Sergio del Molino, el periodista afincado en Zaragoza que patentó el eslogan tan en boga actualmente de la "España Vacía" y autor de la novela La hora violeta (Mondadori, 2013) donde narra la enfermedad y la muerte de su hijo Pablo, acaba de fijar su mirada en Francisco Tadeo Calomarde (Calomarde. El hijo bastardo de las luces. Libros del KO, 2020), el polémico, poliédrico y temido ministro de Gracia y Justicia de España durante ocho años (1824-1832), nacido en el pueblo de Villel en 1773 y muerto en el exilio en Toulouse en 1842 pero no por su ideología liberal, sino por su defensa del absolutismo de Fernando VII.
Pues bien, Del Molino, apasionado por el siglo XIX español, califica a Calomarde como "el primer capó de las cloacas del Estado" y entre otras cosas recuerda la célebre bofetada que le propinó la infanta a la que respondió, supuestamente, con aquella frase lapidaria de difícil atribución "Señora, manos blancas no ofenden" que marcó su declive político. Pero el periodista/escritor también habla de Olba, de la vinculación estrecha de Calomarde con este pueblo turolense donde pasó una temporada en su destierro y en cuya iglesia descansan sus restos dentro de un panteón. Si alguna vez van a este paradisiaco pueblo, sepan que pueden visitar la tumba del ministro Tadeo Calomarde.
Unas cuantas décadas más tarde, el ingeniero Torán de la Rad ("Pepe Torán", el de la fuente) de gira por los pueblos ribereños del río Turia junto al otro gran cacique de Teruel Carlos Castel y González de Amezúa, llegaron a Villel donde fueron recibidos apoteósicamente con grandes arcos vegetales de aquellos que hacían con ramas y flores a la entrada de los pueblos para recibir a los forasteros ilustres. No nos extendemos en los pormenores de la acogida pero sí en las palabras que inevitablemente pronunció Torán que afirmó que Calomarde, aparte de donar una escuela "en su afán por protejer [sic] a su patria chica, colocó en Olba la primera fábrica de papel timbrado que hubo en España y además quiso convertir Villel, su patria chica, en estación veraniega".
Esta pudo ser la "primera" posiblemente, pero anteriormente a la de Olba, habría que situar la que también fue considerada como primera fábrica de "papel continuo" que existió en Aragón y en España en el término de Villarluengo en el Maestrazgo turolense, pues cronológicamente se sitúa su construcción a finales del siglo XVIII, concretamente en 1789.
El proceso de fabricación del papel a base de trapos y telas principalmente, requería grandes cantidades de agua por lo que la fábrica de Olba se sitúo al lado del río Mijares mientras que para la instalación de la de Villarluengo se construyó un canal desde el río Pitarque para que moviera las amplias palas de la rueda que desmenuzaba los paños dando las revoluciones necesarias a las máquinas.
Esta zona se sitúa a unos siete km en dirección a Ejulve siguiendo la ruta turística de muy reciente creación bajo el nombre sugestivo de "The Silent Route" que parece que está tomando auge. El paraje en sí se encuentra un lugar que conserva el topónimo de "Las Fábricas" cuya propiedad correspondía a los Temprado, una familia turolense potentada económicamente y emparentada con el militar Eduardo Temprado cuyo nombre ostenta una de las calles de la ciudad de Teruel.
En esta fábrica, de la que poseemos más información que de la de Olba, se fabricaba papel continuo, sobres e incluso papel moneda que, como es lógico, no se consumía ni en Villarluengo ni en los municipios de alrededor, sino que era transportado hasta Madrid a lomos de 16 borricos, que figuraban en nómina junto a los cuatro arrieros que los conducían, para abastecer a varios ministerios. Para realizar este trayecto de cientos de km por caminos de difícil tránsito empleaban un mes, entre la ida y la vuelta, y a su regreso compraban trapos y telas que eran la base para la fabricación del papel.
Según la web oficial del pueblo de Villarluengo, este ingenio fabril tuvo una vida activa en la producción de papel de unos 150 años y después de los Temprado, la propiedad pasó a otra una familia vinculada a dicho pueblo, los Bonet, que la reconvirtieron en una fábrica textil, adaptándolo todo a la producción de fajas.
Les sucedió la familia Artola de Cinctorres (Castellón), que montaron 24 telares, instalándose desde el primer momento el alumbrado eléctrico, el segundo de la provincia de Teruel (el primero fue el de la capital). Más adelante aumentaron el número de telares a 46, se levantaron los edificios de las fábricas (la “De Arriba”, la “De en Medio” y la “De Abajo”), viviendas para los dueños, la dirección y los operarios, que llegaron a ser 200, provenientes de todos los pueblos de alrededor, además de tiendas, escuela, horno y hasta una capilla.
Como vemos, la producción se adaptaba a las necesidades de cada momento de tal manera que durante la I Guerra Mundial la principal producción eran chilabas para los legionarios de África y gorros rojos que se vendían en Rabat. Al caer en desuso las fajas se empezó a trabajar en lona para talegas y alforjas y, finalmente, en tejidos y surtidos de hilatura, empleándose telares automáticos de lo más moderno que se conocía. Tras la Guerra Civil, la inseguridad y la caída de los cupos oficiales fueron rebajando la producción y la rentabilidad, abocando las fábricas a su cierre en 1958. El 23 de mayo de 1974 la fábrica de “Enmedio” se convirtió en el “Hostal de la Trucha”, con alrededor de 70 habitaciones y todavía en pleno funcionamiento, creemos. Remitimos al lector a la revista Peirón nº 11 para mayor información.