No hace mucho, justo siete días, escribí aquí sobre las soluciones polacas a la despoblación imitando a los conejos y su afición por reproducirse. No he podido resistirme ahora a comentar una intervención reciente de un ya famoso europarlamentario polaco sobre el funesto, a su juicio, papel de la mujeres en este mundo actual, causantes de todos los males, despoblación incluída.
Janusz Korwin-Mikke se llama el hombre y haciendo gala de su ideología de extrema derecha, no se le ocurrió otra cosa que decir que la culpa de la despoblación la tienen las mujeres porque, mira tú, les ha dado por ponerse a trabajar en lugar de quedarse en casa a parir y criar hijos.
Semejante simplifiación es, cuando menos, una auténtica chorrada. Este señor, que ya tiene una edad, seguro que ha visto mujeres en su país trabajar a destajo y, al mismo tiempo, criar hijos. Una cosa no quita la otra y aquí estamos cansados de ver el ejemplo.
Las mujeres son un elemento indespensable para sujetar población, desde luego, pero no por ello van a dejar de trabajar. Así ha sido aquí desde tiempos inmemoriales. De hecho, buena parte de los turolenses debemos mucho a ese tipo de mujeres que han sido madres, trabajadoras y paño de lágrimas sin despachar una sola queja.
Este eurodiputado polaco anda lejos ya de saber qué significa contar con un amplio abanico de féminas preparadas, profesionales en distintos campos y defensoras acérrimas del trabajo bien hecho. A pesar de tener que terciar con la crianza.
Lo que hace falta es que las administraciones eliminen trabas y dejen a estas mujeres competir en igualdad de condiciones con los hombres al mismo tiempo que reciben idéntico salario, que este es otro aspecto por pulimentar en esta sociedad nuestra tan avanzada y progresista. Esperemos que ellas no desfallezcan y mantengan ese tono de bravura que las hace revolverse una y otra vez contra las injusticias y el maltrato social.
Las mujeres no son culpables de la despoblación, son víctimas de una situación cuasi irreversible y, si en algún lugar hay esperanza para frenarla, está en el corazón corajudo de muchas de ellas.