El cariño por el territorio y hacia su patrimonio paleontológico comienza con los más pequeños
Decenas de miles de escolares de la provincia y de fuera han participado en los talleres de la Fundación Dinópolis en sus veinticinco años de existenciaLa historia de la vida se enseña en las escuelas, se descubre en los museos y se visualiza en los fantásticos documentales que se hacen ahora gracias a unas animaciones digitales que son capaces de devolver a la vida las faunas y floras extintas del pasado. Pero donde de verdad se aprende para toda la vida cómo ha sido esa fabulosa aventura de la evolución es en el campo y escuchando a quienes excavan los fósiles, los estudian, interpretan lo que dicen los mismos y desvelan la geología del lugar donde aparecen. La provincia de Teruel es un libro abierto por su gran riqueza geológica y fósil en la que ha quedado grabada esa historia de la vida, y los paleontólogos de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis se han encargado en los veinticinco años de existencia de esta institución de inocular en los más pequeños el interés por las ciencias de la Tierra.
Decenas de miles de escolares turolenses han participado en todo este tiempo en los talleres que se han impartido desde la Fundación, yendo los paleontólogos en muchos de los casos escuela por escuela e instituto por instituto a ofrecer actividades, aparte de las que también han desarrollado para grupos en el parque paleontológico de Dinópolis. De esa forma han transmitido a las nuevas generaciones el cariño por el territorio y su rico patrimonio, además del compromiso por protegerlo.
En la primavera pasada, los escolares del colegio de Cedrillas se echaron al monte con los paleontólogos de la Fundación Dinópolis para limpiar un yacimiento de icnitas (huellas) de dinosaurio que se encuentra a las afueras de la localidad. Con brochas y pinceles retiraron con esmero la tierra que cubría las pisadas bajo la atenta mirada y el asesoramiento de los científicos, que les explicaron cómo se habían formado esos rastros hace millones de años, en la era de los grandes gigantes terrestres. Los chavales estaban fascinados y todos coincidían en que durante el fin de semana llevarían a sus familias al afloramiento para contarles lo que había allí. Los escolares pasaron así de las palabras que recoge un libro de texto, o el magisterio de sus maestros, a aprender una lección de ciencias naturales desde la experiencia vivencial, que es como los conocimientos se fijan de por vida.
Con una sencilla actividad, pero dedicándole tiempo al salir del laboratorio y de sus rutinas científicas, los paleontólogos de Dinópolis inoculan la pasión por el conocimiento a esos escolares y, más importante todavía, les hacen descubrir la riqueza patrimonial que tienen en sus pueblos. La de Cedrillas, como otras actividades desarrolladas en otros tantos sitios, son una toma de contacto con la naturaleza que no olvidan los pequeños, que despierta otras muchas curiosidades por seguir descubriendo cosas, y quién sabe si esas experiencias acaban convertidas en el germen de alguna nueva vocación científica entre los participantes.
Dentro de las labores que tiene encomendada la Fundación Dinópolis en sus estatutos está la divulgación, y mucho más allá de haberla puesto en práctica en el parque paleontológico, la han ejercido en las escuelas y colaborando con todo tipo de asociaciones culturales. Enseñan así a los alumnos mediante talleres de qué nos hablan los fósiles y cómo a través de ellos se puede aprender la fascinante evolución de los seres vivos sobre el planeta.
Al hacer un repaso de lo que han sido los veinticinco años de la Fundación Paleontológica, los talleres con escolares ocupan un lugar preeminente dentro de lo que han sido sus actividades rutinarias, algunas de ellas tomadas como modelo en otros lugares, además de haber sido un referente internacional al ser difundidas mediante artículos en publicaciones científicas y congresos sobre la divulgación y la enseñanza de las Ciencias de la Tierra.
Nada más abrirse el parque paleontológico, los científicos hicieron de las actividades con los escolares una seña de identidad de la institución. Los chavales visitaban el laboratorio de la Fundación que está junto a la rampa de acceso al museo en Dinópolis, y los paleontólogos les explicaban el trabajo que hacían allí, cómo limpiaban los fósiles y los restauraban, su clasificación y su conservación.
Replicar fósiles
Los chicos y chicas podían hacer réplicas de fósiles, pintarlos y llevarse las copias con ellos para que la lección perdurara en el recuerdo y el aprendizaje en el tiempo. Y lo que más les fascinaba era montarse en el vehículo de la Fundación Dinópolis.
Con el tiempo, estas actividades fueron tomando forma en talleres que se ofertaban para realizar en el propio parque paleontológico o en los centros de enseñanza, enfocados a distintas edades según sus contenidos. ¡Conociendo a los dinosaurios! estaba dirigido a chicos y chicas de 6 a 7 años, que de la mano de un paleontólogo profesional con la ayuda de réplicas de fósiles, aprendían a distinguir los distintos tipos de dinosaurios que hay y las huellas que dejaron impresas que hoy se encuentran por buena parte de la provincia.
¡Quiero investigar dinosaurios! confrontaba a escolares mayores, de 8 a 11 años, con la realidad de los gigantes del Mesozoico a través de diferentes fósiles que iban desde huevos, dientes, huellas, coprolitos y gastrolitos; mientras que el taller ¿Quién soy yo? iba un poco más lejos, para alumnos de 12 a 17 años, retándoles a distinguir entre fósiles originales y otros que no lo eran,a demás de trabajar con el gigante de Riodeva, Turiasaurus. Otra actividad que hicieron los paleontólogos permitió explicarles las nuevas hipótesis surgidas a finales de la década pasada sobre la clasificación de los dinosaurios.
Junto a esos talleres desarrollados en las propias instalaciones de Dinópolis, los paleontólogos han desarrollado otros en los mismos centros de enseñanza con títulos tan sugerentes como Un mundo cambiante, en la que los chicos asisten a una conferencia impartida por un científico de la Fundación que se desplazaba a los propios centros. Y a la vez, a lo largo de todo el año, y principalmente en actividades de verano, los paleontólogos han ofrecido también talleres de réplicas paleontológicas en los pueblos.
Una actividad de dejó huella fue el proyecto e-DINO, desarrollado a lo largo de varios cursos escolares desde finales de la primera década de este siglo, y en la que participaron más de veinte mil escolares y cientos de centros de enseñanza, no solo en Aragón sino en comunidades vecinas como Castilla-La Mancha y Valencia. Fue una actividad que contó con la colaboración del Inaem a través del Fondo Social Europeo y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt). Los talleres fueron diseñados especialmente para cada nivel educativo al que iban dirigidos, y su desarrollo contribuyó también a la generación de empleo.
Esta labor divulgativa y formativa de la Fundación fue reconocida por el programa de ámbito intergubernamental Ibermuseos en 2014, que premió con una mención de honor el proyecto La psicología de la educación. Museo recóndito, en el que se englobaban las iniciativas e-DINO y Dinotur, una exposición que recorrió varios pueblos turolenses.