Concluimos esta serie de cuatro entregas dedicadas a recordar y homenajear a algunos –no todos- los alcaldes de Teruel del periodo de la II República que fueron pasados por las armas por el ejército sublevado, sin que conste la existencia de algún tipo de procesamiento judicial -casi siempre un consejo de guerra- que les condenase a estas penas máximas.
Otra característica de estos execrables atentados contra los derechos humanos como quitar la vida de unas personas, es que no poseemos documentación escrita que refleje quién o quiénes fueron los responsables de haber dado las órdenes, ni las causas que motivaron tales hechos cuando el único “delito” de la gran mayoría fue el de ocupar la alcaldía y de hacer cumplir la legislación vigente. Algunos de ellos incluso fueron los máximos mandatarios municipales solamente algunas semanas.
Si anteriormente fueron los alcaldes de Sarrión o Alfambra, en este artículo nos centraremos en los de la Comarca del Jiloca cuyo número fue considerable, difícil de precisar, dado que casi todo su territorio fue ocupado por los militares sublevados durante los casi tres años de la Guerra Civil (1936-1939), lo que facilitó el ejercicio de la represión por los sublevados en armas.
El 18 de julio de 1936 era verano. Los vecinos de la Comarca se dedicaban a la tradicional cosecha de cereales pendientes de lo que ocurría en España a través de los escasos aparatos de radio que había en cada pueblo. Aparentemente no pasaba “nada”, solamente la destitución del alcalde y los concejales de cada municipio por parte de la guardia civil que fue la encargada de realizar este proceso.
Una buena parte de dirigentes de partidos, sindicatos y ayuntamientos se quedaron en su lugar de residencia cuando se produjo el golpe de Estado del 18 de julio pensando que no habían cometido “nada malo” y, por tanto, no esperaban sufrir ningún tipo de represalia. Se confiaron, sin sospechar la violencia máxima que iba a caer sobre ellos.
De la gran mayoría de alcaldes disponemos de escasa información, de pocos datos sobre su trayectoria vital y sobre su acción municipal de gobierno, salvo del titular de Monreal del Campo y por ello le dedicaremos más espacio.
Caminreal
Los dos de los alcaldes de Caminreal permanecieron en su lugar de nacimiento y fueron ejecutados a las semanas siguientes de producirse la sublevación militar. Solamente habían permanecido como alcaldes unos pocos meses cada uno y sin embargo, acabaron con sus vidas de forma violenta.
Simón Sancho García fue seguramente el primer alcalde de la II República de Caminreal. Desconocemos su militancia partidista si es que la tuvo. Ahora bien, fue el que sacó a concurso público la construcción del edificio escolar en 1931. Su ejecución tuvo lugar en el cementerio del pueblo vecino de Fuentes Claras, hecho habitual que seguían los llamados “fusileros” en un intento de que los vecinos de los pueblos no se enterasen de estos execrables actos.
El otro alcalde, Joaquín Catalán Gimeno, era el titular desde mediados mayo de 1936, esto es, no llevaba en el cargo más que un par de meses como máximo. Creemos que en este caso era militante de Izquierda Republicana (IR) de Caminreal. En la documentación de la Causa General figura que “se le aplicó el bando de guerra”, eufemismo franquista que se ponía muchas veces para decir que fue ejecutado.
Por lo que respecta al alcalde de Monreal del Campo, Victoriano Górriz Bau, al igual que Benso o Niceto Alegre, los alcaldes de Sarrión y Alfambra respectivamente, figuraba en el censo electoral de los años 30 como un “industrial”, un empresario “burgués” porque poseía una fábrica de harinas y una línea de autobuses Monreal del Campo-Molina de Aragón. Su situación económica estaba muy por encima de sus convecinos.
Políticamente, fue el dirigente más importante, junto al maestro Salatiel Górriz, del Centro Instructivo Radical Socialista (luego IR), el que más afiliación tenía de la provincia de Teruel con más de 500 socios en su momento más álgido.
Sensibilidad
Górriz Bau mostró sensibilidad y preocupación para solucionar los problemas y las dificultades por las que pasaron los vecinos de su pueblo a lo largo de la crisis republicana y también integridad ante las presiones de las que fue objeto por para de los caciques locales.
Al producirse la sublevación, por miedo a lo que pudiera ocurrir, huyó a la zona de Molina de Aragón donde tenía familiares y/o amigos. Pasada la “calma chicha” del verano decidió regresar a Monreal del Campo al comunicarle que no le iba a pasar “nada”. Sin embargo, fue fusilado en las tapias del cementerio de Villafranca del Campo junto a Abundio Moreno, uno de los chóferes de su empresa de autobuses. También fue ejecutado un hermano suyo de nombre Benjamín.
Por último citaremos a unos pocos alcaldes más, también ejecutados, junto a la localidad donde residían: Antonio Martín (Burbáguena), Victoriano Negredo (Fonfría), Antonio Sebastián (Villafranca), Ángel Izquierdo /Ferreruela), Gregorio García (Piedrahíta), Tersiano Sáncho (Allueva), Juan Cortés (Villalba de los Morales), Marcelo Casanova (Bea) Higinio Ibáñez (Odón) y Fausto Martínez (Villar del Salz)