No vio La lengua de las mariposas, esa entrañable película de José Luis Cuerda basada en un libro de Manuel Rivas, ni tampoco fue uno de esos maestros de la República que tanta buena labor hicieron y que tuvieron un final trágico por culpa de esa guerra civil tan cruenta.
Don Jesús, como siempre fue conocido, fue maestro rural del tardofranquismo y justo ahora viene a mi memoria porque se cumplen 20 años del estreno de esa conmovedora cinta en la que se ensalza casi hasta el estereotipo a aquellos docentes del régimen republicano.
No obstante, no fueron únicos porque, muchos años después de los que se sitúa al personaje de Fernando Fernán Gómez, también hubo profesionales de la tiza y la pizarra que inculcaron, o al menos lo intentaron, en sus párvulos el amor y el respeto por el medio natural.
Don Jesús nunca explicó que las mariposas tuvieran lengua, no llegó a esos niveles de expresión lírica, qué va, pero sí empeñó su afán en que un abigarrado grupo de pequeños salvajes supiese valorar lo que le rodeaba: la naturaleza en estado puro.
Quiso aquel maestro rural que los mismos que asaltaban nidos y hacían cabañas en las gruesas ramas de viejos chopos o masacraban a los gatos y a sus crías, adquiriesen cierta sensatez para apreciar y no agredir a un entorno que explosionaba a su alrededor cada primavera.
Ahora, en este mayo lluvioso y verde, quiero pensar que aquel hombre sí logró su propósito, que sí caló su mensaje en muchos de aquellos diablillos de pantalón corto, rodillas con costras de sangre seca y pelos revueltos. Que aquellas tardes de jueves dedicadas a recorrer los campos dieron su fruto y que muchos de esos alumnos recogieron el legado.
Creo que, con su amplia bufanda siempre cruzada al cuello a poco que soplara el viento, entre partida y partida de guiñote en el viejo bar, al amor de la estufa y el aroma del puro apagado, aquel enseñante hizo su labor sin que nadie la novelase o la plasmara en un guión.
Gracias a él, quiero pensar, los polluelos de codorniz, las golondrinas, incluso los pequeños gaticos y también las mariposas, pudieron vivir sin tantos sobresaltos.
Quiero pensarlo así.