Aragón ha llorado a uno de sus grandes hombres recién desaparecido. Y desde Teruel me preguntan cuál fue la relación de Emilio Gastón con esta ciudad y provincia. Desde los tiempos fundacionales de Andalán, en 1972, estuvo en muchas batallas políticas, sociales, culturales aragonesas. Y asistió a sesiones en que se trataban temas turolenses, o en que un número extra sobre Teruel era “secuestrado” por la policía, y tantas otras cuestiones.
Lo mismo ocurrió cuando fundamos el Partido Socialista de Aragón (PSA), y él fue su secretario general y salió diputado en las primeras elecciones democráticas, con importante presencia en los debates sobre la Constitución.
Y su presencia en las tensas, largas, duras Asambleas de parlamentarios, para poner las bases de la futura Comunidad Autónoma, que él quiso siempre rápida y amplia en su formación (eran más los que no, ay Teruel).
Como íntimo amigo del gran artista Pablo Serrano, una de las máximas figuras culturales de esta provincia, perteneció al Patronato de la Fundación que creó, y luchó denodadamente para que llegara a fin y ello fuera de modo digno y jurídicamente estricto.
En uno de los viajes a homenajes al gran escultor, el que hizo Apudepa en 2011, se hizo entrega de una carta manuscrita recibida por Emilio Gastón del escultor de Crivillén fechada el 8 de septiembre de 1985 y escrita en elegante letra de tinta azul, relativa a la Fundación, y firmada unos días después del Homenaje que su pueblo le había rendido, a fines de agosto de 1985, en la que le comentaba: "Lo de Crivillén fue emocionante y difícil de decir por palabras. La garganta se anuda y el corazón se encoje. Ya pasó". Acudió también a otros encuentros, en Andorra, donde debatió con Antón Castro, Alberto Sánchez Millán y el firmante, sobre el tan querido y recordado amigo. El primer Justicia de los tiempos democráticos, encarnó maravillosamente la figura esperada, la actualizó a nuestra época, puso las bases de la institución jurídica y políticamente.
Orgulloso de ser a veces “defensor de causas perdidas”, de los débiles, los menesterosos, las gentes víctimas de atropellos, amaba especialmente –me dice su viuda, Mary Carmen Gascón, emocionada- las cosas pequeñas, recónditas, nada grandilocuentes.
Es decir: las tierras de Teruel, que visitó con alguna frecuencia, tanto la capital, o el Museo Salvador Victoria (con nuestra amiga Marie Claire Decay, la viuda del gran pintor de Rubielos de Mora), como el Bajo Aragón y el Matarraña o el Maestrazgo. Escribió y actuó alguna vez sobre los problemas de la Cuenca minera. En contaco con Luis Granell, uno de los grandes defensores de los ferrocarriles aragoneses, apoyó el de Teruel, tan maltrecho y abandonado. Con Lucía Pérez se sumó a las campañas de “Teruel existe”. Como abogado, asesoró a los vecinos de Galve.
Como íntimo y casi pariente de José Luis Simón (que me ayuda a encontrar una foto de su espléndida escultura “Retrato ancestral” en el Parque escultórico de Hinojosa de Jarque), conoce y sigue los trabajos del Grupo Sollavientos.
El bloguero Luis Antonio, en su Teruelandia reproduce un artículo en el Boletín del Centro Aragonés de Barcelona en que glosaba la presentación de las Poemorias de Emilio (medio siglo: 1935-1985) y un disco de sus poemas con acompañamientos musicales de entre otros músicos de gran prestigio, de Antón García Abril y José Antonio Labordeta, otro de sus grandes, enormes amigos, desde la infancia y pupitre compartidos.
Queda, en fin, entre otros muchos que podrían, podrán irse acumulando, el recuerdo de esa obra suya en Hinojosa. Abierta al viento, dinámica y alegre, como él quiso siempre que fuéramos todos, libres y llenos de amor por la Naturaleza, la vida, las gentes de toda condición.
* Eloy Fernández Clemente es Catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza, historiador y periodista