Hemeroteca: Antonio Aguilar, primer alumno que se licenció en la Uned de Teruel hace 30 años, cuenta su experiencia compatibilizando estudios y trabajo
Estudiar, trabajar y enseñar a la vez: la prueba de que sí se puede“Para estudiar a distancia hay que echar muchas ganas”. Lo decía hace 30 años en la entrevista que protagonizaba por ser el primer licenciado que salía de la Uned de Teruel, y lo sigue diciendo tres décadas y alguna carrera más a sus espaldas. Antonio Aguilar se asoma hoy a estas páginas de la Hemeroteca al Día para hablar de toda una vida dedicado a Teruel, a la Uned, al estudio y a su profesión vinculada a la agricultura desde su puesto de funcionario. “He sido muy feliz” en cada una de esas facetas, explica ahora echando la vista atrás. Volvería a hacer lo mismo, dice, porque “los estudios dan libertad. No me arrepiento del tiempo que le he dedicado”.
Pero todo empezó en una familia humilde, en Casas Bajas, en el Rincón de Ademuz. De allí salió un joven Antonio para ir a estudiar a Teruel con una beca, gracias a que un maestro, hijo del pueblo, don Alfredo, vio las posibilidades de aquel joven, hijo de agricultor. En Teruel estudió el bachillerato y tras un año en la Casa Blanca, entonces residencia de estudiantes, pasó al colegio San Pablo y al instituto Ibáñez Martín, hoy Vega del Turia. “Tuve la gran fortuna” recuerda, de “compartir aquellos días” con gente como Eloy Fernández Clemente, Federico Jiménez Losantos, Joaquín Carbonell, José Antonio Labordeta o Sanchís Sinisterra. “Cuando me fui a estudiar la carrera de ingeniería a Valencia nadie tuvo que abrir mi mente porque ya venía con eso de casa”.
Tras estudiar la ingeniería técnica en Valencia volvió a Teruel a prepararse las oposiciones, que aprobó a la primera, pero para su desgracia, no había plaza para él en Teruel. Así que, aprovechando un curso en Madrid, fue hasta el Ministerio de Agricultura, dispuesto a hablar con el subsecretario. “Cuando llegué me dijeron que qué me creía” recuerda, pero tuvo suerte y pudo decirle entonces al número 2 del Ministerio que quería una plaza en Teruel: “Pues la creamos” le dijo.
Así, el 30 de noviembre de 1975 tomaba posesión, en Valencia que era su provincia, para inmediatamente comenzar a trabajar en Teruel, en Agricultura, hasta el 18 de julio de 2016 cuando se jubiló.
“He disfrutado mucho con el trato con los agricultores”, sobre todo con los del Bajo Aragón porque desde el área de Sanidad Vegetal se relacionaba mucho con quienes se han dedicado al cultivo de almendro, olivo o melocotón sobre todo. Le gustaba ayudar a quienes trabajaban la tierra, tal y como lo había hecho su padre, y dar un empujón a cooperativas que evitaran que los pueblos se vaciaran. Eso explica el homenaje que esos agricultores con los que ha trabajado toda una vida le dieron cuando se jubiló. Una despedida que recuerda con emoción.
Por ese trato quizás, aventura, no quiso optar a la oposición para técnico superior y trabajar como jurista en el Departamento de Agricultura, a pesar de haber sido esa la licenciatura que obtuvo por la Uned. “Desde mi puesto yo les ayudaba a los agricultores, con subvenciones y apoyo, pero a los juristas les toca dar los estacazos” apunta.
Siempre había querido hacer la ingeniería superior pero no era fácil pasar de la técnica a ésta. Comenzó a estudiar Derecho en Valencia por libre, animado y ayudado por un amigo, y cuando se puso en funcionamiento la Uned en Teruel, ya tenía varias asignaturas cursadas de primero y pudo coger las que le faltaban y las de segundo, “por eso fui el primero en acabar la licenciatura”, apunta.
Estudiar solo
Esa es la principal dificultad de optar por la educación a distancia. La soledad. “Es muy duro estudiar en la Uned, que nadie se equivoque” porque además, la mayor parte de los estudiantes son personas que lo compatibilizan con un trabajo, con el cuidado de los hijos o de los padres, y hay que sacar horas de donde no las hay. Antonio cogía las noches del fin de semana y algunas tardes: “Siempre digo que la carrera es mía y de mi mujer, la viuda alegre, porque ella se llevaba a los niños al parque mientras yo estudiaba”. Su mujer siempre ha sido su apoyo, en la carrera de Derecho y cuando después cursó Ciencias del Trabajo en Zaragoza o empezó Ciencias Ambientales en Valencia.
Con su experiencia en la Universidad de Zaragoza, se dio cuenta de “lo fácil” que es cuando se trata de un estudio presencial. Más tarde comenzó Ciencias Ambientales en Valencia pero esa, reconoce, será una carrera inacabada porque las prácticas le llevaron a terminar con vacaciones y “moscosos” antes de que pudiera darse cuenta.
Y todo ello, lo ha compatibilizado además durante 30 años con su labor como tutor de la Uned, una labor que debe ser, insiste, activa. “El tutor tiene que ir por delante, orientando al alumno sobre qué es lo importante, prepararle apuntes…”, una tarea que entiende como “una gran responsabilidad, servir al alumno”. Y es que recalca que el estudiante tipo de esta Universidad, aunque en tiempos pasados hubo épocas en las que había gente más joven, suele tener otras tareas así que “cualquier cosa que hagas como tutor es una gran ayuda”.
Vocación de servicio
Explica con entusiasmo que ha tenido alumnos desde Berlín o Nueva Zelanda, o de distintas edades, hasta 75 años, y a todos ha intentado ayudar facilitando que en esta etapa de estudio en la Uned se sientan menos solos.
No obstante, recalca también que el estudiante de la Uned tiene como ventaja que le resulta más fácil preparar unas oposiciones: “Hay un porcentaje muy alto de aprobados” entre estudiantes que vienen de la educación a distancia, dice, frente a los de carreras con clases presenciales.
Ahora, a los 63 años, esa labor de profesor tutor está en suspenso, después de que una orden del Ministerio de Hacienda haya establecido que los jubilados de Muface no pueden compatibilizar la pensión con la retribución que perciben como tutores. Confía en que esta decisión, que no afecta a otros jubilados y por tanto considera discriminatoria, se revoque y de este modo poder continuar unos años más con una labor, que no se hace por dinero, recalca, sino por vocación. Esa vocación ha tenido el reconocimiento de sus alumnos, a los que ha preparado apuntes estos años para que no tuvieran que enfrentarse al “tocho” de filosofía del derecho, por ejemplo, y también del propio centro, cuyo director en Teruel, José Carlos Muniesa destacaba que “ha sido un orgullo contar con él, como alumno y como tutor, siempre implicado con el centro y muy trabajador”.