El Torico a vista de globo, un regalo de altura por comprar en el comercio local
Los ganadores de los sorteos de Asempaz y ACESTeruel disfrutaron de una experiencia únicaMontar en globo aerostático y ver la ciudad de Teruel es una experiencia única que se ha convertido un regalo navideño aplazado para los clientes de Asempaz y ACESTeruel que fueron agraciados en los sorteos que realizaron con motivo de las campañas de Navidad. Comprar en los establecimientos locales les ha permitido volar y ver la ciudad desde las alturas, unas vistas inéditas e irrepetibles, porque ningún viaje en globo es igual a otro, como señaló Alejandro Bueno, de A vista de Globo.
Depende de muchos factores, pero el del viernes fue un trayecto afortunado, no solo por la buena temperatura que había de madrugada sino también porque el cielo estaba despejado, la luz era magnífica y las condiciones del viento favorables, lo que hizo que finalmente hubiera un aterrizaje llamado “de obispo”, que es cuando la cesta del globo se posa lentamente en el suelo, como explicó el piloto de la aeronave, Javier Bueno.
Al bajar la veintena de viajeros que pudieron disfrutar del trayecto salieron encantados. Isabel Moreno era una de las participantes en el viaje. Cuando le llamaron para decir que le había tocado el vuelo, no se lo creía, y cuando salió del globo aseguró que merecía la pena. “Trabajo en el hospital y por el covid tuve que anular un viaje en globo de mis vacaciones y ahora me ha tocado”, comentó.
Justo tenía fiesta esta semana así que todo salió bien. A Manuel de Silva su jefe le dejó ir y aseguró que era una experiencia única y Miguel Ángel Navarro viajó porque le había tocado a su yerno pero prefirió que fuera él.
La aventura comenzó antes de las ocho de la mañana en la explanada de Los Planos, donde se preparó la cesta, se extendió la vela y se llenó de aire, con unos ventiladores de grandes dimensiones. En su interior cabe tanto aire como el que cabrían en cuatros piscinas olímpicas.
Previamente, los pasajeros montaron en la cesta, la segunda más grande de España, con capacidad para 21 pasajeros, y se distribuyeron por los cuatro compartimentos, en los que se divide alrededor de otro central donde se sitúa el piloto, que tiene acceso a cuatro quemadores que va manejando para calentar el aire del interior de la vela, con propano GLP, igual que se utiliza para algunos vehículos.
Unos 400 kilos levantó sobre la ciudad este globo, que permitió a sus pasajeros disfrutar de vistas inéditas de Teruel, desde los barrios de la Fuenfresca y el Ensanche, hasta la plaza de toros y los viaductos, pasando por el skyline de la ronda con el Centro Histórico detrás. El piloto iba subiendo y bajando a una velocidad que osciló durante el viaje entre 6 y 20 km/h. Arriba, rotó el globo para que todos los pasajeros tuvieran las mismas vistas. Y mientras hacían fotos y videos desde el cielo, recibían las imágenes que los turolenses hacían desde abajo del paso de la aeronave por la ciudad.
“¡Qué pequeña parece la plaza del Torico!”,coincidieron en destacar algunos de los pasajeros mientras que desde el aire sí que se veía muy grande la plaza de toros, un gran círculo que se asomaba a la ladera, junto a los viaductos en paralelo.
Todos los premiados con este viaje buscaban entre barrios y calles sus propias casas, el colegio de sus hijos o su lugar de trabajo, además de los símbolos de la ciudad: las torres mudéjares, la catedral o los Arcos.Tras pasar por encima del barrio de San León y la zona de las Viñas el piloto fue buscando un lugar donde aterrizar, advirtiendo que podría ser necesario sujetarse a las asas de seguridad, como habían indicado antes de iniciarse el viaje. Pero finalmente no fue necesario. Los viajeros apenas se dieron cuenta de que ya habían tomado tierra en una parcela junto a las instalaciones del Chantre.
El trayecto, de 55 minutos, había llegado a su fin. Pero entonces, había que bajar. El equipo de A vista de Globo, que había seguido la trayectoria del globo desde que salió de Los Planos, consiguió llegar hasta el punto de aterrizaje y los pasajeros fueron bajando en el orden en el que iba indicando el piloto, para que el globo no volviera a salir volando. Paralelamente, la vela iba perdiendo aire.
Con todos los ocupantes fuera, quedaba terminar de vaciarla y recogerla, con la contribución de los propios pasajeros, que ayudaron a ir doblando la vela. No había miedo de que se rompiera, porque está hecha de una tela específica para globos, que se fabrica con nylon de tercera generación en la República Checa. El esfuerzo fue recompensando con un almuerzo, con productos locales traídos para la ocasión. Los vehículos de la empresa devolvieron a los pasajeros al punto de salida, donde se les entregó un diploma que acredita la experiencia y se brindó con champán, como se hace siempre tras aterrizar un globo, una tradición que se remonta a los orígenes de este tipo de aeronaves en Francia, allá por el siglo XVIII.
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