La falta de agua no es algo nuevo en nuestra región. En los tres últimos siglos se han registrado muchos años secos y en al menos 36 de ellos la sequía ha sido extrema. Ante tales episodios antiguamente se culpaba a brujas, alquimistas o algunos colectivos religiosos. Hoy día nos hemos modernizado y buscamos culpables más sofisticados: avionetas que fumigan y hacen desaparecer los frentes y sus lluvias. Aún somos incapaces de admitir que, pese a los adelantos tecnológicos, seguimos y seguiremos siendo vulnerables a grandes nevadas, riadas o sequías extremas.
Las borrascas y sus frentes, en la mayoría de los casos, se desplazan de oeste a este. Cuando abandonan el Atlántico y tocan tierra en la península pierden su aporte de humedad y comienzan a debilitarse. Por su parte, la Cordillera Cantábrica y los Sistemas Central e Ibérico actúan como murallas y retienen una buena parte de las precipitaciones. El resultado es que los frentes llegan muy debilitados a nuestra zona y en ocasiones no queda de ellos más que unas pocas nubes. Las grandes nevadas y lluvias en nuestra provincia reciben su aporte de humedad del Mediterráneo pero estos eventos se dan con menos frecuencia. Hay años en los que son muy escasos y tardan mucho en llegar. Entonces sobreviene la sequía.
¿Qué sentido tiene culpar a unas avionetas por algo que se repite desde hace siglos en nuestra región? ¿Acaso teníamos grandes selvas, bosques frondosos y ríos caudalosos hace 50 ó 100 años? Nuestra vegetación ha sido forjada por la naturaleza poco a poco durante varios milenios.
Desde los años 70 se han realizado investigaciones con sistemas antigranizo con el objetivo, entre otros, de aumentar la lluvia (y no lo contrario). Los resultados hasta entonces han sido claros: su efectividad es la misma que encender una vela a un santo. Estos sistemas son incapaces de evitar terribles granizadas que cada verano se producen en nuestra provincia. Sin ir más lejos, ahí están los ejemplos recientes de Rubielos de Mora y Teruel.
Encender más velas a santos significa que se reza más pero no implica que se cumplan los deseos de los feligreses. Siguiendo la analogía, es obvio que la concentración de yoduro de plata es mayor en las zonas donde existen “sistemas antigranizo” pero no implica que por esa razón llueva menos. La Agencia Estatal de Meteorología y la Organización Meteorológica Mundial han reiterado en numerosas ocasiones que no existe relación y por eso las quejas de los colectivos caen en saco roto cuando se trasladan a la Administración (y no es porque las oculten y formen parte de una conspiración mundial. Los trabajadores de Aemet son personas normales y corrientes). Me parece lamentable que algunas asociaciones fomenten estos bulos porque están infundiendo la falsa esperanza de que sin avionetas se acaba el problema de la sequía. Eso es engañar y jugar con el sustento de cientos de agricultores.
La Organización para la Aviación Internacional es muy clara al respecto: si pilotas un avión comercial evita a toda costa adentrarte en una tormenta porque la probabilidad de accidente es alta. Hazlo solamente cuando sea inevitable. Una avioneta es bastante más frágil que un avión grande. ¿Quién en su sano juicio se arriesgaría a tal cosa? ¿Por qué hay tantas denuncias de estas avionetas y por qué tan pocos accidentes? Porque no existe tal práctica. Por otro lado, las estelas blancas que a veces se ven en el cielo son provocadas por la condensación del vapor de agua contenido en las emisiones de los motores. Para ello hacen falta condiciones de alta humedad relativa y muy baja temperatura y se forman a una altitud aproximada de diez mil metros, superior a la que puede alcanzar una avioneta.
Voy a suponer durante un instante que sí es posible eliminar una tormenta empleando una avioneta. ¿Cuántas se necesitarían para “deshacer” todo un frente? Calculando la cantidad de vapor de agua presente en estos sistemas se obtiene que, solamente en la provincia de Teruel, harían falta más de 11.000 avionetas transportando cada una más de una tonelada de material (cantidad superior al peso del aparato). Otra pregunta que se plantea es: ¿dónde va toda la energía y el agua que lleva el frente? Éste no puede deshacerse en la atmósfera sin más, las avionetas tendrán que recoger esa agua y esa energía y llevarla a otro sitio. Cada una de ellas almacenaría una energía equivalente a la de 133 bombas de Hiroshima (capaz de llevarlas a la Luna en seis minutos) y diez mil toneladas de agua (cuatro piscinas olímpicas). Estos valores nos dan una idea de que un frente es algo más que un conjunto de nubes y que, aun en pleno siglo XXI, dominar este tipo de sistemas entra en el terreno de la ciencia ficción.
La mayoría de los escenarios de cambio climático apunta a un aumento de los episodios secos en nuestra provincia. Los científicos llevan avisando desde hace años. Quizás nuestro error es pensar que el cambio climático es cosa del futuro cuando, en realidad, comenzó de forma tan sutil y lenta que seguimos sin damos cuenta de que vino hace tiempo y para quedarse. Cambio provocado, entre otros, por la emisión de gases de los automóviles, aparatos bastante más tangibles y reales que las avionetas. Ante este futuro podemos ponernos en marcha y adaptar nuestros campos, embalses y estilo de vida a venideras sequías. O podemos seguir mirando al cielo en busca de culpables imaginarios.