En 1997 tuvo lugar una exposición monográfica dedicada al gran artista plástico Salvador Gisbert Gimeno, nacido en el pueblo turolense de Blesa (comarca Cuencas Mineras), en el Museo Provincial de Teruel, comisariada por la profesora del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Concha Lombra Serrano, y de paso, se publicó un extenso catalogo de su obra pictórica y gráfica bajo el título Recuperar la memoria. Salvador Gisbert (1851-1912).
Gran parte del contenido y del desarrollo de esta exposición los conocemos gracias a los artículos publicados sucesivamente en el periódico "El Mercantil" por el profesor, periodista y escritor turolense Víctor Sancho Sanz de Larrea, que firmaba sus trabajos bajo el pseudónimo Juan de Teruel y que estuvo activo en Teruel en las primeras décadas del siglo XX hasta su traslado al Instituto de Educación Secundaria de Alfonso X el Sabio de Murcia, a mediados de los años veinte.
Antes de proseguir, queremos subrayar que a Gisbert le hemos añadido el segundo apellido "Gimeno" para no confundirlo con uno de sus cuatro hijos varones, también de nombre Salvador pero en este caso lleva como segundo apellido "Garzarán", ya que Salvador Gisbert, casó con la acaudalada María Garzarán a la que retratará en varias ocasiones y con la que tendrá realmente seis hijos (Salvador, Antonio, María, Josefina, José María y Santiago), algunos de los cuales, como veremos, también se dedicaron al mundo de las artes plásticas.
Se trataba de homenajear a este polifacético artista incansable y con una gran vitalidad, pues Gisbert no paraba de trabajar ya que su concurso era reclamado en diversos frentes y lugares. Así, lo encontramos en la comarca del Jiloca y/o en la capital donde realiza trabajos decorativos y pinturas murales en el Casino Mercantil, en la desaparecida iglesia de San Juan (1901), en el Salvador (1900), pero ante todo, su obra más espectacular es la decoración del interior de la iglesia de San Pedro donde, con mucha imaginación y oficio, consigue "llenar" todas las paredes con elementos historicistas, heráldicos, geométricos, cruciformes... llegando a manifestar cierta tendencia hacia el llamado "horror vacui".
Ochenta años antes, en 1917, el pueblo turolense ya le había ofrecido un primer homenaje por todo lo alto a través de una muestra de artistas, que es la que traemos a colación hoy, cuando solamente habían pasado cinco años desde su fallecimiento y coincidiendo con las ferias y fiestas grandes de San Fernando a finales de mayo.
El lugar elegido para la exposición de 1917 fue la Escuela graduada, suponemos que correspondería a la del Arrabal que actualmente está ocupada por el Archivo Histórico Provincial de Teruel y los objetos artísticos se encontraban distribuidos en tres salas, aunque en otras informaciones se hablaba del Casino turolense como lugar de la exhibición, hecho este que no tiene mayor trascendencia. Lo que sí es cierto que la muestra se estructuró en tres diferentes secciones: la Sala de Arte Moderno, la de Artes e Industrias y la de Arte Retrospectivo. No tenemos imágenes del contenido porque, entre otras cosas, en aquellos momentos no debían de editarse catálogos, pero hubiera sido muy interesante una recreación visual de las obras expuestas.
Esta denominada Exposición Artística la escribimos con mayúscula porque fue seguramente la primera y única que se celebraba con este contenido coral y antológico en Teruel hasta entonces, y porque tuvo su trascendencia dentro del panorama artístico turolense de las primeras décadas del siglo XX, si la observamos desde una perspectiva actual, pues a través de ella se pudieron dar a conocer una serie artistas jovencísimos "...huérfanos del apoyo necesario para nuestra empresa organizamos esta exposición..." en la que aunque "... no figuraban en ella prodigios del arte... sí hubo jóvenes promesas".
Estas afirmaciones y juicios de valor vienen corroborados por las palabras de Concha Lomba que consideraba que fue "la primera manifestación de la contemporaneidad plástica turolense" porque, además de autores noveles apenas iniciados, se encontraban otros que ya despuntaban en ese mundo de las artes plásticas.
En la Sala de Arte Moderno estaba representado principalmente Salvador Gisbert, padre, con alrededor de sesenta obras, cantidad tan importante que podría considerarse como una muestra antológica del autor pues entre ellas se encontraba una representación de los diversos y variados géneros, que al igual que otros pintores de la época, practicó a lo largo de su vida: pintura de historia (El juez Villanueva o el Tríptico histórico sobre la fundación de la ciudad de Teruel), costumbrista (Los arrieros), religioso (Un bautizo en Aragón), el retrato (Mujer de pueblo o Un baturro), el paisaje (Puesta de sol)...
Para un mayor acercamiento a la figura Gisbert, aparte del citado catálogo, recomendamos la página web Blesa, un lugar en el mundo en la que sus paisanos dedican a Gisbert un artículo bastante extenso referido, principalmente, a las épocas infantil y juvenil que pasó en su localidad natal donde conservan con mimo la vivienda visitable del pintor y otros trabajos artísticos.