Para Kiko Veneno el amor es ese zumo de naranja que te han dejado hecho, despertar con los pies fuera de la manta y la cama revuelta, y perderlo es que la ducha se quede sin besos, sin pelos, sin nada. Pocos poemas reflejan mejor ese lugar cotidiano. Solo uno de Idea Vilariño “ya no será, ya no, no coseré tu ropa, no criaré a tu hijo, no te besaré al irme…” puede que le supere. Situar el amor así, entre las llaves del coche y el café de la mañana es grandioso.
Es por lo mismo por lo que dejé un libro de Parra en mi cocina, para mezclar los poemas con la espera de la tostadora. Guardar el amor por pudor, por pereza es como la camisa que se queda nueva porque la reservamos para los domingos. Es mejor meterlo entre las cosas que siempre rondan por los bolsillos.
Echo de menos la sensación de cuenta atrás para que empiece la Vaquilla, ese preparativo de hormigas que estalla en las calles, echo de menos el aire fresquito porque abren las piscinas la semana que viene, el ruido de terrazas que no recogen hasta que pasa el coche de los municipales, echo de menos el cosquilleo de elegir playa, de soñarla, me pregunto si hubieramos podido ir todos este año al Tamborile y si habría sido de los de crema de sol y cervecita, echo de menos las risas que hacen que no te duelan las piernas mientras haces el cerro-río, echo de menos las cervezas que te encuentras como un billete despistado, echo de menos los besos a mi madre y a mi padre, mucho, y los abrazos que descargan electricidad de mis amigos.
Llevo días preguntándome cuando se quita el arco iris y la verdad que ahora que lo escribo pienso que no voy a quitarlo. Porque ya echo de menos ese “vamos” sordo que te hacía pisar más seguro. Echo de menos ya las ganas de inventar, esas que metieron una orquesta en una videollamada. Aunque me gusta recordarlo. Al menos cuando brilla el desprecio en los resúmenes políticos, cuando usan el odio o a Nostradamus (el mundo se va a acabar) para convencerme de que alguna medida económica es la ruina, en lugar de citarme razones, libros o economistas. Cuando buscan a quien les diga lo que piensan, y no piensan lo que les dicen. ¿Se han dado cuenta de que puesto al revés el arcoiris es una sonrisa?