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El futuro del clima también se decide en Teruel: Artículo del físico y meteorólogo Benito Fuentes sobre el cambio climático: El futuro del clima también se decide en Teruel: Artículo del físico y meteorólogo Benito Fuentes sobre el cambio climático:

El futuro del clima también se decide en Teruel: Artículo del físico y meteorólogo Benito Fuentes sobre el cambio climático:

Solamente en la ciudad de Teruel dejaríamos de emitir más de mil toneladas de CO2 cada año si dejáramos el coche aparcado
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Para bien o para mal hablar sobre cambio climático está de moda. Los jóvenes de medio mundo están saliendo a la calle para que los políticos tengan la decencia de legislar a favor del medio ambiente. Por una parte me agrada que la gente joven se movilice para que, por fin, el cambio climático pueda abordarse como un tema principal en los partidos políticos y sus programas electorales. Pero por otro lado no dejo de sentir cierto estupor ante estas exigencias: en mi opinión, erramos el tiro al manifestarnos solamente contra los políticos. Según los barómetros del CIS, los partidos políticos son el segundo problema de los españoles. ¿De verdad pensamos que aquellos en los que nunca confiamos nos van a solucionar el problema? Ya hemos visto lo que saben hacer en otros ejemplos como el 8 de marzo, la educación o el terrorismo: politizar el tema e insultarse unos a otros.

Cuando se habla de la lucha contra el cambio climático hay un factor que siempre se pasa por alto y es la palabra “lucha”. Combatir el cambio climático no es tarea fácil, supone un gran esfuerzo tanto personal como económico y cuanto más pongamos de uno menos tendremos que poner del otro. Parte del calentamiento global ya es irreversible y no podemos pararlo pero sí podemos evitar que vaya a más. Para eso tenemos que reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en España un 33% en 2030 y esta lucha se puede llevar a cabo por dos vías principales.

La primera es el esfuerzo personal: uno de cada tres días no consumas absolutamente nada. No uses el coche, el ascensor, la lavadora, la calefacción o el aire acondicionado. No enciendas la luz, no veas la televisión ni el móvil, no consumas alimentos que no hayas producido tú mismo. Este esfuerzo es posible pero a la vez enorme y afectaría a tu calidad de vida.

La segunda también es simple: confiemos en que los políticos lo hagan todo. Multiplicarán el presupuesto anual porque tendrán que invertir cientos de miles de millones de euros para el desarrollo de energías limpias, modernización del transporte, reconversión industrial y remodelación de las viviendas. ¿Adivinas a quién le pedirán ese dinero? Subirán el IVA a los productos con más huella de CO2, reducirán drásticamente el sector de la construcción y recortarán algunas de tus libertades: prohibirán el uso de coches no eléctricos, cerrarán multitud de granjas bovinas limitando el consumo de carne y leche, prohibirán la exportación de frutas y verduras del exterior, limitarán tu consumo de energía eléctrica y de algunos cereales, etc. El tremendo esfuerzo económico afectaría a tu calidad de vida.

Existen vías intermedias en las que el esfuerzo económico y personal se reparten pero que también afectarían a nuestra calidad de vida. Quiero insistir en esto porque todavía hay gente que piensa que el problema puede arreglarse a coste cero o con brindis al sol tales como apagar la luz una hora al año, colgando una foto solidaria en las redes sociales o comprando un producto supuestamente ecológico. Este problema afecta a todos los sectores y las medidas de adaptación y mitigación tienen que ser transversales: los esfuerzos personales, las acciones políticas y las reconversiones industriales han de ir de la mano. 

No cabe duda de que el mayor gasto lo han de hacer los sectores del transporte, la construcción y la industria pero gran parte del desembolso correrá a cargo de los ciudadanos porque esos sectores querrán recuperar la inversión realizada. Exigimos que las empresas se gasten millones investigando en tecnologías limpias que luego no adquirimos porque nos parecen caras.

El otro día me senté en un banco de la Avenida Sagunto y conté hasta 500 coches en una hora y en una sola dirección (furgonetas, motos y camiones aparte). La mayoría de estos trayectos son intraurbanos y pueden realizarse a pie. Con un cálculo sencillo y a la baja se obtiene que solamente en la ciudad de Teruel dejaríamos de emitir más de mil toneladas CO2 cada año si dejáramos el coche aparcado y nos ahorraríamos más de un millón y medio de euros que podríamos invertir en mejorar el transporte urbano y en desarrollar tecnologías más limpias. Disminuiría el número de fallecidos por contaminación, practicaríamos más ejercicio, reduciríamos el coste sanitario, nuestra ciudad sería más acogedora y marcaría un referente a nivel internacional. Ver un vehículo sería algo anecdótico y reservado solamente para trayectos imprescindibles. Además disminuiríamos la inversión que tendrán que hacer las industrias y los comercios de modo que el precio final de sus productos finales no se incrementaría tanto y afectaría menos a nuestro bolsillo. Si tengo que elegir, prefiero quitarme de coche y de caprichos que quitarme de calefacción o frigorífico.

Es frustrante la reacción de la mayoría cada vez que comento esta propuesta: una oposición visceral e inmediata sin ni siquiera analizarla. Casi todo el mundo se lo toma como una ofensa personal, de repente el coche y la moto se vuelven imprescindibles y me dicen que aquí eso no funcionaría. ¿Por qué exactamente aquí no? Incluso me han hablado del derecho a contaminar pese a que todavía no he encontrado una ley donde figure tal derecho. Los hay que dicen que es una medida cara pero, según la conclusión del informe Stern, no hacer nada nos cuesta cada año entre cinco y veinte veces más.

Preferimos pensar que esas medidas no pueden implementarse por tal y tal excusa. Preferimos seguir usando el coche para ir al gimnasio porque es más cómodo que ir andando. Preferimos quemar gas en calefactores para tomarnos algo en una terraza en invierno porque se está más a gusto que en el interior. Preferimos comprar fruta que ha viajado medio mundo con tal de ahorrarnos unos céntimos pero no escatimamos en gastarnos miles de euros en un segundo coche. Elegimos la comodidad pero sin dejar de exigir a los políticos que hagan lo que nosotros no estamos dispuestos a asumir. 

No voy a ser yo quien defienda a los políticos sino más bien al contrario. Quiero poner el foco en nuestro papel como ciudadanos precisamente porque no me fío de los políticos. Y quiero hacer ver que los ciudadanos tenemos que hacer un gran esfuerzo voluntario para cuidar nuestro entorno porque será peor cuando los políticos nos obliguen a hacerlo a la fuerza. Está muy bien manifestarse para exigir a los demás que hagan algo pero primero tenemos que hacerlo nosotros mismos.

Por supuesto que cada cual es libre de optar y elegir lo que le apetezca (faltaría más) pero hay que tener bien presente las consecuencias que se derivan de esas elecciones: nos manifestamos contra la despoblación pero al mismo tiempo la estamos fomentando cuando libremente optamos por productos más baratos de la otra parte del mundo y ayudamos a hundir el comercio local y subir el paro en nuestra provincia (adivina quién paga esas prestaciones). Según un estudio de la Universidad Carlos III cada año fallecen una media de 25 personas en Teruel por culpa de la contaminación y según la DGA las enfermedades respiratorias fueron la tercera causa de fallecimiento en la provincia en 2017. Cuando elegimos libremente el coche estamos intensificando la severidad de las alergias y las enfermedades respiratorias aumentando el gasto sanitario (que pagamos tú y yo). Cuando dejamos que los políticos actúen por sí solos reaccionan cerrando centrales térmicas sin dar ninguna alternativa y condenando al abandono de una región entera (adivina quién paga las consecuencias). Cuando preferimos subir la temperatura media del planeta estamos optando por estaciones de esquí cada vez menos competitivas, por unos suelos menos fértiles, por una agricultura menos productiva y por una disminución de nuestros ingresos. Y eso está pasando ya, no es algo que venga en el futuro. Eso sí, luego nos escandalizamos por absurdas leyendas urbanas sin ningún fundamento científico como las avionetas antilluvia o las antenas de telefonía.

Tenemos la misma actitud que nuestros padres y abuelos: es mejor no hacer nada y que la bola de nieve siga creciendo. Lamentablemente nuestros hijos y nietos no podrán permitirse ese lujo y tendrán que lidiar con el problema. El esfuerzo económico será enorme y su calidad de vida mucho menor gracias a que nosotros no quisimos mover un dedo poniendo mil escusas. Y lo peor no es reducir la emisión neta de gases un 33% para 2030, lo terrible es que, si queremos que el calentamiento global no vaya a más, hemos de reducir la tasa a cero en 2050.

Por eso están en las calles y por eso deberían clamar no solo a los políticos sino a la sociedad en su conjunto para que salga y se mueva de una vez por todas. Andando, a ser posible.