Fito Rodríguez, en el momento de ser nombrado Vaquillero del Año
Fito Rodríguez, Vaquillero del Año: "La gente ha venido a verme porque le doy mucha risa, igual es que me quiere"
Reconocimiento en el Ayuntamiento de Teruel a una de las personas que más ha contribuido a mejorar la Vaquilla
Fito Rodríguez ha sido nombrado esta mañana sabatina Vaquillero del Año en un acto que ha tenido lugar en el Ayuntamiento de Teruel. Rodríguez, feliz por el reconocimiento recibido, manifestó a los periodistas que estaba muy agradecido por la cantidad de gente que había acudido a presenciar su nombramiento. Y ha ido más allá: " estoy contento, ha venido mucha gente a verme, igual lo hacen porque les doy mucha risa, igual es que me quieren mucho también", ha apuntado.
Fito Rodríguez ha tenido palabras de agradecimiento a todo el legado que ha recibido por parte de las personas que han dado vida y consistencia a las peñas vaquilleras. Ha dicho que ha seguido el pensamiento de su padre sobre el hecho de que "las fiestas están para hacer feliz a la gente". Máxima esta que ha seguido al pie de la letra, según ha confesado.
A continuación reproducimos en toda su integridad la entrevista que este periódico le hizo a Fito Rodríguez con motivo de su nombramiento. El trabajo es obra de Miguel Ángel Artigas y fue publicado en papel en el especial del pasado 7 de julio.
Adolfo Fito Rodríguez fue el turolense designado por Interpeñas como Vaquillero del Año 2022, en reconocimiento por su trabajo desarrollado durante años como peñista, directivo y presidente de El Ajo y miembro de Interpeñas.
-¿Cómo y cuando se enteró de que era el Vaquillero del Año?
-Prácticamente el día de antes de que se hiciera público. Aunque el Ajo me había propuesto ya un montón de veces nunca salía y yo pensé que este año sería igual, pero mira por donde salí. Seguramente no habría otro (risas). Esa misma tarde me llamó el presidente de Interpeñas, con todas las dificultades de localizarme en el pueblo, porque El Pobo solo tiene cobertura en medio pueblo y yo vivo en la otra. Cuando me lo dijo me pegué una alegría, pero luego que me quedé un poco como diciendo... ¿esto de pasar de ser madurito interesante a vieja gloria en dos minutos, es bueno o malo? (risas). No, en serio, esas cosas las entiendo como un reconocimiento que no es tanto personal, sino al trabajo que, en este tipo de cosas, nunca haces solo...
-Bueno, bueno... otros años se ha designado un Vaquillero del Año colectivo, pero en esta ocasión el nombramiento tiene nombre y apellidos...
-Sí, pero es el reconocimiento a una trayectoria que es similar a la de cualquiera que haya estado de presidente en cualquier sitio. Obedece al trabajo de equipos, y en el caso del Ajo en concreto, al trabajo específico de mi hermano, Pipo, durante unos años que dirigió al equipo, y quien de algún modo mantuvo un cambio en El Ajo que ya venía de lejos, porque antes que él Pepe el Retales ya hacía las cosas de una forma diferente. Mi hermano y yo heredamos su ideas, y lo que he hecho yo ha sido seguir trabajando en esa idea con diferentes directivas. Y también a través de Interpeñas, y de sus precedentes. Esto es siempre un trabajo de equipo
-¿Este reconocimiento cambia la Vaquilla para usted, al menos este año?
-En realidad no. Tengo que estar en el Campanico, pero a mí desde siempre me ha gustado mucho esperar a que saliera el pañuelo del Ayuntamiento e ir detrás del río de gente hasta debajo de la columna. Así que eso será igual.
-¿De quién se acordó cuando se vio como Vaquillero del Año?
-Pues de mi hermano Pipo, claro, y también de mi padre, que fue fundador de Los Sordos y nos enseñó esa filosofía de intentar darle a la gente lo que gusta. Nos inculcó el espíritu de las Peñas, que hace casi 50 años no era igual. Nos contaba como había cambiado la peña de tener solo una charanga a traer orquestas, y le gustaba que las peñas siguieran poniendo los medios para que la gente se lo pasara bien con lo que le gustaba.
-Y El Ajo siguió evolucionando dando paso a discomóviles y DJ's...
-Y no fue nada bien recibido. Nos llamaron de todo y nos dijeron que nos íbamos a cargar la Vaquilla. Y lo que estábamos haciendo era cumplir con la norma: darle a la gente lo que le gusta en cada momento. Si ese paso lo hubiera dado otro mejor peinado a lo mejor no hubiera pasado nada, pero como lo dimos nosotros, en la plaza de Los Amantes, pues a mucha gente le gustó pero a otros no. Y a quienes no les gustó fueron muy rancios y muy radicales, ¿eh? Igual la diferencia es esa, que ahora sigue habiendo cambios pero nadie reacciona de una forma tan crítica como ocurrió entonces.
-Pero los cambios siguen llegando...
-Claro. En El Ajo se introdujeron dos charangas, se metieron grupos de calle, batukadas, brass band que antes no venían... Pero esos cambios no fueron tan fuertes como aquel y no se criticaron tanto, aunque muchos siguieran viéndolos mal. La primera batukada que trajimos nos costó algún disgusto, y la primera vez que nos dio por ir con cuernos de vikingo a la Merienda tira que te va, pero al año siguiente que compramos tricornios de la Guardia Civil se lió parda.
-¿A qué cree que se debe a esa resistencia al cambio en el seno de la fiesta?
-Yo siempre he dicho que somos un poco raros. Tú puedes plasmar en una Falla una crítica social mucho más bruta y radical y todo el mundo lo acepta. Aquí sin embargo nosotros hacíamos cualquier cosa y parecía que nos íbamos a cargar el planeta. La Vaquilla es una fiesta en la que te lo puedes pasar muy bien de muchas maneras. A mí con 18 años me encantaba la charanga, porque tampoco había otra cosa. Pero ahora no me des una charanga, prefiero una buena banda de calle, una buena batukada, y si me apuras prefiero un buen DJ. Personalmente creo que es una diversión más acorde con los tiempos, y prefiero estar en la peña bailando con una música más moderna que se oye de categoría, que andar siempre con la Maricarmen dando vueltas por ahí. Y yo sé que esto no va a gustar a algunos, pero es que es verdad. Yo era supercharanguero, y luego a la verbena... pero las cosas cambian. Y hay gente que todavía hecha chispas porque la fiesta no es como la de hace 25 años.
-A todos nos gustaba más la fiesta hace 25 años...
-¡Claro! ¡Porque teníamos 25 años menos y aguantabas cuatro días bailando sin ningún problema! (Risas). Y la diversión entonces era la que había, pero eso tiene que evolucionar con los tiempos. Yo estoy orgullosísimo de la programación de El Ajo, de los conciertos que traen. Hay conciertos que en Pirineos Sur van de cabeza de cartel y aquí los vas a ver gratis si quieres.
-El tiempo terminó dándoles la razón, pese a las críticas.
-Eso es. Y todo es fruto de ir viendo la Vaquilla y de ir viendo lo que le apetece a la gente. Antiguamente no teníamos internet para descubrir cosas nuevas, pero ahora sí. Los primeros grupos de calle los descubrimos gracias a Poborina Folk. Íbamos a ferias de música por ahí y descubrimos bandas que quizá no cuadraban en Poborina pero que eran perfectos para Vaquilla, o que después de tocar en ese festival nos las pedían para El Ajo.
-Poborina también fue bien revolucionario en sus primeras ediciones...
-Ufff... figúrate. Supuso la ruptura de las fiestas tradicionales de San Juan del pueblo, a las que ya no venía nadie porque la gente iba a las de verano. A Juan Pablo (Marco) le supuso convencer a la comisión de hacer una cosa diferente y lo consiguió, aunque poco a poco. Al principio en Poborina había toro embolado pero luego ya no tenía ningún sentido, porque, a diferencia de las albadas, por ejemplo, el toro embolado no pintaba nada en una fiesta que iba de lo contrario, de la naturaleza y de los ritmos tradicionales. Al final es la misma película, y la gente se rasgó las vestiduras pero luego se demostró que son fórmulas que funcionan.
-Seguramente ese periodo de reacción es inevitable ante cualquier gran cambio.
-Quiero entender que sí. Pero por ejemplo los vecinos de la Plaza Amantes podrían haber sido los primeros en querer matarnos, y sin embargo la gente mayor disfrutaba con nosotros. Pipo siempre les llevaba regañaos, si había desperfectos al día siguiente había carpinteros arreglándolos... la relación con los vecinos era muchísimo mejor que con gente que nos criticaba sin haber estado allí.
-¿Hasta qué punto cree que dos años sin Vaquilla van a determinar estas fiestas?
-Espero que no mucho. La naturaleza nos pone en nuestro sitio, y yo soy incapaz de vivir tres Vaquillas en una.
-Yo tampoco... ¿pero y los de 20 años?
-Los de veinte echarán el resto y quizá en lugar de morirse el lunes se morirán el domingo (risas). Pero poco más. Y en cuanto a emociones tampoco. A mí no me cabe más emoción de ver poner el pañuelo cada año. Me emociono tanto que soy incapaz de emocionarme más aunque no se haya puesto en los dos años anteriores. Sí que habrá cosas que me tocarán mucho la patata, como la pérdida de amigos importantes como Fernando Martínez, o Nonito... cuando arranquemos y vea que no está esta gente me emocionaré. Pero no me emocionaré más que si en 2021 hubiera habido Vaquilla.
-Todos pensábamos que el pañuelo se ponía todos los meses de julio sí o sí... y a golpe de pandemia nos hemos dado cuenta de que no necesariamente es así.
-Igual así aprendemos a valorar las cosas en su justa medida.
-¿Qué puede decirme de todo lo que ha ocurrido con el Torico y la columna durante estos días?
-Yo siempre he sido muy crítico con que el Torico se emplee para todo, que sirva de Cibeles, de Canaletas, que un equipo de la ciudad ascienda y todo el mundo se vaya allí a hacer el oso... lo siento mucho, pero para mí eso es desnaturalizar la figura del Torico. El Torico no está para todo, ni es un árbol de Navidad. Me repatea cada vez que veo allí el árbol de Navidad, y pienso en el turismo. Una ciudad que quiere apostar por el turismo no debería coger su monumento más emblemático y taparlo de verde, con bolitas de Navidad. Quien venga por primera vez a Teruel con la ilusión de hacerse una foto en el Torico y lo vea así seguramente se acordará de toda nuestra familia. Yo cuando fui a Salamanca no pude admirar la plaza Mayor de Salamanca ni hacer una foto porque había allí una carpa de reclutamiento... Y me enfadé bastante. ¿Qué pinta el Torico vestido de Navidad? ¿Y en Halloween qué le ponemos? ¿Calabazas?
-Pero si abre ese melón puede salir quien tampoco esté de acuerdo con que se trepe al monumento ni aún el sábado de Vaquilla...
-Esta tradición no la inició el Madrid con sus primeras Copas de Europa. La iniciaron las peñas que decidieron hacer un acto popular y que empezó a funcionar, porque cuando las cosas salen de la gente y no de las instituciones es cuando funcionan bien. El Campanico nació con Ricardo Eced y no tiene la potencia que tiene la puesta del pañuelo. Sabiendo que es un monumento, que es nuestro emblema y que hay que respetarlo, hay una tradición afianzada de ponerle un pañuelo. Pues respetémosla y dejémosla ahí, y su valor será todavía más potente. Si a cada cosa que pasa en la ciudad estamos subiendo al Torico para ponerle banderas, flores, cacahuetes o bolas de Navidad... ¿al final qué valor tiene eso? Es como si el Sermón de las Tortillas fuera todos los martes del año. Pues igual dos martes seguidos tenía su gracia, pero ¿qué sentido tendría hacerlo todas las semanas?
-¿Cómo terminará este debate que se ha abierto?
-Mira, de esto mismo se habló en una de las charlas que organiza Interpeñas por las ferias de San Fernando, hace muchos años, con Manolo Blasco de alcalde. Yo defendí esto mismo y había mucha gente que opinaba igual, lo que ocurre es que todas estas charlas tienen el problema de que nunca han llegado a ningún lado. Han aparecido muy buenas ideas, y alguna chifladura también, pero nadie ha tomado nota ni se ha puesto manos a la obra.
-¿Le dolerá que el Torico de este sábado sea un gemelo del auténtico?
-Yo estoy con los expertos, y la restauración pasa por hacer las cosas bien. De hecho si las cosas se hubieran hecho un poco mejor quizá no hubiera resultado destruido. Pero lo pasado, pasado está y ahora tenemos que hacer las cosas bien, como merece. Siempre he dicho que el Torico es el tótem de la tribu, y cuando a los indios se les hundía el totem pues ponían otro, y seguía representando a la tribu. Yo me quedo con eso. Y si el Torico es otro para salir del paso me parece bien, porque al tribu seguirá yendo al totem. Pero que a partir de ahí se hagan las cosas como tienen que hacerse.
Fito Rodríguez ha tenido palabras de agradecimiento a todo el legado que ha recibido por parte de las personas que han dado vida y consistencia a las peñas vaquilleras. Ha dicho que ha seguido el pensamiento de su padre sobre el hecho de que "las fiestas están para hacer feliz a la gente". Máxima esta que ha seguido al pie de la letra, según ha confesado.
A continuación reproducimos en toda su integridad la entrevista que este periódico le hizo a Fito Rodríguez con motivo de su nombramiento. El trabajo es obra de Miguel Ángel Artigas y fue publicado en papel en el especial del pasado 7 de julio.
Adolfo Fito Rodríguez fue el turolense designado por Interpeñas como Vaquillero del Año 2022, en reconocimiento por su trabajo desarrollado durante años como peñista, directivo y presidente de El Ajo y miembro de Interpeñas.
-¿Cómo y cuando se enteró de que era el Vaquillero del Año?
-Prácticamente el día de antes de que se hiciera público. Aunque el Ajo me había propuesto ya un montón de veces nunca salía y yo pensé que este año sería igual, pero mira por donde salí. Seguramente no habría otro (risas). Esa misma tarde me llamó el presidente de Interpeñas, con todas las dificultades de localizarme en el pueblo, porque El Pobo solo tiene cobertura en medio pueblo y yo vivo en la otra. Cuando me lo dijo me pegué una alegría, pero luego que me quedé un poco como diciendo... ¿esto de pasar de ser madurito interesante a vieja gloria en dos minutos, es bueno o malo? (risas). No, en serio, esas cosas las entiendo como un reconocimiento que no es tanto personal, sino al trabajo que, en este tipo de cosas, nunca haces solo...
-Bueno, bueno... otros años se ha designado un Vaquillero del Año colectivo, pero en esta ocasión el nombramiento tiene nombre y apellidos...
-Sí, pero es el reconocimiento a una trayectoria que es similar a la de cualquiera que haya estado de presidente en cualquier sitio. Obedece al trabajo de equipos, y en el caso del Ajo en concreto, al trabajo específico de mi hermano, Pipo, durante unos años que dirigió al equipo, y quien de algún modo mantuvo un cambio en El Ajo que ya venía de lejos, porque antes que él Pepe el Retales ya hacía las cosas de una forma diferente. Mi hermano y yo heredamos su ideas, y lo que he hecho yo ha sido seguir trabajando en esa idea con diferentes directivas. Y también a través de Interpeñas, y de sus precedentes. Esto es siempre un trabajo de equipo
-¿Este reconocimiento cambia la Vaquilla para usted, al menos este año?
-En realidad no. Tengo que estar en el Campanico, pero a mí desde siempre me ha gustado mucho esperar a que saliera el pañuelo del Ayuntamiento e ir detrás del río de gente hasta debajo de la columna. Así que eso será igual.
-¿De quién se acordó cuando se vio como Vaquillero del Año?
-Pues de mi hermano Pipo, claro, y también de mi padre, que fue fundador de Los Sordos y nos enseñó esa filosofía de intentar darle a la gente lo que gusta. Nos inculcó el espíritu de las Peñas, que hace casi 50 años no era igual. Nos contaba como había cambiado la peña de tener solo una charanga a traer orquestas, y le gustaba que las peñas siguieran poniendo los medios para que la gente se lo pasara bien con lo que le gustaba.
-Y El Ajo siguió evolucionando dando paso a discomóviles y DJ's...
-Y no fue nada bien recibido. Nos llamaron de todo y nos dijeron que nos íbamos a cargar la Vaquilla. Y lo que estábamos haciendo era cumplir con la norma: darle a la gente lo que le gusta en cada momento. Si ese paso lo hubiera dado otro mejor peinado a lo mejor no hubiera pasado nada, pero como lo dimos nosotros, en la plaza de Los Amantes, pues a mucha gente le gustó pero a otros no. Y a quienes no les gustó fueron muy rancios y muy radicales, ¿eh? Igual la diferencia es esa, que ahora sigue habiendo cambios pero nadie reacciona de una forma tan crítica como ocurrió entonces.
-Pero los cambios siguen llegando...
-Claro. En El Ajo se introdujeron dos charangas, se metieron grupos de calle, batukadas, brass band que antes no venían... Pero esos cambios no fueron tan fuertes como aquel y no se criticaron tanto, aunque muchos siguieran viéndolos mal. La primera batukada que trajimos nos costó algún disgusto, y la primera vez que nos dio por ir con cuernos de vikingo a la Merienda tira que te va, pero al año siguiente que compramos tricornios de la Guardia Civil se lió parda.
-¿A qué cree que se debe a esa resistencia al cambio en el seno de la fiesta?
-Yo siempre he dicho que somos un poco raros. Tú puedes plasmar en una Falla una crítica social mucho más bruta y radical y todo el mundo lo acepta. Aquí sin embargo nosotros hacíamos cualquier cosa y parecía que nos íbamos a cargar el planeta. La Vaquilla es una fiesta en la que te lo puedes pasar muy bien de muchas maneras. A mí con 18 años me encantaba la charanga, porque tampoco había otra cosa. Pero ahora no me des una charanga, prefiero una buena banda de calle, una buena batukada, y si me apuras prefiero un buen DJ. Personalmente creo que es una diversión más acorde con los tiempos, y prefiero estar en la peña bailando con una música más moderna que se oye de categoría, que andar siempre con la Maricarmen dando vueltas por ahí. Y yo sé que esto no va a gustar a algunos, pero es que es verdad. Yo era supercharanguero, y luego a la verbena... pero las cosas cambian. Y hay gente que todavía hecha chispas porque la fiesta no es como la de hace 25 años.
-A todos nos gustaba más la fiesta hace 25 años...
-¡Claro! ¡Porque teníamos 25 años menos y aguantabas cuatro días bailando sin ningún problema! (Risas). Y la diversión entonces era la que había, pero eso tiene que evolucionar con los tiempos. Yo estoy orgullosísimo de la programación de El Ajo, de los conciertos que traen. Hay conciertos que en Pirineos Sur van de cabeza de cartel y aquí los vas a ver gratis si quieres.
-El tiempo terminó dándoles la razón, pese a las críticas.
-Eso es. Y todo es fruto de ir viendo la Vaquilla y de ir viendo lo que le apetece a la gente. Antiguamente no teníamos internet para descubrir cosas nuevas, pero ahora sí. Los primeros grupos de calle los descubrimos gracias a Poborina Folk. Íbamos a ferias de música por ahí y descubrimos bandas que quizá no cuadraban en Poborina pero que eran perfectos para Vaquilla, o que después de tocar en ese festival nos las pedían para El Ajo.
-Poborina también fue bien revolucionario en sus primeras ediciones...
-Ufff... figúrate. Supuso la ruptura de las fiestas tradicionales de San Juan del pueblo, a las que ya no venía nadie porque la gente iba a las de verano. A Juan Pablo (Marco) le supuso convencer a la comisión de hacer una cosa diferente y lo consiguió, aunque poco a poco. Al principio en Poborina había toro embolado pero luego ya no tenía ningún sentido, porque, a diferencia de las albadas, por ejemplo, el toro embolado no pintaba nada en una fiesta que iba de lo contrario, de la naturaleza y de los ritmos tradicionales. Al final es la misma película, y la gente se rasgó las vestiduras pero luego se demostró que son fórmulas que funcionan.
-Seguramente ese periodo de reacción es inevitable ante cualquier gran cambio.
-Quiero entender que sí. Pero por ejemplo los vecinos de la Plaza Amantes podrían haber sido los primeros en querer matarnos, y sin embargo la gente mayor disfrutaba con nosotros. Pipo siempre les llevaba regañaos, si había desperfectos al día siguiente había carpinteros arreglándolos... la relación con los vecinos era muchísimo mejor que con gente que nos criticaba sin haber estado allí.
-¿Hasta qué punto cree que dos años sin Vaquilla van a determinar estas fiestas?
-Espero que no mucho. La naturaleza nos pone en nuestro sitio, y yo soy incapaz de vivir tres Vaquillas en una.
-Yo tampoco... ¿pero y los de 20 años?
-Los de veinte echarán el resto y quizá en lugar de morirse el lunes se morirán el domingo (risas). Pero poco más. Y en cuanto a emociones tampoco. A mí no me cabe más emoción de ver poner el pañuelo cada año. Me emociono tanto que soy incapaz de emocionarme más aunque no se haya puesto en los dos años anteriores. Sí que habrá cosas que me tocarán mucho la patata, como la pérdida de amigos importantes como Fernando Martínez, o Nonito... cuando arranquemos y vea que no está esta gente me emocionaré. Pero no me emocionaré más que si en 2021 hubiera habido Vaquilla.
-Todos pensábamos que el pañuelo se ponía todos los meses de julio sí o sí... y a golpe de pandemia nos hemos dado cuenta de que no necesariamente es así.
-Igual así aprendemos a valorar las cosas en su justa medida.
Lo ocurrido
-¿Qué puede decirme de todo lo que ha ocurrido con el Torico y la columna durante estos días?
-Yo siempre he sido muy crítico con que el Torico se emplee para todo, que sirva de Cibeles, de Canaletas, que un equipo de la ciudad ascienda y todo el mundo se vaya allí a hacer el oso... lo siento mucho, pero para mí eso es desnaturalizar la figura del Torico. El Torico no está para todo, ni es un árbol de Navidad. Me repatea cada vez que veo allí el árbol de Navidad, y pienso en el turismo. Una ciudad que quiere apostar por el turismo no debería coger su monumento más emblemático y taparlo de verde, con bolitas de Navidad. Quien venga por primera vez a Teruel con la ilusión de hacerse una foto en el Torico y lo vea así seguramente se acordará de toda nuestra familia. Yo cuando fui a Salamanca no pude admirar la plaza Mayor de Salamanca ni hacer una foto porque había allí una carpa de reclutamiento... Y me enfadé bastante. ¿Qué pinta el Torico vestido de Navidad? ¿Y en Halloween qué le ponemos? ¿Calabazas?
-Pero si abre ese melón puede salir quien tampoco esté de acuerdo con que se trepe al monumento ni aún el sábado de Vaquilla...
-Esta tradición no la inició el Madrid con sus primeras Copas de Europa. La iniciaron las peñas que decidieron hacer un acto popular y que empezó a funcionar, porque cuando las cosas salen de la gente y no de las instituciones es cuando funcionan bien. El Campanico nació con Ricardo Eced y no tiene la potencia que tiene la puesta del pañuelo. Sabiendo que es un monumento, que es nuestro emblema y que hay que respetarlo, hay una tradición afianzada de ponerle un pañuelo. Pues respetémosla y dejémosla ahí, y su valor será todavía más potente. Si a cada cosa que pasa en la ciudad estamos subiendo al Torico para ponerle banderas, flores, cacahuetes o bolas de Navidad... ¿al final qué valor tiene eso? Es como si el Sermón de las Tortillas fuera todos los martes del año. Pues igual dos martes seguidos tenía su gracia, pero ¿qué sentido tendría hacerlo todas las semanas?
-¿Cómo terminará este debate que se ha abierto?
-Mira, de esto mismo se habló en una de las charlas que organiza Interpeñas por las ferias de San Fernando, hace muchos años, con Manolo Blasco de alcalde. Yo defendí esto mismo y había mucha gente que opinaba igual, lo que ocurre es que todas estas charlas tienen el problema de que nunca han llegado a ningún lado. Han aparecido muy buenas ideas, y alguna chifladura también, pero nadie ha tomado nota ni se ha puesto manos a la obra.
-¿Le dolerá que el Torico de este sábado sea un gemelo del auténtico?
-Yo estoy con los expertos, y la restauración pasa por hacer las cosas bien. De hecho si las cosas se hubieran hecho un poco mejor quizá no hubiera resultado destruido. Pero lo pasado, pasado está y ahora tenemos que hacer las cosas bien, como merece. Siempre he dicho que el Torico es el tótem de la tribu, y cuando a los indios se les hundía el totem pues ponían otro, y seguía representando a la tribu. Yo me quedo con eso. Y si el Torico es otro para salir del paso me parece bien, porque al tribu seguirá yendo al totem. Pero que a partir de ahí se hagan las cosas como tienen que hacerse.
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