mismo. Kevin Padian, de la Universidad de California, o Paul Upchurch, de la Universidad de Londres, fueron otros expertos que lo hicieron en la primera década del siglo, y en algún caso como este último colaboraron también con publicaciones científicas de la Fundación.
Ese tipo de colaboraciones se han extendido a diferentes continentes y a lugares míticos como el Estado de Utah en Estados Unidos, cuna del renacimiento de la dinosauriología a nivel mundial a finales del siglo XIX. Allí se establecieron relaciones hace algo más de una década con dos paleontólogos de referencia internacional sobre el Mesozoico, la era de los dinosaurios: James I. Kirkland y Mark A. Loewen. Ambos participaron en la definición científica hecha por la Fundación del nuevo dinosaurio descrito en la provincia en 2013, Europelta carbonensis, y fruto de esa colaboración los científicos de Dinópolis viajaron a Utah y allí descubrieron la presencia de turiasaurios en Estados Unidos haciendo nuevos hallazgos de relevancia mundial. En sus viajes a Teruel, Kirkland y Loewen ofrecerían sus conocimientos a la sociedad turolense como hicieron con las charlas que impartieron en abril de 2016 y que llenaron hasta la bandera el salón de actos del hospital Obispo Polanco; y eso que lo hicieron en inglés.
Visitas de científicos
Esas visitas de científicos internacionales, con las que se ha avalado el trabajo de la Fundación, han sido de prácticamente todos los continentes, incluidas casi las antípodas, como sucedió con el paleontólogo japonés Masateru Shibata, al que acompañó el español Francisco Ortega, otro dinosauriólogo de la Uned. Y es que los paleontólogos españoles han tomado a Dinópolis como un referente.
Eso hizo que cuando la comunidad paleontológica del país quiso reconocer la labor desarrollada por el paleontólogo Emiliano Aguirre, considerado el impulsor de la paleontología española moderna, el lugar elegido fue Teruel y el sitio Dinópolis. Fue el 7 de noviembre de 2009 cuando más de medio centenar de científicos se reunieron con Aguirre en Dinópolis para hacerle un homenaje, que consistió en el descubrimiento de una placa conmemorativa en el recorrido de El último minuto –se eligió el sitio por estar dedicado a la evolución humana y ser Emiliano Aguirre uno de los padres del proyecto Atapuerca-, y en una cena celebrada en la Sala del Mundo Acuático del Museo Paleontológico.
El linaje de Emiliano, que fue como se autodefinieron los participantes, está formado por la flor y nata de la paleontología española de finales del siglo pasado y principios del actual. Todos ellos herederos del homenajeado por haber hecho sus tesis doctorales con él o sus primeros discípulos. Emiliano Aguirre, fallecido en 2021, fue catedrático de Paleontología en la Universidad de Zaragoza entre los años 1977 y 1979 e investigó en la provincia de Teruel en yacimientos de mamíferos como el de La Puebla de Valverde. En aquel homenaje celebrado en Teruel lo dejó claro al afirmar que el trabajo de la Fundación Conjunto Paleontológico era “ejemplar en el mundo” tanto desde el terreno de la investigación y conservación como de la divulgación.