Alberto J. Schuhmacher, director del grupo de Oncología Molecular del INS Aragón: "La guerra contra el cáncer no la deben lidiar los pacientes, sino los laboratorios y los médicos"
El investigador aragonés trabaja en el diagnóstico con la biopsia líquida y en el tratamiento con inmunoterapiaEl director del grupo de Oncología Molecular del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón, Alberto J. Schuhmacher, que impartió la lección de clausura de la Universidad de la Experiencia en Teruel, considera que muchas veces las personas con cáncer “se envuelven en una heroicidad que no les corresponde por no estresar a su entorno” y considera inapropiado utilizar símiles bélicos para hablar de la enfermedad.
-¿Qué quiso transmitir en su conferencia sobre los avances en la investigación del cáncer?
-A menudo, cuando hablamos de cáncer, nos da mucho miedo y lo vemos como algo triste y tenebroso, que para mí son términos que deberían corresponder a otro siglo. Es cierto que el cáncer es una enfermedad muy seria en muchos casos, pero tenemos que entender que, del mismo modo que hablamos de covid, sarampión, ébola, gripe y sida como enfermedades distintas aunque todas son causadas por virus, tampoco es lo mismo un cáncer testicular con metástasis como el que tuvo Lance Arsmtrong que un tumor cerebral como el de Seve Ballesteros.
-Entonces, ¿el cáncer no debe ser considerado como una sola enfermedad sino varias?
-Al cáncer debemos ponerle nombre y apellidos porque son más de 400 enfermedades diferentes. El cáncer es una enfermedad de los genes. Para poder leer las letras de ADN de todos los genes, el denominado genoma, hubo que esperar a febrero de 2001, se tardó 15 años y costó 3.000 millones de dólares. Ahora la tecnología permite hacer la lectura en una sola noche y por muy poco dinero. Eso hace que tengamos un montón de datos y que empecemos a plantarle batallas al cáncer en los laboratorios.
-Los avances en el diagnóstico y tratamiento son notables...
-Por utilizar una analogía, Kennedy quiso mandar al hombre a la luna en los años 60 y se hizo. Sin embargo, Nixon quiso curar el cáncer entre 1971 y 1975, coincidiendo con el bicentenario de la independencia de los Estados Unidos, y no se hizo. ¿Y por qué? Subir a la luna fue fácil. Hizo falta mucho esfuerzo, talento y dinero, pero la ciencia básica, la ingeniería de materiales, las matemáticas e incluso la informática que hacía falta en aquel momento estaban desarrolladas. Sin embargo, para el cáncer hemos tardado esos 40 o 50 años en tenerla. Y un ejemplo muy claro es el del genoma.
-¿Ha revolucionado la inmunoterapia el tratamiento del cáncer?
-Cuando yo empezaba mi tesis doctoral hace 20 años, se decía que el sistema inmunitario no iba a funcionar nunca en el tratamiento del cáncer porque tenía que reconocer nuestras propias células. Gracias a los avances en la investigación del sida y de otras muchas cosas, ahora prácticamente uno de cada tres pacientes recibe alguna forma de inmunoterapia.
Laboratorio
-En el laboratorio también trabajan en el desarrollo de nuevas técnicas para el diagnóstico y seguimiento de tumores...
-Además de la inmunoterapia, también estamos viendo diagnósticos más tempranos gracias a la biopsia líquida, que es leer el ADN liberado por un tumor en la sangre. Estoy convencido de que, dentro de 15 o 20 años, un análisis de sangre nos permitirá saber la carga mutacional, qué genes hay alterados, para luego hacer terapias dirigidas. De esta forma, en lugar de dar quimioterapia a todo el tumor para ver si funciona, se realizarán tratamientos más efectivos. Y gracias a todos estos avances, podremos saber cómo van a ir surgiendo las resistencias para poder poner una segunda o tercera barrera.
-¿En qué medida ha afectado la pandemia de covid a la atención al cáncer?
-Durante un tiempo afectó y se dice que el cáncer se covidificó. Lo que ocurre es que hubo un periodo en el que no se participó tanto en los cribados y todavía no se han alcanzado los ritmos previos. Por ejemplo, en los cribados de sangre en heces tendría que involucrarse el 70 % de la población para que tuviera un buen valor y, en los mejores momentos, no se había llegado al 50 %, aunque iba en línea ascendente. Hay que conseguir retomar esa participación e incrementarla para que sea efectiva. Pero la consecuencia que tiene no haberse enrolado en eso es que van a ir apareciendo tumores en estadios más agresivos que, a lo mejor, hace años que no se veían. No quiero alarmar, pero ha ocurrido a nivel global. Además, algunos ensayos clínicos tuvieron que ralentizarse o pararse, aunque ya está todo en marcha.
-¿Qué importancia tiene el lenguaje al hablar del cáncer?
-Hay que tener mucho cuidado con el lenguaje. La guerra contra el cáncer es un símil muy malo. Si hay una guerra, la lidiamos en los laboratorios y los médicos. Hay muchos pacientes a los que les sirve, pero hay a muchos otros a los que les genera una frustración terrible. No hay héroes de la diabetes ni guerreros de los infartos. Utilizamos términos bélicos, pero tenemos que tener cuidado porque la persona tiene derecho a asimilar la enfermedad, que en muchos casos tienen una solución muy buena y es un problema que desaparece y en otros es un proceso que tenemos que vivir y nos podemos permitir llorar y enfadarnos. Muchas veces la persona que la vive, por no estresar al entorno, se envuelve en una heroicidad que no le corresponde.