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Noventa años del ferrocarril El Caminreal Noventa años del ferrocarril El Caminreal
Estación de El Caminreal, en la localidad del mismo nombre. Gonzalo Montón

Noventa años del ferrocarril El Caminreal

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Serafín Aldecoa

El 2 de abril de 1933, hace ya noventa años, se inauguró oficialmente la línea ferroviaria conocida con el nombre de “El Caminreal” que unía la nueva estación de este pueblo con la que se había construido en Zaragoza, dos estaciones casi gemelas realizadas por el renombrado arquitecto Luis Gutiérrez Soto.

Antes de proseguir, diremos que los actos y los personajes que participaron en las celebraciones de ese día se pueden visualizar en  un documental al que se puede acceder libremente en la red. En ellos tuvo un gran protagonismo Valencia al fletar un convoy ferroviario hasta Zaragoza en el que viajaron autoridades de Teruel, Caminreal y de la ciudad levantina.

Gracias a la construcción de esta “modélica línea”, así la calificaron los estudiosos del ferrocarril, los vecinos y las vecinas de Teruel y Valencia pudieron viajar directamente a Zaragoza y, por otra parte, las naranjas y otras mercancías pudieron exportarse a Francia vía túnel de Canfranc ya que en 1928 se había inaugurado el ferrocarril conocido como el Canfranero.

Muchas personas desconocen que hasta abril de 1933 las personas de las provincias de Teruel y Valencia que querían viajar a Zaragoza, tenían que dar un rodeo para llegar puesto que la primera línea ferroviaria inaugurada a principios del siglo XX solo unía Sagunto con Calatayud.

El que la línea acabase en Calatayud  tenía su explicación porque estaba previsto que desde esta ciudad la línea férrea llegase por Soria hasta Burgos y, desde aquí, por el túnel de “La Engaña” a Santander, o lo que es lo mismo, formaba parte o era un tramo del llamado ferrocarril Cántábrico -Mediterránero. Así que una vez en Calatayud, para llegar a Zaragoza, tenían que realizar un trasbordo tal como se había hecho desde 1901. Habían tenido que pasar más de 30 años para poder viajar Valencia-Teruel-Zaragoza de forma directa, sin cambiar de línea férrea.

En este artículo solo nos ocuparemos de las dos estaciones y por tanto, obviaremos todo lo relativo a la construcción de “El Caminreal”, costes económicos, características de la línea, el programa de celebraciones… y nos centraremos en las dos originales estaciones..

La piqueta

   Afortunadamente ambas han llegado, no sin dificultades, hasta nosotros resistiendo la acción de la piqueta, en parte por haber sido declaradas BIC (bien de interés cultural) no hace muchos años por parte de la Administración, lo que les ha dotado de protección y pese a que la de Delicias (así se llama la de Zaragoza), casi fue “tragada” por el mamotreto de la estación intermodal que se hizo hace unas décadas y que la oculta a la vista.

La de Caminreal-Fuentes Claras, este es el nombre completo, en plena agonía, parece que ha sido rescatada y restaurada con la finalidad de establecer en ella un albergue, entre otras ocupaciones, y  porque va a ser -no sabemos cuándo- una las tres sedes (las otras son la de Casetas y la de Canfrac) del ambicioso Museo Aragonés del Ferrocarril. Veremos en qué queda la cosa. El escepticismo, como buen turolenses, va por delante.

El resto de estaciones de la línea de “El Caminreal” son de otro arquitecto notable, Secundino Zuazo. Gutiérrez Soto conoció las estaciones del Calatayud-Sagunto y no le convencieron. En un artículo señalaba que “había que cuidar las estaciones de los ferrocarriles porque hasta entonces no se había dado la debida importancia a su construcción y no por eso deben dejarse relegadas a un segundo plano y limitarse a seguir unos viejos y deplorables patrones de estaciones, que por desgracia abundan en casi todas las líneas españolas: la estación es la fisonomía, la alegría del ferrocarril, lo que más directamente trasciende a la sensibilidad del viajero…”

Por estas razones, en  “El Caminreal” elevó dos originales edificios de dos plantas con una marcada horizontalidad, conformando un conjunto de encantadoras formas, pero a su vez funcional y en armonía con el entorno paisajístico donde se ubicaban.

En la fachada del andén y en la extensión, se sitúan los soportales de arcos de medio punto (también adintelados en Zaragoza) encalados y sobre ellos se combinan franjas de muro blanco con otras de ladrillo rojizo horadadas por ventanas de profundo alféizar y óculos circulares, así como una balconada en el centro flanqueada por pequeñas columnas. También hay que destacar su airoso campanario de planta cuadrada y tres alturas que se corresponde con la capilla interior. A la bicromía y a la combinación de vanos y muros, se suma el colorido de las tejas árabes rematando el armonioso conjunto.