El cuarto de arbitrios municipales resguardó al Torico en los días de la Batalla de Teruel
Noticias de la época confirman que la figura que se ocultó es la misma que se recuperó despuésEl derribo de la columna que sustenta al Torico y de la propia figura han desatado una tormenta de hipótesis y suposiciones sobre la autenticidad o no de la escultura. Han salido a colación fechas e interrogantes sobre el origen y pasado del símbolo turolense. Una de estas conjeturas lanza dudas sobre si, en el transcurso de la Batalla de Teruel y la retirada de la figura, se pudo llevar a cabo algo parecido a un cambiazo o creación de una réplica que nada tuviera que ver con la escultura original.
Nada más lejos de la realidad: el Torico que se preservó para evitar daños en la batalla por la toma de la ciudad es el mismo que se recuperó a su término. El mismo alcalde que ordenó resguardar la estatuilla comprobó que nada en ella había cambiado cuando fue hallada de nuevo.
Documentación
Así se constata en la documentación que baraja Alfonso Casas, el mayor investigador y experto que hay en Teruel sobre la guerra civil. Para Casas, queda descartada cualquier maniobra ocultista.
De acuerdo con la información que baraja este estudioso, la prensa de la época ya contó en tiempo real que, como consecuencia de los esporádicos bombardeos de artillería al que estaba sometido el caso urbano de la ciudad y las pasadas, de vez en cuando, de bombarderos republicanos para soltar su carga, el alcalde, José Maícas, ordenó que se retirase la figura que presidía, como ahora, la plaza. Previamente a la toma de esa decisión hay fotografías en las que aparecen la fuente y la columna completamente apuntaladas con sacos terreros, pero el alcalde temía que esas precauciones no serían suficientes si el fuego se recrudecía, como así ocurrió. Ordenó trasladar las momias de los Amantes al convento de Santa Teresa y al Torico al Ayuntamiento. Hay constancia periodística de esas decisiones, pero no están respaldadas por ninguna imagen.
Cuando se desata la ofensiva republicana sobre Teruel en diciembre de 1937 la ciudad ya no tiene a la vista a su Torico. Transcurren los días de hielo, fuego y sangre, con un cruce del Turia en una gélida noche por parte de algunos turolenses entre los que se encuentra José Maícas, que logró sobrevivir. Es el mismo también que regresa cuando las tropas reconquistan la ciudad y que, acompañado de enviados especiales de al menos dos grandes medios, ABC y Heraldo de Aragón, recorre la ciudad llena de escombros con la idea de averiguar qué ha sido de los Amantes y de El Torico. Las momias aparecen entre un montón de cascotes y vigas de un malparado convento de Santa Teresa. Falta encontrar la figura del pequeño toro. El alcalde se dirige al ayuntamiento y entre un revoltijo de escombros, muebles, papeles y otros objetos, en lo que fue la oficina de “arbitrios municipales”, tal y como narran los periodistas que acompañan a Maícas, aparece el Torico. Tampoco hay constancia gráfica de aquel rastreo urbano en busca de los principales símbolos turolenses.
La misma escultura
La recién hallada es la misma escultura que se mandó guardar porque presentaba los mismos daños sufridos cuando fue retirado de su columna: el cuerno derecho está roto y en los cuartos traseros se aprecian erosiones importantes, las mismas que vio Maícas antes de la batalla.
Con estas pruebas el alcalde descarta las sospechas que alguien le hace sobre la posibilidad de que los rojos hubiesen suplantado la escultura original por otra parecida.
Sin que haya constancia de la autoría de la propuesta, se le plantea al alcalde la posibilidad de trasladar la figura a Zaragoza para que sea guardada a la espera de ser colocada en un futuro Museo de la Guerra que se pueda abrir en la capital aragonesa. El general Moscardó, responsable máximo de las tropas de Franco tras la toma de la ciudad, considera prematura la idea y la escultura no se mueve de Teruel.
Kati Horna inmortaliza el ‘paseíllo’ por la plaza
Tres soldados del Ejército de Galicia, según denominación de la época, observan la figura del Torico cuando, tras su hallazgo en el Ayuntamiento, es trasladada a su plaza para mostrar a los curiosos, la mayoría uniformados, que el símbolo de la ciudad ha sido recuperado. La prestigiosa fotógrafa Kati Horna acciona varias veces el obturador de su cámara para dejar testimonio de aquellos momentos. Los soldados de la imagen apenas detienen la mirada sobre la estatuilla.