Hemeroteca: Se cumplen ochenta años de la rendición de Teruel que puso a la ciudad en la Historia
La capitulación del coronel Rey D’Harcourt convirtió a la ciudad en la única capital de provincia que fue recuperada para los republicanosUn 7 de enero de hace justo 80 años el coronel Rey DHarcourt, como jefe al mando, firmó la rendición de la plaza de Teruel y con ello, los republicanos tomaron los edificios que formaban el centro de resistencia de la Comandancia, en la actual Plaza de San Juan. Un día después, caería el Seminario y el Convento de Santa Clara, y todos los heridos fueron evacuados y los prisioneros llevados a Valencia. Aunque no sería hasta el 11 de enero cuando el general Rojo diera por finalizada la Batalla de Teruel, con la ocupación completa de Teruel por el ejército republicano, con el general Hernández Sarabia, jefe del Ejército de Levante, al mando.
Aquella rendición le costaría a DHarcourt un “procedimiento sumarísimo” con 2.291 folios en los que no quedaría demostrada esa negligencia, pero los suyos le repudiaran por no haber llevado a cabo una defensa numantina de la plaza, tal y como Franco esperaba. Con el paso de los años encontramos testimonios y estudios históricos que han intentado aclarar la figura de este militar de trayectoria impecable, al que la Historia situó en un momento clave de la Guerra Civil española y el devenir de Europa.
En diciembre de 1936 la XIII Brigada Internacional emprendería la primera ofensiva sobre la ciudad de Teruel, en la conocida como la batalla de Corbalán, aunque la falta de medios y la defensa de los sublevados les harían desistir.
A lo largo de 1937 hubo distintas ofensivas en la provincia y en agosto se reorganizó el Ejército republicano bajo el mando del coronel Hernández Saravia, tras lo que se estrecharía el cerco sobre la ciudad.
En ese momento, la República estaba a la defensiva tras la pérdida de los territorios que ocupaba en la cornisa cantábrica y Franco había planeado un nuevo ataque sobre Madrid, que podría ser decisivo.
Entonces, el Estado Mayor republicano dio un paso al frente y lo hizo con la ofensiva sobre Teruel, en lo que se entendía como una maniobra de distracción de otro plan más amplio para abordar el frente extremeño. Se inicia así el cerco que relatamos de la mano de la información recopilada por Fernando Hernández.
Comienza el cerco
Así, el 15 de diciembre de 1937 a las 7 horas las tropas republicanas inicial el ataque a Teruel: por el norte rompen el frente la División 11 (Lister) y la 25 (García Vivancos) que ocupan Concud, donde se producen grandes combates, y San Blas. Por el sur, entran las Divisiones 64 (Martínez Cartón) y 34 (Etelvino Vega) que atacan por El Campillo y San Blas, que solo consiguen llegar hasta el barrio de La Güea, en San Blas, porque encuentran una fuerte resistencia. Por el Centro, atacan las Divisiones 68 (Trigueros) y la 40 (Nieto) que atacan por el Puerto Escandón, hasta Villaspesa y Castralvo. Y fruto de todo ello, se cortan las comunicaciones de Teruel con Zaragoza.
Durante los días posteriores las tropas republicanas continúan su avance y el mando nacional, ante la sorpresa del ataque, desiste en su idea de atacar Madrid, tal y como tenían previsto para el 18 de diciembre.
Es el 18 de diciembre cuando los republicanos llegan a la parte del cementerio viejo de Teruel y el Coronel Rey DHarcourt, al mando de la plaza de Teruel, da la orden para replegar a todas sus unidades para la defensa del casco urbano.
El ataque republicano se intensifica desde todos los lados y DHarcourt recibe una oferta de rendición que es rechazada, poco antes de que el mando nacional decidiera presentar batalla en Teruel y enviar divisiones: la 62, la 82, la 54 y la 61. Franco constituye dos cuerpos de Ejército, uno al mando del coronel Aranda y otro del general Varela. Más de 40.000 hombres para una contraofensiva que se enfrentaría también al frío.
Mientras, los defensores de Teruel se agrupan en dos núcleos de resistencia; la Comandancia Militar y el Seminario, con una linea defensiva exterior en la Diputación (actuales Terciarias), el Convento de San Francisco y el Cuartel de la Guardia Civil (actual edificio del Gobierno de Aragón).
En primer lugar cae el edificio de la Diputación en una lucha cuerpo a cuerpo y muy sangrienta, mientras se mantienen las posiciones en el Mansueto y Santa Bárbara.
El 22 de diciembre entran las tropas republicanas por San Julián hasta El Arrabal y los primeros carros blindados en la plaza del Torico. Las tropas nacionales con los cuerpos del ejército de Aranda atacan por Concud, Altos de las Celadas y Muletón, y Varela se dirige hacia El Campillo y los Morrones para entrar a Teruel por la Muela.
En aquella Nochebuena se hunde parte del edificio de la Comandancia (en la Glorieta actual) y comienza a desarrollarse la guerra de minas, de las que las primeras estallarían el 29 de diciembre bajo el convento de Santa Clara.
En ese momento comienza la contraofensiva por el norte, con los nacionales atacando por Celadas y Cerro Gordo, y por el Sur intentan dominar El Campillo.
Con los republicanos estrechando el cerco a los sublevados que defendían la ciudad, y las tropas nacionales asediando por detrás en una contraofensiva, el mal tiempo quiso convertirse en un elemento más de la guerra para convertir el episodio bélico de Teruel en la “Batalla del Frío”. A las 17 horas del 31 de diciembre de 1937 comenzó a nevar, tanto que es una de las mayores nevadas que se recuerdan en la época. Y tras la nieve el frío, entre 18 y 19 grados bajo cero relatan las crónicas, lo que hizo que se produjeran bajas en ambos bandos por congelación.
El 1938 comenzó con la batalla paralizada por la gran nevada. Las tropas nacionales habían sido sorprendidas por la tormenta, sin refugios ni suministros y con soldados mal equipados. Dicen las crónicas que hay divisiones con un tercio de bajas por enfermedad, casi siempre por congelaciones.
Los republicanos vuelven a la carga en Teruel; una mina estalla en el Seminario, otra destruye la iglesia de Santiago, otra el Cine La Parisina y los días 4 y 5 continúan estallando minas en los dos reductos que conservaban los sublevados en la ciudad.
Preparando la rendición
El 6 de enero de 1938 comienzan las conversaciones entre los mandos republicanos y Rey DHarcourt para negociar la rendición, que se hace efectiva el 7 de enero por la tarde. Entonces se rindieron el coronel, el Gobierno Militar y las 1.500 personas aproximadamente que había en el Hospital, en buena parte combatientes, pero también numerosos heridos, mujeres y niños. Así lo recoge Eloy Fernández Clemente en su libro El coronel Rey DHarcourt y la rendición de Teruel. Historia y fin de una leyenda negra, publicado en 1992 y un titulo imprescindible para abordar este episodio histórico.
En esta publicación, Fernández Clemente llama la atención sobre la importancia de la Batalla de Teruel, la única capital de provincia recuperada por los leales a la República desde la insurrección militar. Por eso resulta “extraño” que haya pasado desapercibido para la historiografía “pero no para las gentes de Teruel, que han hablado u oído hablar de ello, casi siempre en voz baja”.
Recuerda que durante la etapa franquista fue un “tema tabú” porque Franco hubiera querido “la defensa numantina de Teruel” como la del Alcázar de Toledo.
Orden de Franco
De hecho, el 23 de diciembre Franco remite un mensaje radiado a los defensores de la ciudad para alargar la resistencia, con recomendaciones para la subsistencia y las armas a utilizar, y con la indicación de “si algún Mando desmayara, debe ser sustituido inmediatamente por el más capaz de sus inferiores inmediatos”, según recoge el libro. Ese mensaje de Francisco Franco, con órdenes claras del alto mando y la promesa de las tropas de ayuda, hicieron que el 29 de diciembre, a pesar de la penosa situación que vivían los sitiados, DHarcourt estuviera convencido en resistir.
Pero el 31 de diciembre, continúa el libro, el coronel al mando de la plaza de Teruel enviaba una carta a las tropas nacionales de La Muela que decía en síntesis “No podemos resistir más. Si mañana no llegáis hasta nosotros nos rendiremos al enemigo”. Lo que se ha contado de aquella rendición depende del bando desde el que se ha escrito. Así, son especialmente duros con el coronel los del bando defensor, porque condenan la debilidad y dudas del mando y la entrega final del coronel, que algunos tildaron de traición, obviando la penosa situación en el interior de los edificios de la resistencia, ya prácticamente solo escombros, con numerosos heridos y población civil muerta de hambre y frío.
La situación del Seminario, con el coronel Barba al mando, no era mejor, con “situación imposible: 850 heridos, el resto, contusos y enfermos, mueren diariamente que aterra”, aunque las crónicas dicen que Barba resistió la plaza a pesar de conocer la rendición de su superior. Así, un descuido por su parte, cuando se estaban evacuando los heridos bajo su autorización, hizo que le redujeran los atacantes. De este modo, se colocó en un sitio en la historia distinto al de su superior.