El Toque del Campanico gana público y recupera protagonismo
La alcaldesa de la ciudad y el Vaquillero del Año tiraron de la cuerdaAnte un público ansioso, la alcaldesa de Teruel, Emma Buj, cumplió con la tradición y respondió a la petición de los turolenses que le dijeron que sí querían que comenzaran las fiestas: “Que suene el Campanico y vivamos La Vaquilla” gritó desde el balcón del Ayuntamiento a las 4 y media de la tarde, justo antes de que tirara de la cuerda junto al Vaquillero del Año, José Marín Marsal, entre otros que ayudaron a que el toque cogiera velocidad y con ello se acelerara el corazón de los turolenses.
Si hace algo más de diez años el Campanico era un pequeño acto con más de protocolario que otra cosa, tanto arriba en el salón de actos del Ayuntamiento, desde donde se sale al balcón, como abajo en la plaza de Catedral, hoy en día se ha convertido en la auténtica zona cero de la Vaquilla, donde late de veras el estertor de la normalidad y se vive el minuto uno antes de la Vaquilla. Donde se apagan los últimos nervios y todo queda visto para sentencia una vez que el pañuelo rojo abandona el edificio consistorial y se encamina hacia el Torico jalonado por el júbilo generalizado.
En esa transición estaban ayer, en el centro del huracán, los peñistas de El Ajo Rodrigo Jambrina y Miguel Ángel Calomarde, encargados de custodiar la tela roja y llevarla de manos de la alcaldesa a las de Dani Igual y Mario Bea, para que la anudaran a los 54 kilos de bronce más característicos de Teruel. Y el segundo lo hizo lesionado, con un esguince de tobillo “por bailar como cuando teníamos 20 años” que apenas le dolió durante el primer tramo de escaleras desde el salón de plenos hasta la salida del Ayuntamiento.
Minutos antes del recorrido su compañero, Jambrina, aseguró: “Lo llevaremos con nosotros aunque sea a rastras”. El peñista se mostraba exultante y tranquilo. “Reconozco que he tenido algo de nervios hasta llegar este momento”, explicaba. “Ahora estoy tranquilo, estoy rodeado de amigos de la peña y de otros que no son de la peña pero que han venido para estar conmigo y solo tengo ganas de que llegue el momento de salir”. Preguntado por cómo iba a ser el trayecto hasta la base de la columna del Torico, Jambrina sonrió de par en par y echando la espalda hacia atrás, con ese gesto somarda –Labordeta definió mejor que nadie esa palabra como “aquel que se ríe de las cosas y no de las personas”– tan propio de la buena gente de Teruel. “Somos el Ajo”, dice lacónico. “No somos de planear las cosas, sino de improvisarlas para que salgan bien”.
También era nueva la situación para algunos de los nuevos concejales del Ayuntamiento de Teruel, como Carlos Méndez, de Cultura, que ayer vivió su primera Vaquilla en los prolegómenos del Campanico. “Es muy diferente”, explicaba divertido. “Yo he vivido la Vaquilla de noche y ahora la estoy viviendo de día, pero no como un impedimento sino como un reto maravilloso”. Méndez, que sigue siendo presidente de la asociación Soga y Baga de Teruel, reconocía que hay un antes y un después la noche del domingo al lunes, cuando se abren paso los ensogados en el programa de fiestas, pero explicaba que, a poco vaquillero que se sea, los instantes previos al sonido del Campanico son tensos y emocionantes como pocos.
Sacaba galones la alcaldesa, experimentada y la más tranquila de largo de la corporación en ese trance, y con su tradicional arenga; ¿Queréis que comience la Vaquilla? –como si se pudiera elegir–, ponía en marcha la maquinaria. Dos millones de móviles subieron por los aires en el interior del salón de plenos mientras Jambrina se anudaba el pañuelo rojo a la muñeca. La comitiva compuesta por la corporación municipal, peñistas del Ajo y propios y agregados, bajaron con una sonrisa nerviosa en el rostro. Últimas fotos antes de que la Policía Local abriera la puerta del Consistorio y todo se precipitara a la calle, entre música y jolgorio. No es por ser aguafiestas para los que aguardan en el Torico pero, para muchos, la Vaquilla ya había comenzado.