No tengo evidencias científicas (podría conseguirlas becando investigadores como cualquier farmacéutica) pero quiero defender que agosto es el mejor mes del año. Es casi el año entero. Un día duermes en pelotas y al siguiente acabas jodido de frío en una terraza. No hay mejor resumen de los contrastes de la vida: las mejores fiestas y los exámenes acechando, porque siempre acecha algo para los pesimistas. Creo que me enamoré de la profesión en agosto. Por eso mantengo el espíritu de los becarios en cuanto a minimizar los errores, pensar que pronto voy a buscar algun empleo serio y, sobre todo, no decir que no a una buena fiesta.
Agosto tiene también muchas letras. Quizás hacía tiempo que no leía un libro tan intenso, duro y a la vez sincero como el de Manuel Vilas. El tipo se abre en canal tras enterrar a su padre y su madre. Cuenta además su alcoholismo y su divorcio. No hay adornos, sino sarcasmo y realidad. Describe cómo el divorcio le hizó retroceder, es decir, tuvo que volver a comprar fregona y cepillo de dientes. Y reflexiona sobre cómo al final nuestro único cometido en la vida parece ser no caer en la ruina económica. Mientras esto no ocurre todo lo demás parece salvable. Es uno de esos libros que nunca sabes a quien recomendar porque no quieres joderle. Mentiría si no dijera que es el mejor que he leído este verano.
Vilas se burla del presumible éxito vital (una recepción en palacio real post-ansiolíticos) y sin embargo convierte en brújula pequeñas victorias y derrotas cotidianas con sus padres, como el recuerdo de unas vacaciones cuando era niño. El libro de Vilas es un grito sordo para que dejemos de vivir hacia fuera y miremos simplemente a nuestro corazón, a lo que nos dice, para no escuchar a nuestra conciencia repetirnos lo mismo cuando no sirva ya de nada. Cuento todo esto para que no piensen que reinvindico que deje de haber barcos con inmigrantes varados sólo por moda, lo siento así. Me da vergüenza formar parte de una sociedad y de una Europa que lo permite, como si fuera menos asesino el que deja hacer. No entiendo que hayamos llegado hasta aquí para esto. Hipocresía, miedos y estratégias políticas en lugar de afrontar los grandes problemas de este siglo. Son los contrastes de agosto, quiero pensar.