La primera vez que compré un periódico fue en Nochevieja. Elegí el ABC porque la portada era un dibujo enorme de Mingote con un niño sonriente que recibía un reloj de arena de manos de un anciano. Nunca he visto mejor resumen del año. Pensé también que al ir grapado me duraría, era un “capricho” para un chaval, y debía capturar la esencia del gran periodismo. Al final, me leí la columna de Campmany y lo deje olvidado. Pero de vez en cuando me vuelve esa imagen, tan atontados como andamos con imperios y banderas pasadas de fecha, tan fascinados con tecnologías que vendrán, a veces, despreciamos el presente, el único lugar donde aun se puede hacer algo por ser feliz.
Deberíamos empezar los años como si fuéramos niños. Con esa capacidad de fascinación que se pierde con las facturas del gas. Sin ir más lejos, mi hija de 2 años tiene, de vez en cuando, que recordarme de qué va la vida. Lo dejo escrito. A veces, me sorprendo mirando a la luna o feliz por haber visto una ardilla y me río de mis prisas y de ese “ahora no puedo”, falso como los adultos. El otro día me contó, yo sólo los leo, el cuento de un niño contrariado porque un elefante maltratado no huyera del circo. Tras mucho investigar descubrió que el paquidermo atado a una estaca desde pequeño acabó harto de luchar para liberarse de esa pequeña estaca. Por eso, de mayor, cuando la hubiera arrancado con un soplido, ni lo intentaba y seguía así preso.
Arrastramos muchas condenas. Explica Lucía Lijtmaner que las brujas de los cuentos sólo son una manera más de desprestigiar a las solteras y que sus pócimas no están peor que algún chupito. En Yo también soy una chica lista cuenta cómo si queremos ser una madre perfecta como Gwyneth Paltrow, empresaria, deportista, fiestera y que acuesta a sus hijos cada noche necesitamos un buen camello de speed (una droga muy potente mami, que yo no he tomado, eh). Dice Litjmaner que existen las mujeres de más de 45 aunque no salgan en los anuncios, que todas las historias no acaban en boda y que las revistas de mujeres son como una tía lejana impertinente. Por eso, ahora que aun comenzamos el año pidan a los Reyes, como yo, imaginación para no dejar de soñar y criterio para no confundir los cuentos con las mentiras que nos contamos. (¡Viva la revolución feminista! Y feliz 2019!)