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El programa de Teruel ‘Aislados pero no solos’ ata lazos que van más allá del estado de alarma El programa de Teruel ‘Aislados pero no solos’ ata lazos que van más allá del estado de alarma
Pilar Alonso y Myriam Aguilar son dos de las voluntarias que recogen comida

El programa de Teruel ‘Aislados pero no solos’ ata lazos que van más allá del estado de alarma

La iniciativa solidaria surgió de la Federación de Asociaciones Vecinales y del Ayuntamiento
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Voluntarios y usuarios del programa Aislados pero no solos, que el pasado 17 de marzo lanzó el Ayuntamiento de Teruel y la Federación de Asociaciones Vecinales San Fernando, hacen un balance positivo de esta iniciativa que surgió para establecer puentes entre las necesidades que fueron surgiendo debido al estado de alarma provocado en la ciudad por el coronavirus y aquellos ciudadanos y empresas que podían aportar tiempo, dinero o materiales para ir cubriéndolas.

Una de las primeras necesidades que se detectaron fue la de mascarillas. María Pilar Catalán fue una de las primeras que supo de esa carencia, avisada por su hija, que vive en Zaragoza. Empezó a hacer mascarillas con la telas de las sábanas de algodón que tenía por casa. Y de ahí dio el paso a las batas de protección que fabrica con bolsas de basura.  Aquí la cosa se complicó. “No tenía ni idea cómo hacerlas y desde el programa me enviaron vídeos para que lo viera”, cuenta y asegura que se siente “muy contenta por ayudar” porque “lo que está pasando es muy grave”. Desde el programa, sus voluntarios acuden a recoger las piezas que cose en su casa, en el barrio de La Fuenfresca.

Juan es otro voluntario del programa. Vive en el barrio de San León y en su caso pone su coche y con él va a recoger material que la gente prepara en casa o a hacer la compra en los establecimientos que colaboran con Cáritas. “Me sorprendió cuanta gente estaba cosiendo en casa”,  comenta y destaca la gratitud que expresa la gente a los voluntarios por salir a la calle por ellos.

Aarón Bugeda también pone el coche para atender a la usuaria que le asignaron desde el programa. Se llama María José y vive en Villaspesa. Aarón le hace la compra y las gestiones que le pide. “Me hice voluntario porque me lo comentó mi madre, estudio en Valencia pero el inicio del estado de alarma me pilló en Teruel y ya me quedé”, cuenta. Ahora compagina las tareas de voluntariado con sus clases online de Ingeniería Industrial y los exámenes que están haciendo telemáticamente.

Para María José Arnau la ayuda que le presta Aarón es muy importante. Y para ella, que no es mayor pero tiene lupus y otras patologías que le hacen quedarse en casa ahora y antes también, el programa le ha permitido contar con una atención que antes no tenía. “Como les pasa a muchas personas mayores yo tampoco salgo mucho de casa por lo que esta situación no ha cambiado mucho con respecto a antes pero sí que me facilita el día a día”, argumenta.

 La confianza es para ella la base de esta relación entre usuario y voluntario y le gustaría que el Ayuntamiento decidiera que el programa continúe después de la crisis sanitaria del coronavirus. 

A Pilar García no le importaría seguir haciendo algún tipo de voluntariado después del que está haciendo con el programa Aislados pero no solos. No había hecho antes y esta labor le ha llevado a plantearse involucrarse más cuando todo esto acabe. En su caso se encarga de llevar doce cenas desde el seminario hasta el albergue de Cáritas todos los días a las 19 horas. Aunque le trayecto es corto, lo hace en coche. 

Ella vive en el Centro y asegura que esta labor que hace de lunes a domingo no le lleva mucho tiempo. Sigue trabajando y este voluntariado lo ha incluido en su rutina. 

Tampoco le lleva mucho rato a Myriam Aguilar que tiene una ocupación similar dentro del programa. En su caso, se encarga de llevar la comida desde el centro de día Santa Emerenciana a un matrimonio mayor que vive en la calle Jaca. “Son personas de riesgo y es mejor que me exponga yo”, asegura esta joven que ve el programa como “una forma de colaborar, no una obligación”.

Como ella, Pilar Alonso es otra de las voluntarias que cada día recoge la comida en Santa Emerenciana para llevarla a domicilio. Lo mismo hace Daniel Cantó, que la recoge en la residencia Turia.

Isabel Nogales es  otra de las usuarias del programa y se muestra contenta y agradecida con la iniciativa. Es una persona de riesgo y no puede salir a la calle y su marido tampoco. Los hijos viven fuera y aunque tenían ayuda de otras personas un día necesitaba medicamentos y llamó al ayuntamiento, le hablaron de este programa y ahora está encantada. “Viene una chica joven y nos hace la compra, me la trae a casa y me la entrega en el rellano, van protegida con sus guantes y mascarillas, estamos muy contentos porque no solo la voluntaria también desde el programa están pendientes de nosotros”, explicó.

El programa incluye una red de teleoperadoras voluntarias que realiza llamadas a personas que están solas. Nuria Sánchez es una de estas teleoperadoras y explica que cada dos o tres días llama a las tres señoras que le  fueron asignadas por el programa. Son personas mayores que están solas y que necesitan hablar con alguien y que ahora para Nuria se han convertido “en alguien más de la familia”.

Una red de solidaridad que se extiende por todos los barrios como una mancha de aceite 

Más de 251 voluntarios de todos los barrios turolenses participan en el programa, una iniciativa que partió de la colaboración entre el Ayuntamiento de Teruel y la Federación de Asociaciones Vecinales, para dar respuesta a las urgencias que genera la pandemia en la ciudad.

En la actualidad se cuenta con 153 voluntarios con disposición para realizar cualquier labor. Las voluntarias dispuestas para hacer llamadas de control o hacer algún tipo de acompañamientotelefónico son 25, de las cuales 12 de ellas son el equipo principal por el cual pasan las llamadas, y las otras 13 personas están a la espera.

Hay 54 voluntarios para realizar labores relacionadas con la realización de mascarillas y batas. La mayoría las cosen y también hay personas que donan material para poder hacer estos productos.

A través del proyecto Conecta Teruel hay 14 empresas que colaboran con el programa de voluntariado, haciendo donaciones de material, vehículos o con personal propio.

Existe un servicio de psicología formado por especialistas voluntarias. En estos momentos son cinco las que forman este equipo, a las que las coordinadoras del programa les pasan las llamadas de personas que directamente han solicitado esta atención o que a través de las teleoperadoras voluntarias han detectado que necesitan este servicio. La incertidumbre y la tristeza hace mella en las personas que llevan en algunos casos seis semanas sin salir de casa.

Coordinación

Para coordinar a todos los voluntarios y las diferentes atenciones de las que se ha ido nutriendo este programa, desde el centro de operaciones que se habilitó en el centro de día Santa Emerenciana, cerrado al público salvo para este servicio y para la cocina, se trabaja mañana y tarde en coordinar, atender las llamadas y preparar el material que donan empresas y particulares para hacerlo llegar a su destino.

Actualmente hay tres coordinadoras, Patricia Blasco como técnico de Integración Social; Sonia Garzarán, trabajadora social; y Samantha Gómez, psicóloga. Garzarán cambió su trabajo como monitora de un autobús escolar por el coordinadora y “aunque al principio fue una locura es una experiencia que no cambiaría por nada porque es un trabajo muy gratificante”.

Las tres están habitualmente en el centro pero también les ha tocado repartir material y alimentos, para lo que cuentan con una furgoneta que cedió Rimauto. Todas las salidas que hacen tanto ellas como los voluntarios son registradas en un programa informático. Todos van equipados con equipos de protección y están en contacto con el centro de coordinación.

En este sentido, los voluntarios agradecen que desde el centro las coordinadoras les llamen y les pregunten que tal están, si necesitan algo o si quieren cambiar de usuario, porque habitualmente es el mismo voluntario el que atiende al mismo usuario.

El programa tiene un antecedente en una iniciativa que la Federación vecinal presentó a finales del mes de noviembre, un proyecto piloto para que no se sintieran solas las personas mayores, con la participación de dos voluntarios por barrio que detectaran este tipo de casos.

La iniciativa está ya siendo copiada en otros lugares. El barrio Las Fuentes de Zaragoza, con su asociación Tranvía, se ha fijado en algunas de las líneas de trabajo del programa turolense para aplicarlas ellos también.