A través del estudio que hemos realizado sobre la visita a Teruel de Alfonso XIII para la Semana Modernista que organiza la Fundación Bodas de Isabel, hemos averiguado aspectos y detalles concretos de este episodio histórico que si por algo se caracterizó fue por la fugacidad ya que el monarca solamente permaneció unas horas de tal manera que no pasó ni una noche en la ciudad, después de haber desplegado toda una serie de trabajos y actividades.
A finales de septiembre de 1904 ya se sabía con seguridad que la visita del rey, el “Jefe del Estado” según la prensa republicana, iba a ser el día 5 de octubre. De hecho, la crónica periodística del criptorrepublicano Diario de Teruel del día 1º de octubre iba encabezada con este titular “¡Que viene el rey”, sin embargo, la imprevisión y la ineptitud del monarca que en esos momentos contaba con 18 años, hizo que se adelantara la llegada al día 4 lo que ocasionó prisas y un considerable trastorno a las autoridades provinciales y locales, especialmente al Ayuntamiento que era el responsable último de la visita regia con su ilustrado alcalde Federico Andrés Tornero a la cabeza.
Decimos “ilustrado” porque Federico Andrés, al que dedicamos un artículo en la revista Turia, un era profesor del Instituto provincial de Teruel, escritor, amantista de los que creían en la historicidad de los la leyenda de los Amantes a los que dedicó algunas de sus publicaciones, presidente del Ateneo de Teruel así como director de los periódicos El Ateneo y Heraldo de Teruel” entre otras cosas.
Los periodistas próximos al republicanismo se hacían eco del evento y tiraban para casa: “No viene el joven monarca a un pueblo en que dominan los ideales monárquicos: aquí, como todo el mundo sabe, domina el elemento republicano” aunque educados y corteses ellos, proseguían: “pero esta circunstancia no ha de ser obstáculo para que a D. Alfonso se le reciba con el respeto y consideración que su elevado rango exige”. Hay que subrayar el peso que tenía en Teruel esas décadas el republicanismo posibilista en el Ayuntamiento y en la Diputación provincial con figuras como Mariano Muñoz Nougués o Miguel Ibáñez.
El adelanto real causó sorpresa entre las autoridades municipales y entre todas las comisiones que se habían constituido en tiempo record para la programación del evento considerado “extraordinario”. Se hablaba de premura y malestar por este adelanto.
A los responsables de organizar los actos, se les acumularon las faenas y las prisas, pues tuvieron que viajar rápidamente a Valencia para contratar los carruajes de la comitiva que al final fueron 25 los coches que se trajeron para Teruel, además tuvieron de buscar trajes de etiqueta, vajillas, cubiertos, ornamentos, flores… elementos de los que carecían. Todo ello para el lunch que se sirvió al monarca y para que los súbditos se presentasen con una compostura adecuada ante su señor, el rey.
Se levantaron arcos de bienvenida en las calles para rendir pleitesía al monarca; llegaron a la estación varios coches de la Casa Real que iban a utilizarse en los actos, así como un buen número de militares como la escolta de caballería que debía dar la guardia de honor al capitán general también presente; los soldados de refuerzo de la guarnición local con la bandera y la banda de música del regimiento… Un montón de gentes y gastos para unas horas, para un capricho monárquico.
Del desarrollo de los actos de ese día disponemos de cierta información, pero procuraremos no extendernos dando muchos detalles. Pasadas las tres de la tarde, a la entrada del tren real en la estación de Teruel, que según la prensa, era “conducido” por el rey, una banda de cornetas y músicos tocaron la marcha real. Allí estaban todos: alcalde de Teruel, diputados provinciales, ayuntamientos de la provincia, diputados en Cortes, colegio de abogados, audiencia, Banco de España… Todos.
Después de los vítores y aclamaciones de rigor, S.M. entró en la sala de espera de la Estación “adornada con exquisito gusto” y tras un pequeño descanso, la comitiva se puso en marcha: subieron en los coches según “el ritual acostumbrado” e iniciaron la marcha por la calle San Francisco, Óvalo, Democracia, Mercado, calle Amantes, plaza de la Constitución y catedral a donde el monarca entró “bajo palio”, hecho este privilegiado. Allí, como no podía ser de otra manera, fue recibido por el obispo y todo el cabildo catedralicio cantándose un solemne Tedeum.
Finalizado el acto, S.M. se dirigió al Ayuntamiento donde fue cumplimentado por los concejales y demás comisiones y particulares. Luego visitó el Instituto, el cuartel de Carmelitas y los “históricos” Arcos. Durante el trayecto por las calles, jalonadas con los “artísticos” arcos, desde las tribunas instaladas para los y las turolenses y desde los balcones, el monarca fue obsequiado con pétalos de flores, suelta de palomas y “alguna tórtola”.
Más tarde se dirigió a la Diputación donde recibió a los alcaldes de ayuntamientos de la provincia así como sus peticiones de favores. Posteriormente, los diputados ofrecieron un banquete y concluido este, la comitiva se dirigió a la Estación ferroviaria para despedir al monarca donde todo fueron aplausos y aclamaciones. Vamos, un impresentable, no estuvo ni doce horas en Teruel.
Eso sí, Alfonso XIII dejó “una propina” (en realidad, una limosna) de 2.500 pesetas para “socorro a los pobres de la capital” que el alcalde reservó para cuando apremiase la necesidad a la clase menesterosa en invierno. Fue todo muy corrido e improvisado al jugar con las fechas. Un ejemplo: faltó comida, se contaba con alimentos, parte de ellos también comprados en Valencia, para 40 ó 50 comensales y se presentaron 140 con lo cual algunos de alcaldes de los pueblos que habían sido invitados ni comieron.