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Hemeroteca: La Ruta del Bakalao, la fiesta de las “mil marchas” para los jóvenes de Teruel Hemeroteca: La Ruta del Bakalao, la fiesta de las “mil marchas” para los jóvenes de Teruel
Jóvenes en la famosa Ruta del Bakalao

Hemeroteca: La Ruta del Bakalao, la fiesta de las “mil marchas” para los jóvenes de Teruel

Hace 25 años un reportaje recogía que cada fin de semana muchos turolenses hacían este recorrido
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Con nombres ficticios y sin fotos que mostraran su cara, un grupo de jóvenes turolenses se sinceraba en las páginas de este periódico hace 25 años para hablar de cómo vivían la Ruta del Bakalao, esa fiesta que el exagerado consumo de drogas ha demonizado para la historia, y que contó con muchos asiduos de la capital y de los pueblos del sur de la provincia, que cada fin de semana se desplazaban a realizar el recorrido por macrodiscotecas valencianas. Los argumentos con los que justificaban el viaje eran que en Valencia encontraban “una marcha diferente” en la que “cada uno va a su rollo”, aunque a lo largo del reportaje se apreciaba el alto coste económico que suponía, entre 6.000 y 25.000 pesetas por noche, sobre todo para costear el viaje, entradas y las drogas, con las que los jóvenes decían que “se controla mejor que con el alcohol”.

El reportaje, firmado por Javier Atienza, comenzaba así: Cualquier día de un fin de semana en Teruel. Entre las 3 y las 8 horas de la madrugadas del sábado o del domingo. La “marcha” de la Zona llega a su fin. Es el momento en el que una cantidad difícil de determinar de jóvenes de la ciudad optan por otro tipo de diversión: las rutas del Bakalao de Valencia, un conjunto de macrodiscotecas agrupadas en unos pocos kilómetros que aglutinan cada fin de semana a miles de personas “que solo buscamos divertirnos de una manera diferente” asegura Benito.

El reportaje destacaba que el adelanto de la hora de cierre de los bares de la Zona, desde el año anterior (1992) había hecho que la afluencia de jóvenes turolenses a la Ruta del Bakalao hubiera aumentado, y de esta destacaban que “si hay mil personas hay mil marchas diferentes”, porque “cada uno va a su rollo” según decía Julio. Y reprochaban a los críticos que hablaban de oídas: “Solo las personas que alguna vez han ido” a esta fiesta “son capaces de entender los motivos por los que vamos” citaba a Alberto, difíciles de explicar, aclaraba. Y ya se quejaban de la imagen que se transmitía en los medios de comunicación “que habéis puesto de moda ahora una cosa que hace años que existe. De lo que tengo ganas es de que se deje de hablar de ella y vuelva a ser como antes” apuntaba Benito.

Hasta 150 personas

La cantidad de jóvenes turolenses que hacían la ruta era difícil de determinar, recogía la crónica, pero se apuntaba el dato de 150 personas como “habituales” de la Ruta, aunque como mínimo de 25 a 30 personas salen cada fin de semana hacia la ruta destroyer entre la noche del viernes y al madrugada del domingo.

El desplazamiento desde Teruel se hacía en grupo, en uno o dos coches, y “lo que allí hacemos depende de cada uno. La fiesta está en todos sitios o bien te lo montas tú, pero por lo general la gente va a cuchillo” decía Benito.

Benito, por cierto, era un nombre inventado como el de todos los que en estas páginas daban su testimonio, decía el periódico, por las especiales circunstancias de una ciudad como Teruel. Aunque habían dado, añadía todas las facilidades para el reportaje, lo de que les reconocieran era un lujo que no se pueden permitir ya que, aunque algunas personas no lo piensen así, son, en su gran mayoría, jóvenes “normales” que optan los fines de semana por un tipo de diversión diferente, tal y como ellos mismos no se cansan de repetir.

No estaba muy bien visto ya en aquel 1993, la última época de la ruta, lo de ser un joven bakaladero, entre otras cosas por la estrecha relación entre esta fiesta y las drogas que hacían posible aguantar las 48 largas horas que suponía un fin de semana de fiesta.

El tema, como no podía ser de otra manera, también se contaba en el reportaje: Julio aclara que en las discotecas no hay drogas, y que éstas se tienen que comprar fuera, “en el parking o donde sea”, aunque lo normal es que cada uno llegue ya con suficientes provisiones”. Speed, coca o chocolate eran las más habituales para aguantar el fin de semana, y nada o casi nada de alcohol, decía la crónica. En este sentido Benito se preocupa en aclarar, y no disimula un cierto tono de queja cuando habla, que con drogas se controla mejor que con muchas copas de alcohol porque decía en el reportaje que “por muy mal que vayas de drogas puedes dominar mejor la situación, o por lo menos mejor que cuando vas borracho”, decía en estas páginas.

‘Benito no entiende por qué la sociedad “considera mejor persona a un borracho, aunque no se entere de nada, que a una persona con alguna droga en el cuerpo, que puede controlarse mejor en determinadas circunstancias”.

Así y todo, aclaraban que siempre dejaban ‘un margen de tiempo para descansar, comer algo y volver a tomar contacto con la realidad; y conducir, casi siempre, el que mejor se encuentra.

Una fiesta cara

El reportaje destacaba que el presupuesto necesario para disfrutar de la fiesta limitaba el acceso a las personas muy jóvenes. Así, se estimaba que la cantidad económica necesaria para pasar una sesión en una de estas discotecas oscilaba entre las 6.000 y las 25.000 pesetas o más, dependiendo de donde se compren las drogas y cómo evoluciona la noche, decía el reportaje y añadía es muy fácil que estas cifras se lleguen a duplicar o en algunas ocasiones triplicar.

La edad media de los jóvenes turolenses que acuden a la ruta del Bakalao oscila entre los 22 y los 27 años. En ocasiones, a la expedición de une algún “juvenil” , es decir, un joven de entre 18 y 22 años que, de forma ocasional dispone del dinero suficiente para “disfrutar” una noche en la ruta destroyer.

Y en cuanto a la presencia de chicas, apenas eran el 20 o el 30 por ciento, y su comportamiento allí es “igual o más fuerte que el nuestro” decían los jóvenes de aquel reportaje.

La nostalgia por un movimiento que en origen fue una vanguardia musical

Spook, ACTV, Chocolate, Puzzle, The Face o Barraca fueros los locales de moda de la Ruta del Bakalao, por los que circulaban, según las cifras de entonces, hasta 50.000 personas dispuestas a permanecer bailando una música repetitiva y machacona para muchos, en un ambiente hipnótico de luces y sombras que te envolvía hasta el amanecer. Eso dentro de las discotecas, aunque los aparcamientos de algunas de ellas tenían su propia fiesta con los maleteros abiertos que competían en decibelios y pumba pumba. La mayoría de estas discotecas han desaparecido, bajo otro nombre de locales que nada tienen que ver con lo que fueron, o directamente son edificios abandonados que han perdido así el mito que llegaron a tener entre una masa juvenil a la que se le reprochó el abusivo consumo de drogas que combinado con la falta de sueño comenzó a preocupar cuando empezaron a dejarse la vida en la carretera con cifras alarmantes.

A eso achacan muchos el comienzo del fin de esta ruta, cuando a finales de 1993 la Dirección General de Tráfico alerta de las cifras de muerte en accidentes de tráfico en la zona y ahí comienza una campaña mediática en la que se muestran las miserias de la Ruta, como en un reportaje de Canal + titulado Hasta que el cuerpo aguante, al tiempo que se intensificaban las redadas judiciales.

El periodista valenciano Joan M. Oleaque reeditaba hace unos meses el libro En éxtasis. El bakalao como contracultura en España (Barlin Libros), una versión traducida al castellano y revisada del que fue “el primer estudio sobre la contracultura valenciana en los 80” como lo definía en el libro “que acabó derivando en un movimiento social y cultural sin parangón denominado Ruta del Bakalao”.
“En éxtasis” fue el primer estudio publicado sobre la contracultura valenciana en los 80. Aparecido por primera vez en valenciano en el año 2004, para su primera traducción al castellano, Joan M. Oleaque lo revisó y actualizó por entero para reeditarlo el pasado mes de octubre, añadiendo además un capítulo inédito en el que indaga las pervivencias de todo aquel torrente popular y festivo en la actualidad. Además, para esta edición se ha añadido un prólogo del periodista barcelonés especialista en subculturas contemporáneas Kiko Amat.

El volumen profundiza, no solo en los aspectos “glamurosos y vanguardistas” de aquellos años, explican desde la editorial, sino que se adentra “en los terrenos de su popularización como fenómeno de masas tremebundo y masivo”.
“Fenómeno social -apuntan- ampliamente incomprendido y en ocasiones minusvalorado, que vivió a la sombra de su mediática hermana la Movida Madrileña” con la quienes la comparan ahora.

El libro plantea que “la Ruta valenciana ofrece mimbres de enorme valor cultural” que se vislumbran en este ensayo periodístico.

Valencia se convirtió con la Ruta en un sinónimo de fiesta, de fiesta destroyer pero en sus inicios fue una reacción a la música que se oía en las discotecas en los años ochenta, entre baladas y rumbas sobre suelos de moqueta y camareros con pajarita. En las discotecas de la Ruta, entre las que los expertos destacan Barracas por su carácter pionero ya en los setenta, empezó a escucharse música que llegaba de fuera, donde los Djs acudían a buscar cosas diferentes, que no se oyeran en la radio, y había quien acudía a esas discotecas porque sabía que allí escucharían algo nuevo, aunque mucha gente no entendiera esa música.

En esas macrodiscotecas los pinchadiscos pasaron a Djs y a fuerza de decibelios, adquirieron categoría de estrellas nombres como Paco Pil o Chimo Bayo, este con raíces turolenses en Rubielos de Mora, donde vivió de niño hasta que se fue a vivir a Valencia como le delata su apellido. Todavía vive del “Huha” de una de sus canciones, que se ha convertido en un vino, y consiguió que la gente cantara un incomprensible estribillo empezado por “chiquitan..”.

Él es uno de los artistas que se pueden ver en un documental publicado en sinfiltros.com donde se hace un interesante recorrido por esta época, y que empieza en Teruel, con la actuación remember del DJ Paco Pil en un conocido pub de la capital por su fiesta de aniversario. 

También aquí podemos ver a algunos de aquellos turolenses que hace más de 20 años formaron parte de aquel grupo de jóvenes que encontraron en la Ruta la vía de escape del fin de semana.