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El herradero de la ganadería de Alicia Chico, bajo la lluvia  en plena Sierra Morena El herradero de la ganadería de Alicia Chico, bajo la lluvia  en plena Sierra Morena
Los hierros calentándose en el fuego. Antonio Sevi

El herradero de la ganadería de Alicia Chico, bajo la lluvia en plena Sierra Morena

En torno a sesenta becerros fueron marcados a fuego con los tres hierros que posee la casa
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Amanece lloviendo en la serranía jienense y un ligero manto verde se extiende sobre la finca "Pendoncillos" y, aunque aún no ha salido todo el repertorio de colores que florecen por estos lares, en pocas semanas se verán las primeras tonalidades.

Entrar en esta finca es retroceder al pasado. Aquí el reloj casi no cuenta y las nuevas tecnologías se usan sólo para lo imprescindible.

La trashumancia, que hace un par de años fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es la bandera de esta ganadería, que lucha por mantener una tradición milenaria a punto de desaparecer.
 

El becerro sale del cajón tras ser marcado. Antonio Sevi

Hoy, la tranquilidad de la finca se ve alterada por la llegada de amigos que vienen a echar una mano.

Son las 9 de la mañana y el sonido de los hierros calentándose al fuego, rompe el silencio del campo.

Los becerros van pasando, uno a uno, por la manga hasta llegar al cajón para ser marcados.

La tradición es hacerlo a mano, como se ha hecho siempre, pero, para tener más control sobre algunos animales de más envergadura y evitar riesgos innecesarios, estos primeros se hacen en el cajón.

A cada becerro se le hierra a fuego con varias marcas, que serán su DNI para toda la vida. La otra marca es la que se hace con un corte en las orejas.

En el caso de esta ganadería, son tres los hierros que se usan: la V (hendida en la izquierda y rasgada en la derecha), la S (rasgadas las dos orejas) y la CO (hendida en la izquierda y muesca en la derecha).
 

Gerardo, el antiguo mayoral, herrando. Antonio Sevi


El herradero es una de las faenas más camperas en una ganadería. Es un día de celebración en el que amigos de la casa ayudan en todas las labores: sujetar y trasladar a los becerros de un corral a otro, calentar los hierros, poner las diferentes marcas, etcétera.

Por momentos, la lluvia da una pequeña tregua, pero inmediatamente vuelve a llover con ganas, lo que obliga a trasladarse a resguardo bajo techo, para que no se mojen los hierros.

Aquí ya no hay cajón, lo que obliga a coger a los animales a mano, a la antigua usanza, siendo difícil evitar algún topetazo o caída.

Mientras tanto en otra parte de la finca, Isabel prepara la comida para todos, esta vez paella y carne con tomate, con la que los asistentes repondrán fuerzas.

Es una jornada frenética en la que nadie está de brazos cruzados. Cualquier ayuda es bienvenida para Tomás, el mayoral. Este año han venido a echarle una mano algunos de sus compañeros de la vereda: Elu, Paulino, Juan, Quique, Luis, Victoriano, Sergio, Ignacio y también Gerardo, el antiguo mayoral de la ganadería, Miriam, la veterinaria y algún torero cómo Sergio Serrano, Jesús Moreno, entre otros amigos y allegados.

Cómo es habitual, Sevi, el fotógrafo que suele acompañar en el camino a los trashumantes, deja constancia con su cámara de todo lo que está aconteciendo en la jornada.

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