El pasado septiembre hubiera cumplido 90 años. Víctor Lido Jara Martínez había nacido en 1932 en San Ignacio, una localidad de la región de Ñuble, en el Chile más central, al asomo de las estribaciones de Los Andes y al sur de Santiago, a cuyas cercanías llegaría cuando contaba 12 años de edad.
Víctor fue pilar indiscutible de la nueva canción chilena, donde se fusionaban nuevos músicos con elementos de estudio social; siempre huyó del concepto canción protesta, al considerarlo poco identificativo de su estilo. Su madre Amanda fue quien le mostró el camino de la música. Amanda Martínez cantaba en funerales y otros eventos locales, lo que suponía un soporte para la maltrecha economía familiar. A la edad de 15 años, Víctor Jara perdió a su madre; esa pérdida lo llevó a pasar por un Seminario por poco tiempo; una vez cumplidos los 18 años fue reclutado para el servicio militar; terminada dicha obligación, entró en la Universidad de Santiago donde formaría parte entre otros grupos culturales del coro universitario.
La Universidad abre las puertas del conocimiento a un Víctor Jara que no había dejado de escribir e interpretar tímidamente desde su adolescencia. Allí conoce a profesores y estudiosos que aportan nuevas ideas de pensamiento. En 1961 compone y graba dos villancicos chilenos bajo el título Paloma quiero contarte. En esos sesenta, entra de pleno en el movimiento de reivindicación de la canción chilena donde comparte protagonismo con Violeta e Isabel Parra o Quilapayun entre otros.
La complicidad de Víctor por la música se complementaba por su amor al teatro, del que fue un firme defensor como parte importante de la cultura universal. Fueron años de una fértil singladura de composiciones y de apuestas vanguardistas en el teatro universitario chileno, una actividad que tenía gran número de seguidores en Santiago y que desplazaba representaciones por otras ciudades como Viña del Mar. Víctor Jara desde finales de 1967 y hasta 1970, formó parte del grupo estable de directores del Instituto universitario de Teatro chileno, además de trabajar entre 1964 y 1967 como profesor de interpretación en la universidad.
Es en ese momento cuando sus trabajos musicales se multiplican. En 1967 graba junto a Quilapayun las llamadas Canciones folclóricas de América; años después temas importantes para la historia musical chilena y de habla hispana como Pongo tus manos abiertas, Canto libre o en 1971 El derecho a vivir en paz, una clara crítica a la guerra de Vietnam. En 1969 había grabado Te recuerdo Amanda, tema al que da el nombre de su madre, un poema que narra las precarias condiciones de los obreros y cómo la breve pausa de 5 minutos que esta pareja tiene en el trabajo la aprovechan para verse.
El 11 de septiembre de 1973, un cruento y despiadado golpe militar dirigido por el sanguinario Augusto Pinochet contra el presidente constitucional Salvador Allende, sume a Chile en una de las épocas más negras de su historia y también de la humanidad. Víctor Jara militante del Partido Comunista de Chile es detenido en la Universidad Técnica del Estado por las fuerzas militares, siendo conducido al entonces llamado Estadio Nacional. Lo torturaron durante horas, sembrando su cuerpo de quemaduras de cigarrillo, le rompieron los dedos para que no volviera a tocar la guitarra, la crueldad fue extrema hasta el punto de cortarle la lengua y cada día simular su fusilamiento.
Durante su detención en el estadio escribiría su último poema Somos cinco mil; cinco días después de su detención y tras las torturas relatadas fue asesinado. Te recuerdo Víctor, te recuerdo cada vez que escucho a los salvapatrias, a los que hacen de la política instrumento de codicia sin pudor. Al final se pisaron las calles nuevamente, y regresaron los libros y las canciones que quemaron las manos asesinas, y más temprano que tarde se abrieron las grandes alamedas y ese gran pueblo renació de su ruina.