En busca del azud ‘perdido’ de San Blas: Un profesor del Campus de Teruel pide a la CHJ hacer estudios arqueológicos donde el Molino Viejo
Carrasquer sostiene que la barrera eliminada en el río forma parte de la historia del regadío de la capitalEl agua está ligada a la identidad de los pueblos y la de los turolenses que residen en Teruel capital lo está a la pedanía de San Blas, donde se encuentra el origen del sistema de riegos de su huerta que se remonta por lo menos al siglo XIV. Un profesor de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel, José Carrasquer, ha pedido a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que haga estudios arqueológicos en el río Guadalaviar a la altura del llamado Molino Viejo para intentar determinar si el azud que había allí, y que fue utilizado para la Fábrica de Carburo, se corresponde con el emplazamiento original de una de las primeras obras hidráulicas que se hicieron en el cauce fluvial para el sistema de riegos de la vega.
La demanda se ha producido después de que la CHJ restituyese, hace ya un tiempo, la pendiente natural del río tras haber caducado la concesión de agua que había para el Carburo eliminando el azud que existía a la altura del Molino Viejo de San Blas.
A raíz de que surgiera el tema en un curso de la Universidad de la Experiencia celebrado en noviembre del año pasado y en el que se habló de obras hidráulicas del entorno de Teruel, Carrasquer se dirigió a la Confederación Hidrográfica del Júcar para pedir información sobre si se habían hecho estudios arqueológicos o había interés en hacerlos dada la importancia del lugar para conocer los orígenes del sistema de riegos de la huerta turolense.
El denominado azud de Carburos, conocido antes como de San Blas, se encontraba debajo del Molino Viejo de la pedanía turolense, justo antes de llegar al puente de la carretera que se dirige a Bezas. Parte del mismo fue eliminado recientemente al caducar la concesión de aguas que había para el Carburo, habiéndose colocado escolleras, aunque preservando todas las derivaciones de agua que existían y que estaban reguladas mediante compuertas o tajaderas.
En un escrito a la CHJ con fecha de 27 de noviembre del año pasado, el profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel, José Carrasquer Zamora, solicitaba al organismo de cuenca información acerca de si se habían hecho estudios previos, durante o posteriores a la realización de esa obra de restitución del cauce, dado el valor histórico y arqueológico del lugar.
“Existe suficiente información para asegurar que este azud fue uno de los primeros en funcionamiento en la vega del Guadalaviar en Teruel, existiendo documentos que lo datan con anterioridad a 1321, si bien a principios del siglo XX se reutilizó para construir el denominado canal del Carburo”, explica el profesor Carrasquer y así se lo trasladó en su solicitud a la Confederación del Júcar, aunque de momento no ha recibido contestación. Considera que “si bien es posible que al acondicionar el azud para sacar agua para el canal del Carburo pudo alterarse el original, también es posible que se utilizase parte de la obra antigua y que hubiese permanecido debajo”.
Restitución del cauce
Fuentes de la CHJ han indicado a este periódico que el azud correspondía al aprovechamiento hidroeléctrico del Carburo y que al caducar el mismo se demolió para restituir el cauce original y “alcanzar los objetivos ambientales de la masa de agua afectada y mejorar la conectividad longitudinal del tramo fluvial”. Las mismas fuentes precisan que no hay evidencias de que tuviera alguna relación con el sistema de riegos de Teruel.
José Carrasquer argumenta, no obstante, que sería interesante poder hacer estudios arqueológicos puesto que hay fuentes documentales que situarían el azud original en esa zona a la altura del Molino Viejo.
Este profesor del Campus es un apasionado de las obras hidráulicas. Aunque no se considera un experto, pone tanta pasión en sus explicaciones que despierta la empatía y la curiosidad por conocer más sobre la importancia histórica que el río ha tenido para el desarrollo de Teruel y cómo por ese motivo este recurso natural está tan ligado a la identidad de los turolenses.
En la primera década de este siglo se recuperó el camino del Guadalaviar por parte de la CHJ, que hizo un recorrido senderista desde San Blas hasta el embalse del Arquillo, y la Fundación Universitaria Antonio Gargallo editó un libro sobre el mismo del que Carrasquer fue uno de los autores. En la obra se ponía en valor la naturaleza de este paraje así como las obras hidráulicas y el uso del agua al que había dado lugar el río a lo largo de la historia.
Tras el largo periodo de sequía que ha sufrido Teruel, la sociedad turolense parece estar como más sensibilizada con la importancia de este recurso y la trascendencia que el agua tiene para la vida de los pueblos, a lo que se suma ahora también la exposición itinerante de la Obra Social La Caixa H2Oh! Los secretos del agua de tu ciudad que puede verse este mes en la plaza San Juan.
Y es que el agua es identidad, además de ser un recurso limitado, algo que no deja de recordar todos los años la Asociación Cultural Vivir con el Río con las actividades que realiza para estas fechas. Precisamente el próximo fin de semana esta asociación ha organizado una excursión abierta a todo el público que quiera asistir para recorrer el tramo del río que va desde San Blas hasta el pantano del Arquillo.
Necesidad de un estudio
José Carrasquer cree que sería interesante hacer un estudio del antiguo azud que hay donde el Molino Viejo y de los regadíos por el “valor histórico” que tiene eso para los turolenses. El profesor universitario admite que en sus orígenes sería una presa de poca entidad “hecha con materiales efímeros, pero no sabemos si utilizaron también piedras”. Recuerda al respecto que por esa zona hay varias canteras a apenas 50 metros, y argumenta que “con toda certeza se utilizaron piedras para hacer azudes y presas posteriores”.
El estudioso afirma que la documentación histórica que se conserva corrobora la existencia de un azud en ese lugar al menos en el 1321. “Se sabe de su existencia hasta esa fecha en la que se pudo hacer otro azud, de mayor tamaño, unos metros aguas arriba, debajo del puente de la carretera del Campillo, para poder convertir una franja de tierra a regadío sacando una nueva acequia también por la margen izquierda, un poco más alta”, explica.
Ambas acequias perviven hoy día, una de las cuales llega a la ciudad por debajo del Parador y la otra por detrás. Son conocidas como las acequias del Cubo y de Valdeavellano.
Para fechar su existencia, los investigadores utilizaron documentos encontrados por Antonio Gargallo en el Archivo de la Corona de Aragón, y otros procedentes de un pleito que se conservaban en el Archivo de Zaragoza. “Por los mismos documentos que utilizamos para fecharla se sabe que el azud viejo quedó funcional, aunque no se utilizara, porque cuando había alguna rotura en el azud de aguas arriba se podía poner a funcionar el antiguo para poder dar agua, al menos, a los campos más bajos con la acequia del Cubo y también para dar agua a los Molinos del Cubo, propiedad del barón de Escriche, debajo del actual Observatorio Meteorológico”, comenta.
En el siglo XX
A principios del siglo pasado se construyó el canal para llevar el agua a la Fábrica de Carburo y según Carrasquer, “parece ser que utilizan el mismo azud, pero sacando el agua por la margen derecha en lugar de por la otra”.
“El problema es que no se sabe si cuando se hizo el azud para sacar el agua para el Carburo, se mantuvieron estructuras del antiguo azud del siglo XIV o no”, reflexiona el profesor del Campus, quien apunta una posible explicación.
“Una respuesta sencilla sería que el azud original era de palos, sacos terreros, barro o cualquier otro material efímero, pero todavía quedan evidencias del canal original picado en la piedra y se sabe que los azudes posteriores tenían estructuras muy bien hechas de piedra y cal, dado que las avenidas del río Guadalaviar eran grandes y destrozaban todas las obras hidráulicas; por ese mismo motivo se hizo la presa del Arquillo en fecha indeterminada, pero seguramente también sobre el siglo XIV”, afirma el estudioso refiriéndose a la antigua presa.
Por esos motivos Carrasquer considera que hubiera sido interesante “haber realizado un estudio arqueológico aprovechando la obra de acondicionamiento del espacio”, y opina que todavía no es tarde puesto que “pueden quedar reminiscencias ya que todo el azud no lo han cortado”.
El profesor universitario insiste en que todas estas infraestructuras son “parte de la historia del regadío de Teruel” y que la Confederación del Júcar tiene recursos económicos más que suficientes para poder acometer esos estudios, algo que se merece una ciudad como la capital turolense si de verdad quiere vivir con el río, ya que conocer su historia es fundamental para poder hacerlo.
Dragar el río para que pueda quedar visible la antigua presa del Arquillo
El estudio del azud que hay donde el Molino Viejo no es la única demanda que se ha hecho a la Confederación Hidrográfica del Júcar. Tiempo atrás ya se le pidió también que dragara el río en la zona donde se encuentra la antigua presa del Arquillo para que esta pudiera quedar visible tal como se encontraba en sus orígenes.
José Carrasquer considera que la actuación hecha en el azud no era necesaria puesto que la fauna del río podía circular igualmente por los canales que hay a la izquierda a través de la compuertas abiertas. Sin embargo, recuerda que hace años se pidió una actuación para volver a su estado el cauce del río y en cambio no se hizo.
“Se solicitó que se dragara la parte de aguas abajo del Arquillo para que el agua circulara normalmente por debajo del arco, de forma natural, evitando de esta manera que se formara el sifón actual, que impide observar la magnitud real de la obra y entender su función original”, afirma Carrasquer para precisar que de aquella petición tampoco han recibido una respuesta.
En las fotografías superiores se muestra cómo se encuentra actualmente la presa, sumergida, y en una imagen de 1995 tomada por M.C. Maicas Gómez publicada en el libro De San Blas al pantano en la que se aprecia el arco de sillería. La ilustración indica lo que ha podido pasar.