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Hilda Tenorio, matadora de toros y abogada: “Después de la cornada yo solo pensaba en demostrar que quería ser torero” Hilda Tenorio, matadora de toros y abogada: “Después de la cornada yo solo pensaba en demostrar que quería ser torero”
Hilda Tenorio en Pozondón. Pepe Vicente

Hilda Tenorio, matadora de toros y abogada: “Después de la cornada yo solo pensaba en demostrar que quería ser torero”

“Mi sueño recurrente es que se me reconozca como torero. Eso y poder hacerle faena a todos los toros”
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Hilda Tenorio es todo un referente en el mundo de la tauromaquia. Catorce años de alternativa contemplan el paso del tiempo a sus espaldas. Matadora de toros y abogada, ha colaborado en medios escritos durante cuatro años, con una sensibilidad que le ha llevado a llorar mientras escribía su artículo Héroes. Esta Feria del Ángel, la de Morelia se convierte en una turolense más.

-Conoce lo bueno y lo malo de la profesión, ¿verdad?

-Sí. Fui triunfadora en la plaza México tres años consecutivos como novillera. Entonces estaba toreando mucho, y el día después de triunfar en 2005, Herrerías me propone una alternativa con César Rincón, Zotoluco y Sebastián Castella. El plan era tener muchas novilladas antes de esa fecha, y quince días después de ofrecérmela, me ponen de nuevo en la México, y me rompo la rodilla. Elongación del ligamento cruzado, y rotura del menisco. El doctor me dio coba, y dijo que a los quince días estaba toreando. Seguí sus pasos al pie de la letra, y quince días después me ponen en Juriquilla. No pude torear. Daba un muletazo y me caía al suelo. Me fui a la enfermería. De aquello, me operaron tres veces, tres años fuera. Después de tener veinte novilladas firmadas, al reaparecer, nadie me quería contratar. Me pedían dinero, y yo vengo de una familia media baja, no podía asumirlo. Además, estaba en un momento que ni si quiera sabía si volvería a andar bien.

-¿Cómo afrontas, tras tres años de parón, la alternativa?

-Ahí sí valoré un poco el dejar los toros, porque como he dicho, donde iba, me pedían los gastos para torear, y yo no quería ni podía. Entonces, Ernesto Castellón, un amigo, me dice que no puedo retirarme, y empieza a dar festejos por los pueblos, y a ayudarme para poder torear en otros sitios. Así volví a agarrar sitio, y hablé con la empresa de la México para la alternativa. Como tenían dudas, me pusieron en una mixta en San Miguel de Allende, y allí vieron que estaba sobrada. Fui a la México a la novillada de triunfadores, y al año siguiente repetí. Aunque fallé aquel día con la espada, la prensa decía que estaba sobrada para la alternativa. La empresa me la prometió, pero nunca me ponían. Un día toreé en torreón, hice catorce o quince horas hasta Morelia, me duché, y me fui, cuatro o cinco horas en camión, hasta México solo para agarrar al doctor Herrerías en la salida de la plaza y que me dijese la fecha de mi alternativa. Me hablan para una corrida, y dicen que me anunciarán la próxima semana, pero a mitad de semana me llaman para decirme que los toros están muy fuertes para mí. Me habían vetado. Pero en esas me llamó el maestro Manolo Mejía y me ofreció la alternativa al domingo siguiente. Aquellos toros estuvieron un año antes en México, pero los tiraron atrás por falta de peso, pero no de edad. Así que mi primer toro tuvo cinco años y nueve meses, y el segundo, cinco años y once meses.

-Gente como tú demuestra que los toros no solo son para los hombres. Eres la única mujer en tomar la alternativa en la México, y la única en lidiar una encerrona…

-Yo venía entonces de una lesión muy fuerte, la que más. Una ruptura del tendón rotuliano. En el tiempo de recuperación me habla Pepe San Martín, quien había sido mi apoderado, para reaparecer. Me ofrece torear en Topozotlan dos meses después. En el cartel estaba con dos compañeros. Uno se quitó porque sus apoderados no querían que torease conmigo. El otro, porque no quería torear los toros de Brito, que son duros. San Martín me preguntó si me encerraba con cuatro y yo, de hocicona, le digo ¿y por qué no con seis? Si es una encerrona, que sea como Dios manda. Después de un año sin torear, mi reaparición era con seis de Brito. Yo estaba preparándome en Apizaco con el maestro Zapata y, un día, corriendo, le digo “maestro, estoy nerviosa, tengo un año que no mato un toro”. Me contestó “no te preocupes, ¡el domingo matas seis!”

-Transcurren nueve años de la alternativa, y otra vez vuelve el lado duro de la fiesta. Una cornada en la cara que le produce diecisiete fracturas, y le conlleva una operación de más de seis horas. Incluso en ese momento no desfalleció…

-Soy abogada, y estaba trabajando en la Suprema Corte de Justicia. Era la gran salida laboral que todos esperan. Pero yo no abandonaba el sueño de seguir toreando. Iba al gimnasio a las cuatro de la mañana. A trabajar a las nueve, sin hora de salida. Cuando llegaba al departamento, muchas veces a las diez o las doce, aventaba los muebles de la sala y allí entrenaba con los trastos. En aquellas es cuando me pegan la cornada. Por aquel entonces había conocido a Manolo Chopera, quien me daba ánimos y me dijo que viniera a España. Cuando hablé con mis papás, me dijeron que no podía torear más. A mi papá le entró mucho miedo, pero yo solo pensaba en demostrar que podía ser torero.

-Y, ¿qué sientes al volver a romper un paseíllo tras una herida tan dura?

- Esos cuatro años y medio que tardé en volver, luchando por reaparecer, fueron duros. Vine a España y no pude torear nada, dos vacas en cinco meses. Me regresé a México por mi cumpleaños, para luego volver a España, que es el país en el que más he llorado. Regresé para estar unos días con mi familia, y de repente me habla el matador Federico Pizarro para torear en una corrida de Ángeles Taurinos, una empresa muy seria. Él no sabía que no había reaparecido todavía. Aquella corrida tenía muchos incentivos, era en Morelia, mi casa; en el Palacio del Arte, donde yo empecé a entrenar. Mi maestro había muerto unos meses antes, y el festejo era en favor de las mujeres con cáncer de mama. Eso me salvó. Toreé aquí tres tentaderos, pero no sabía si, con el contrato ya firmado, sería capaz de torear un toro. Me fui a una capea a Navas de la Asunción, y le pegué tres tandas a un toro castaños entre olés del público. Con eso, y dos tentaderos, maté la corrida.

-Has sufrido, por lo que se desprende de tus palabras, bastante discriminación por ser mujer.

Sí. Un poco. Pero también he tenido varios apoyos, toreros que no se han negado a torear conmigo… A veces siento que hay más discriminación por parte de otras mujeres…A veces, lo necesario es que solo te vean como un torero más.

-¿Es más difícil lidiar con los de Brito o con esas situaciones machistas que se dan?

-Es más difícil con esas otras situaciones. Uno de Brito te mira y ya sabes que va a por ti y sus intenciones. De las otras situaciones, muchas veces no te las esperas. Decía mi maestro, en paz descanse, que, en esto del toro, tu único amigo es el toro.

-¿Cuál es tu sueño recurrente?

-Que se me reconozca como torero. Y poder hacerle faena a todos los toros. Tengo una teoría. Un toro bueno lo haces malo si lo lidias mal. Un toro malo lo haces bueno si lo lidias bien. Por eso me preocupo de entender al toro. He pasado mi etapa de no querer contar con la clase de toro que tenía enfrente. Cuando era novillera, quería hacer mi santa voluntad. La primera vez que toreé, fue para un clasificarme a un concurso de novilleros. Me echaron vacas toreadas, yo nunca había estado delante de una vaca toreada, y quise torear sin moverme. La vaca se venía de largo, y yo sin moverme, quieta. Me dio como seis volteretas, con trece años. Hasta que el jurado se apiadó de mí y me aceptó. Era una cría valiente, pero siempre quería hacer mi santa voluntad. Sirvió para que Pepe San Martín me metiese en la cuadrilla de niños toreros. Luego fui cambiando esa forma de pensar.