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Canción perdida o el último viaje del capitán Sirera Canción perdida o el último viaje del capitán Sirera
Nacho Sirera en el cine Maravillas presentando la película. S. Aldecoa

Canción perdida o el último viaje del capitán Sirera

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Serafín Aldecoa

Muchos, quizás miles de los republicanos españoles perdedores de la Guerra Civil (1936-1939), nunca contaron a sus hijas e hijos las atrocidades que sufrieron durante el conflicto armado y, sobre todo, en los años posteriores con la represión y el exilio. Fue un tema tabú, secreto, del que no se hablaba en las casas. La oscuridad, el silencio y el olvido se impusieron en el periodo histórico del Franquismo.

Durante décadas se ignoró que un familiar había sido detenido, encarcelado, torturado y, sobre todo, fusilado, simplemente se afirmaba que “había desaparecido”, sin más, incluidos los casos de mujeres ejecutadas, encarceladas, rapadas o víctimas del aceite de ricino y no se dijo nada, se ocultaron estos procedimientos de represión.

No ocurrió lo mismo con  los fallecidos o heridos del bando franquista que fueron reconocidos y recompensados por el régimen como ex combatientes, ex cautivos, mutilados…con sus correspondientes ventajas de todo tipo. Sus nombres aparecieron en la prensa, especialmente en el periódico Lucha, en las paredes de las iglesias… Todos los honores y gloria para los “caídos” y afectados por la guerra pero solo de un bando.

Luego vinieron los nietos y las nietas de las y los represaliados que quisieron saber qué les había ocurrido a sus abuelos, cuál había su destino, por qué no estaban entre ellos, entre las familias. Ahí está el caso de Emilio Silva Barrera, uno de los fundadores de la Asociación Para la Recuperación de la Memoria a Histórica (ARMH), que inició su trayectoria localizando la fosa común en la que se encontraba su abuelo en Priaranza del Bierzo (León).

Película

Pues bien, el cineasta Nacho Sirera es uno de esos nietos y acaba de presentar en el cine Maravillas de Teruel la película “Canción perdida”, un documental en el que el autor narra el proceso que le llevó a investigar sobre el destino trágico de su abuelo, Luis Sirera, un oficial del ejército republicano dirigente de la Columna Casas Sala defensora de la República. Finalmente supo que había sido fusilado en la Puebla de Valverde por tropas franquistas los últimos días de julio de 1936 y que sus restos reposan enterrados en el cementerio en una fosa común de dicha localidad junto a varias decenas personas también ejecutadas.

En el documental Nacho Sirera realiza el mismo recorrido que su abuelo Luis partiendo desde Castellón y pasando por los mismos pueblos (Sagunto, Segorbe, Jérica,…) junto a Miquel Osset, nieto del teniente Osset que acompañaba al capitán en la Columna. En este recorrido, buscan las huellas, los lugares, los testimonios de personas que fueron testigos o participaron en esa expedición que buscaba como meta la ocupación de la ciudad de Teruel controlada por los militares golpistas desde el 18 de julio.

Sobre el documental, diremos que se trata de una filmación seria y sincera, sin que aparezcan indicios de venganza o ideas revanchistas cuando el autor podía haber realizado un alegato, incluso violento, contra los que ejecutaron a su abuelo. Sirera ha mantenido a lo largo de los más de 70 minutos que dura la filmación, una distancia pertinente con respecto a los execrables hechos acaecidos lo que le ha permitido realizar una narración clara, minuciosa y, sobre todo, objetiva de lo ocurrido.

La máxima autoridad militar de la Columna, integrada por milicianos a la que se sumaron guardiaciviles, era el coronel de carabineros Fernández Bujanda junto el capitán Luis Sirera Tío y el teniente Joaquin Osset Merle mientras que la autoridad política era el diputado de Izquierda Republicana por Castellón Francisco Casas Sala.

Último viaje

La Columna salió de Castellón el 25 de julio y tres días más tarde llegaron a la localidad de La Puebla de Valverde. Surgieron diferencias entre los componentes de la Columna y los guardiaciviles se pasaron al bando franquista tras un enfrentamiento armado en el que mataron a varios milicianos y tras coger a varios decenas de ellos como prisioneros, entre ellos el capitán Sirera, marcharon a Teruel. Se habla de una cuarentena larga.

Tanto Fernandez Bujanda como Casas Salas, tras pasar unas horas en el Seminario de Teruel convertido en cárcel, fueron sometidos a un simulacro de consejo de guerra que les condenó a muerte e inmediatamente fueron fusilados en las tapias del cementerio de Teruel el 1 de agosto de 1936. Casas Sala, abogado, asumió su propia defensa en el consejo de guerra con gran elocuencia y dignidad de tal manera que murió gritando "Viva la República".

El capitán Sirera y el resto de los milicianos prisioneros fueron “devueltos” desde Teruel a La Puebla de Valverde donde fueron ejecutados, sin más, sin consejos de guerra. Existe constancia de que en ese grupo iba también Germán Araujo, secretario y catedrático de Matemáticas del Instituto de Teruel además presidente de las Juventudes Socialistas, que al estar de vacaciones en Valencia, se sumó a la Columna del capitán Sirera y allí ambos concluyeron trágicamente el último viaje de sus vidas.