Quiero dedicar esta columna a los que se os hincha la boca diciendo por ahí que en España la inmigración es el problema.
A ti, que encargas servicios profesionales sin factura para ahorrarte un dinerillo de IVA. A ti, que trabajas en negro para declarar lo menos posible. A ti, que no diste de alta en Seguridad Social a tu servicio doméstico para no pagar sus cotizaciones. A ti, que tienes a tus trabajadores agrícolas a media jornada cuando en realidad trabajan doce horas diarias, siete días a la semana.
A ti también, que de vez en cuando coges una baja laboral por un simple dolor de espalda. A ti, que hace años que tenías que haber dejado el hogar familiar para buscarte la vida y no tienes narices para ello. A ti, que arreglas el mundo acodado en una barra de bar cuando no tienes ni idea de lo que es una guerra o pasar hambre. A ti, que consumes drogas que vienen de allende los mares.
A ti, que en vez de reivindicar tus ideales mediante los procesos democráticos establecidos, te revelas utilizando la violencia contra las cosas y las personas. A ti, que te compraste un coche de importación a un precio irrisorio sin preguntarte de dónde provenía. A ti, que te metiste en política para llenarte los bolsillos sin preocuparte por la sociedad que te eligió para el cargo.
Tampoco me olvido de ti, que viniste a España en busca de una vida mejor y escogiste el camino más corto de la delincuencia, consiguiendo que muchos rechacen a los de tu país, raza o religión. A ti, que frecuentas los clubs de alterne sin pensar que la trata de blancas es la esclavitud del siglo XXI. A ti, que has decidido estar dos años de vacaciones cobrando la prestación por desempleo.
Afortunadamente, ninguno de vosotros representa a la sociedad española que conozco, solidaria y abierta. A todos os digo, desde mi experiencia en una oficina de extranjería, que en este país los extranjeros no son el problema.