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Adoración o los desastres de la Batalla de Teruel (I) Adoración o los desastres de la Batalla de Teruel (I)
Huellas de la Batalla de Teruel en el Viaducto

Adoración o los desastres de la Batalla de Teruel (I)

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Serafín Aldecoa

“El alcalde de Villanueva de Castellón ha rogado al alcalde de Teruel se interese por el caso de una joven de unos 22 años, aproximadamente, residente en aquella localidad y que busca a sus padres o familiares”, así rezaba la noticia que apareció en el periódico “Lucha”, diario de la Falange y de las JONS, el 19 de septiembre de 1956, esto es, habían transcurrido 17 años y medio desde el final de la Guerra Civil y un año más desde la conclusión de la Batalla de Teruel, el 23 de febrero de 1938, y dicha mujer  no conocía aún quiénes eran sus padres.

El diario de esa fecha, en su afán por localizar a la familia de Adoración, solicitaba la colaboración de los turolenses y realizaba una llamada “a los alcaldes de los pueblos de la provincia y a cuantas personas pudieran aportar alguna información referente a esta joven lo comuniquen lo antes posible al señor alcalde de Teruel o a la redacción de este periódico en la seguridad de que harán una cristiana obra de caridad”. 

En esos momentos, la joven en cuestión, como vemos, no sabía la edad exacta que tenía y además, según las informaciones periodísticas, “solo sabe que se llama Adoración ignorando sus apellidos, los de sus padres y demás circunstancias...” La razón que explicaba este hecho inaudito era que siendo niña “fue evacuada de Teruel o de algunos pueblos de la provincia durante la guerra” y transportada hacia Levante donde permaneció hasta esas fechas.

Esta fue una de las grandes tragedias de la Batalla de Teruel (BdT) y de las guerras en general: la evacuación de la población civil de las ciudades y de los pueblos y el alejamiento de sus hogares. En el caso de Teruel, Antonio Peiró (“¡Evacuad Teruel!”. Comuniter, 2014) se atrevía a dar la cifra de 12.000 vecinos que habrían sido evacuados de la capital entre diciembre de 1937 y enero de 1938, cantidad que a nosotros nos parece algo excesiva pero que pudo estar proxima a ese número. 

La mayoría de estas personas que dejaron sus viviendas hacia Levante eran niños, mujeres y ancianos de ambos sexos que con lo puesto y algún hatillo o maleta, iniciaron un camino incierto que no sabían a dónde les conduciría ni qué final tendría. Esta salida de la población turolense se produjo, fundamentalmente, en dos momentos: los días en torno a Nochebuena de 1937, tras el ultimátum del general Vicente Rojo, y el 8 de enero después de la ocupación de la ciudad por el ejército republicano.    

Otro caso similar al anterior fue la evacuación de miles de personas de las Cuencas Mineras turolenses (Utrillas, Escucha, Montalbán...) y del Bajo Aragón (Alcañiz, Alcorisa, Valderrobres, Mas de las Matas, Beceite...) antes de la ocupación de aquellas tierras por el ejército franquista  en las dos primeras semanas de marzo de 1938. Solamente dos ejemplos: de Alcorisa, según aparece en un artículo de la revista local Balcei, 1.287 alcorisanos dejaron su pueblo mientras que las cifras de Mazaleón andan por los 600 vecinos (mazaleonrepesaliada.com), lo que nos puede dar idea de la amplitud de la evacuación de la población.

Junto al ejército gubernamental, empezó la retirada y la mayoría de la población desplazada de los pueblos continuó su huída por caminos y carreteras hacia Cataluña con el objetivo de llegar a Barcelona, principalmente, sufriendo los efectos de los bombardeos en algunos momentos. Más tarde muchas personas pasaron a Francia con el fin de evitar las represalias de los vencedores de la guerra. Esto ocurrió a finales de enero de 1939 cuando las tropas del general Aranda entraban en la capital catalana.

Pues bien, un efecto colateral, si se puede llamar así, de las evacuaciones fue la separación de los diferentes miembros de las familias (padres, hijos, hermanos...), en este caso ciudadanos de la provincia de Teruel, y las dificultades posteriores que encontraron para juntarse de nuevo al final de la guerra. El caso de Adoración ilustra claramente esta tragedia pues la niña había tardado más 15 años en regresar al  hogar donde había nacido, de donde no debería haber salido y menos a la fuerza como ocurrió con la evacuación durante la BdT.

La noticia tuvo su recorrido porque en días sucesivos “Lucha” siguió informando sobre este hecho sorprendente. El alcalde de Teruel realizó numerosas gestiones para localizar a la familia de Adoración y junto a la aparición de la nota en la prensa, se consiguió dar con el padre, ya mayor, que se encontraba recluido en el asilo de ancianos mientras que la madre había fallecido al acabar la guerra. 

Valeriano, este era el nombre del padre, según el periódico “no conserva en plenitud sus facultades mentales y al hablarle de su hija Adoración, no recuerda nada y desvaría”. Esta situación la achacaba el periodista a que después de la guerra “buscando chatarra, le explotó un proyectil dejándole cojo” aparte de otras heridas por el cuerpo, suceso este bastante corriente en la posguerra, especialmente entre los jóvenes.

Localizado el padre, fue fácil encontrar a una hermana de Adoración cuyo nombre era Ana y que era la única que residía en Teruel “casada con un funcionario de Correos” (la información periodística al detalle).  En el momento de conocer la noticia, había viajado hacia Villanueva de Castellón para encontrarse con su hermana pero aún faltaba el encuentro con las  otras tres (en total eran cinco hermanas) que habían sido separadas al acabar la BdT, que residían en la región valenciana y al igual que el caso de Adoración, sus peripecias al finalizar la guerra son también dignas de contar.