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La Jabalina La Jabalina

La Jabalina

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Javier Lizaga

Cristina lee con los ojos, Miguel Ángel con un boli. Cristina dibuja, Miguel Ángel escucha. Tienen dos niñas, 5 novelas gráficas y ahora han apadrinado a María, la Jabalina. Su cuartel tiene las paredes de tiza, dibujos por todas partes, muchos lápices y unas cuantas mesas. Y ése ha sido, por suerte, el último destino de esta miliciana anarquista que nació en Jabaloyas el 3 de mayo de 1917. Porque a los de Jabaloyas, los llaman jabalines.

“Nos atrapó”, reconoce Cristina. Un mes antes de tener acabada la novela gráfica dieron una charla en el Puerto de Sagunto donde “había mucha gente que tenía cosas que contar y ganas de contarlas”.

No hay mejor novela que un abuelo que no quiere contar, pero cuenta. Porque la historia de María es la de quienes dejaron sus pueblos para alimentar fábricas. Con 6 años veía a diario a sus padres marcharse a los Altos Hornos de Sagunto.

“Tiene de todo: represión, bebés robados, declaraciones falsas…”. La historia de María tiene hasta la voz de mi abuelo, a quien ya no puedo preguntarle, y que pasó también por Sarrión o La Puebla de Valverde. Donde, por cierto, Cristina y Miguel Ángel decían que casi nadie quería saber. Por eso, hay que seguir escribiendo. Como el tren de Sierra Menera, el que vació las minas de Ojos Negros, pensar en lo ausente, en lo que ya no interesa, siempre es una buena estrategia.

“Los temas políticos se viven de otra manera en el pueblo, todo el mundo se conoce” esgrime Miguel Ángel. A favor de María escribió hasta el cura. De poco le valió. Era la primera mujer herida en el frente (apenas 9 días como enfermera) pero había quien quería que fuera un escarmiento, y fue también una de las últimas fusiladas.

“Es una persona normal, a las que les cae el mundo encima, y en esa situación mantienen la dignidad”, resume Miguel Ángel. De eso, de la dignidad, es de lo que va esta maravillosa novela, y la vida.