Ciencia, tecnología y arte se funden en la nueva escena de depredación entre dinosaurios de Dinópolis
Una instantánea de hace 120 millones de años congelada en el tiempoEs como si el tiempo se hubiera congelado hace 120 millones de años, como sucede en esos documentales de animales en África en los que la imagen se ralentiza primero y después se para en el crítico instante en que una leona ataca a una jirafa y clava sus colmillos y sus garras en la presa. Así sucede con la última reconstrucción de dinosaurios que se ha instalado en Dinópolis, una escena que enfrenta a un ejemplar de Tastavinsaurus con un depredador de la misma época, un inquietante Baryonyx, esos carnívoros cuya cabeza recuerda a los cocodrilos.
Con esta nueva reconstrucción en vida de dos dinosaurios, la zona de Tierra Magna en Dinópolis continúa dando cuerpo a los grandes vertebrados que poblaron la provincia de Teruel durante el Mesozoico. Dándoles cuerpo y vida, podría decirse, porque al estar representados en movimiento da la impresión de que en cualquier momento se van a girar hacia el público.
El nuevo conjunto escultórico aporta, además de interacción entre los dos corpóreos reconstruidos, mucho movimiento por el dinamismo que tiene. La Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, autora de la reconstrucción con su equipo de restauradores y paleontólogos, ha dado un paso más que en sus trabajos anteriores para mostrar una escena de depredación.
Se han juntado para ello dos dinosaurios del mismo periodo geológico. Ambos vivieron en Teruel hace unos 120 millones de años, habiéndose encontrado sus restos fósiles, directos e indirectos, en varios yacimientos de la provincia.
Por un lado está representado un ejemplar de Tastavinsaurus sanzi, un herbívoro descrito por primera vez en la localidad turolense de Peñarroya de Tastavins, aunque se han encontrado también restos en El Castellar.
Se trata de uno de esos dinosaurios cuadrúpedos de cuello y cola largos tan característicos de la iconografía de estos animales. Con sus 14 metros de largo es todo un coloso, pero se encuentra herido. Varias partes de su cuerpo muestran las marcas de garras de dinosaurios carnívoros.
Al estar debilitado por estas heridas, es una presa fácil para un ejemplar de Baryonyx, el dinosaurio carnívoro reconstruido a su lado, abalanzándose directamente sobre su presa. Estos terópodos se caracterizan porque su cabeza recuerda la de los cocodrilos, como sucede con Spinosaurus, otro de los grandes carnívoros míticos del Mesozoico junto con Tyrannosaurus rex.
Como en la sabana africana
El depredador mide 10 metros, otro coloso, que busca hacer lo mismo que los leones cuando cazan en la sabana, desestabilizar a su presa, aunque sea de mayor tamaño, para hacerla caer al suelo y poder matarla para devorarla.
La existencia de espinosáuridos como Baryonyx en la provincia la han documentado los paleontólogos de la Fundación Dinópolis en localidades como Alcalá de la Selva, Gúdar y Miravete de la Sierra. En estos municipios se han encontrado tanto dientes como garras y también huellas.
Los hábitos alimenticios de estos terópodos eran piscívoros, pero también se han encontrado en su estómago restos de huesos de dinosaurio, y eso es lo que muestra la escena recreada, un Baryonyx atacando a un Tastanvinsaurus herido en una instantánea espectacular por su movimiento y que el público puede disfrutar de cerca moviéndose alrededor de la reconstrucción.
El equipo de la Fundación Dinópolis ha utilizado la misma técnica empleada en anteriores corpóreos, que se caracteriza por un trabajo muy detallista. Tal ha sido ese grado de realismo, que han hecho a mano las 80.000 escamas que tienen los dos ejemplares.
El conjunto pesa dos toneladas y media, lo que la convierte en una obra de ingeniería. En este sentido, el director gerente de la Fundación Dinópolis, Luis Alcalá, asegura que este tipo de recreaciones son la “combinación perfecta de ciencia, tecnología y arte”.
Se requiere de las tres para lograr el resultado. Lo primero, el estudio científico, porque no es una escena imaginada, sino que responde a lo que han podido constatar los paleontólogos que sucedía hace 120 millones de años, tanto en el aspecto de los animales como en su conducta.
Pero es que además, semejante mole sería imposible que se mantuviese en pie, dada la posición de los animales, si previamente no se hubiese hecho un estudio de lo que pesan para construir las estructuras que están ocultas bajo el suelo y que las sustentan en esa posición.
Daniel Ayala, que está al frente de un equipo de cinco restauradores de la Fundación, asegura que estos corpóreos han supuesto un nuevo reto ya que se trataba de conseguir una escena entre dos dinosaurios interactuando. El año pasado ya se hizo un Torvosaurus que amenazaba a un Aragosaurus, pero sin llegar a tocarse, que es lo que hacen Tastavinsaurus y Baryonyx en el nuevo conjunto escultórico.
Los dinosaurios, como los que se han hecho hasta ahora, se diferencian de otros corpóreos que pueden verse en otros sitios por su realismo, por el detalle en su acabado, y por el rigor científico, ya que detrás de su reconstrucción está la mano de los paleontólogos.
Y es que como comenta Ayala, lo que buscan es “captar un fotograma clave de una escena que pudo ocurrir hace ciento y pico millones de años”. En este caso además han rizado el rizo porque el Tastavinsaurus tiene levantadas sus dos patas delanteras y Baryonyx se apoya solo sobre una pata, ya que la derecha la tiene sobre el vientre del saurópodo intentando derribarlo.
“Es una escena de máximo contacto y movimiento, pero a nivel escultórico mantiene una armonía total”, se enorgullece el artista al comentar lo que han querido representar. Por ese motivo se ha expuesto en un espacio no acotado en el que los visitantes pueden moverse alrededor y disfrutarlo desde los distintos ángulos que ofrece.
Para lograrlo han tenido que hacer un trabajo previo profundo y laborioso, ya que había que pensar “la escena y la morfología de cada dinosaurio desde todos los puntos de vista”.
Evolución
Dada la posición que mantienen los animales, han tenido que evolucionar respecto a trabajos anteriores tanto en la vertiente escultórica como en la estructural, comenta Ayala, quien asegura que “es más sencillo hacer dinosaurios individualizados apoyados en sus cuatro patas”, pero lo que hacen ellos es un toque de calidad que convierte estos corpóreos en únicos porque son esculturas en movimiento hechas artesanalmente.
En esta ocasión, al haber querido apostar por una escultura de mayor impacto visual, ha sido preciso trabajar también mucho más todo lo que son las estructuras metálicas que configuran lo que sería el esqueleto de los corpóreos y también la base.
Ya hicieron una apuesta grande hace dos años cuando realizaron Torvosaurus apoyado sobre sus dos patas y abalanzado hacia delante en posición amenazante. Fue colocar más de 400 kilos de peso prácticamente en el aire. Ganaron así en hiperrealismo, que han reforzado más todavía en esta ocasión con el nuevo conjunto escultórico y sus dos toneladas y media de peso.
De los 2.500 kilos que pesan los dos dinosaurios, solo la base y la estructura metálica interna suponen 1.500. El resto lo constituyen el poliestireno, el corcho blanco con el que esculpen las formas, y las distintas resinas con las que también moldean.
Por ese motivo tan importante es la mano del artista, guiada por el científico, como la vertiente tecnológica a la hora de calcular los pesos para que las estructuras guarden un equilibrio que permitan determinar las escuadras para que se mantenga en pie el conjunto escultórico sin venirse abajo.
Eso ha llevado también al equipo a trabajar con más profundidad todo lo que era la planificación previa. “Hemos tenido que apostar por un diseño previo con maquetas muy detalladas para tener unas referencias claras a la hora de modelar”, comenta Ayala, ya que hubo que trabajar mucho también para que encajaran bien los dos dinosaurios. El resultado es espectacular y una prueba más de que Teruel es un referente mundial de los dinosaurios no solo por los fósiles que se excavan, sino por cómo se devuelven a la vida estos fascinantes gigantes que nos precedieron.
Corcho blanco y alma de metal para dar vida a los gigantes
La técnica empleada por el equipo de restauradores de la Fundación Dinópolis para la construcción del nuevo conjunto escultórico es similar a la que han empleado en anteriores ocasiones, aunque cada vez avanzan más y evolucionan en las técnicas utilizadas para elaborar los dinosaurios.
Corcho blanco de poliestireno para dar forma a los cuerpos, con alma de metal en su interior para construir los esqueletos, es de lo que están hechos, además de resinas. Eso, unido a la pasión, son la forma como nacen a la vida estos grupos escultóricos. Para el que acaba de incorporarse a Dinópolis se emplearon más de 120 metros lineales y 220 kilos de resina proyectada. Han sido meses de trabajo y solo para hacer las 80.000 escamas una a una, los cinco miembros del equipo invirtieron más de dos semanas a razón de 8 horas al día cada uno.