Se cumplió el pasado 13 de septiembre un siglo del golpe de Estado protagonizado por el capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (Jerez de la Frontera, 19870-París, 1930) que acabó con la llamada Restauración monárquica, un sistema político que regía España desde hacía varias décadas, exactamente desde la coronación de Alfonso XII en 1874, basado en la alternancia en el poder de los partidos liberal y conservador.
El golpe, realmente un pronunciamiento, lo llevó a cabo con la anuencia y consentimiento del rey Alfonso XIII que en esos momentos se encontraba de vacaciones en San Sebastián, lugar habitual de veraneo de los Borbones, y con la colaboración de varios generales que le manifestaron su apoyo antes de tomar la decisión final después de varias reuniones.
Al parecer, en el momento en que se “pronunció” Primo de Rivera leyendo el correspondiente manifiesto y tras declarar el estado de guerra en Barcelona, pasada la media noche del día 12 de septiembre de 1923, el monarca se acostó a dormir tranquilamente y dijo que no le molestarán pese a la situación política tan excepcional del momento. Al día siguiente partió hacia Madrid para cesar a todo el Gobierno y promulgar un decreto reconociendo como presidente al capitán general de Cataluña.
El sistema de la Restauración no daba para más. La conflictividad social, especialmente con el llamado pistolerismo patronal de Barcelona, el desastre de Annual en la guerra de África con la gran afrenta que supuso para el Ejército, la inestabilidad política, el informe Picasso que no llegó a leerse y que acusaba al monarca y a algún general de ineptitud, la cabalgante inflación… sirvieron como excusas buscadas para que, una vez más en la historia de España, un “salvapatrias”, un general –este “campechano”, dicharachero y jotero- diese un golpe contra el Gobierno de García Prieto que fue disuelto y sustituido por el llamado Directorio Militar, integrado por ocho generales y un contralmirante. Casi nada.
En la ciudad de Teruel, desde mediados de junio de 1922 ostentaba la alcaldía el ingeniero José Torán de la Rad, votado por unanimidad por el resto de concejales. Torán encabezaba una especie de “gobierno de concentración” integrado por una relación aleatoria de turolenses “notables” representantes de diferentes campos como la medicina, abogacía, industria… En él, en un intento de recoger más sensibilidades políticas había sido incluido un representante del mundo obrero como el albañil socialista Laureano Sapiña y el médico republicano José Borrajo, elegido alcalde posteriormente durante la II República. Este Consistorio, no votado democráticamente, respondía a la desgana y al poco interés manifestado por los ediles turolenses de anteriores corporaciones y que continuaran con Primo de Rivera en el poder.
Ante el pronunciamiento primorriverista, apenas hubo reacción por parte del citado Consistorio de Teruel pues no se celebró un pleno municipal inmediato, que tendría que haber sido “extraordinario” dadas las circunstancias excepcionales del momento, para adoptar y debatir una postura de aprobación o rechazo, sino que este se retrasó hasta día 17 de septiembre.
A este pleno no asistió Torán por lo que desconocemos la actitud del alcalde ante la Dictadura aunque su ideario monárquico y el respaldo de Alfonso XIII le debió de hacer más llevadero el golpe de Estado ya que, según ciertas fuentes, no acabó de estar de acuerdo con la decisión del capitán general de Cataluña. Creemos que al alcalde Torán los asuntos municipales no acababan de gustarle, le iban grandes y prefería dedicarse a sus negocios y empresas en Madrid favorecido por su amistad con el conde de Guadalhorce, ministro de Fomento. Faltó a esa reunión municipal y a otros plenos de las semanas anteriores por lo que su acción municipal fue muy escasa frente a las expectativas que se habían depositado en él.
Del que sí tenemos información es del primer teniente de alcalde, Borrajo, ya que al final de dicho pleno “ordinario”, sin que apareciese en el orden del día, intervino “resaltando que la minoría que representa ha visto con gran complacencia la salida violenta del Gobierno del Marqués de Alhucemas y del Duque de Almodóvar por la desconsideración que han tratado al Ayuntamiento, desconsideración que ha causado grandes perjuicios morales y materiales al Municipio”.
El edil Borrajo no manifestó su apoyo explícito a Primo de Rivera, ni su rechazo absoluto que hubiera estado más en consonancia con su ideario republicano, sino que se “complació” con la salida del Gabinete monárquico de los liberales García Prieto (Alhucemas) y Martín Rosales (Almodóvar) que eran presidente del Gobierno y ministro del Interior, respectivamente, aunque no sabemos las razones que le indujeron a ello pues su explicación es muy genéricas, sin concretar.
Otras instituciones como la Cámara de Comercio de Teruel se definió claramente ya que se manifestó a favor de la implantación de Dictadura sin más matizaciones ya que “vio con profunda simpatía el acto llevado a cabo por el Ejército”.
A todo esto, tras el golpe de Estado, el Gobernador civil de la provincia de Teruel fue cesado y el poder pasó a manos del comandante Martínez Guardiola que creemos que residía en la capital porque estaba casado con una turolense. A partir de ese momento este militar será la máxima autoridad en la capital y provincia.