Tuve el honor de asistir el pasado lunes a la entrega de los Premios Nacionales de Cultura, el escenario la llamada Sala de la Corona de Aragón, antigua iglesia del en otro tiempo, Casa de Misericordia un hospicio notablemente ampliado en tiempos de Carlos III bajo la dirección de Ramón de Pignatelli, de ahí que todos los conozcan como el Edificio Piganatelli que hoy alberga la sede del Gobierno de Aragón.
Quiso el destino que se celebrará acto de importancia cultural cinco días después de que ENDESA, con la inacción del gobierno de Aragón, derribara uno de los elementos más carismáticos del patrimonio industrial de la provincia de Teruel, la chimenea de la térmica de Andorra. Evidentemente los premiados no tienen porque verse afectados por la torpe incompetencia de los responsables políticos del patrimonio histórico, industrial, cultural e histórico de esta tierra donde sigue habiendo polvo, niebla viento y sol.
Cabe señalar que todos los galardonados lo son con gran merecimiento; para mí en especial por razones de profesión el concedido a María Pia Timón, coordinadora del Plan Nacional de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y del Plan Nacional de Arquitectura Tradicional hasta su jubilación, admirable trayectoria y merecidísimo reconocimiento; afortunadamente en España hay grandes especialistas que realizan una labor fundamental para la salvaguarda de nuestro patrimonio, de estas cosas convendría tomar nota en Teruel, visto lo ocurrido con el monumento al Torico.
Cuando uno acude a este tipo de actos, sabe que priman los discursos en este apartado, abrió recorrido Jorge Azcon en su calidad de alcalde de Zaragoza amen de ser candidato entre los candidatos, el alcalde del la capital del Zaragocismo Sistemico recurrió a todos los tópicos del mundo mundial, empezando por Goya y terminando por lo contento que debería estar todo el mundo con todo lo que se hace en su ciudad, pasando eso si por Buñuel y naturalmente Saura; aunque lo mejor de todo fue el lapsus que tuvo el bueno de Azcón a nombrar a Irene Montero, cuando quería referirse a Irene Vallejo; tanta excitación mediática pasa factura.
Le siguió Miquel Iceta, que me parece un tío estupendo, tuve ocasión de hablar con él y sigue siendo un hombre simpático, agradable y receptivo a cuantos apuntes le hagan de índole cultural, no anduvieron finos sus asesores al escribirle que el Piganatelli era un edificio renacentista; como con el alcalde estas cosas pasan y después aceptó con buena cara eso de que hace falta más dinero para la cultura, y sobre todo para que la cultura nos haga mejores y más libres.
¿Qué decir de Lambán? El presidente aragonés hizo tantas referencias a lo de que Aragón es España y a su compromiso con España, que por un momento, varios fuimos lo que temimos que hubiera infiltrados del procés en la Sala de la Corona durante el acto y el ejeano los hubiera detectado. Cerró el acto Felipe IV que conquistó a la audiencia recordando lo duro que para los trabajadores culturales había sido la pandemia, que poco a poco se van recuperando la cifras e incidió que son casi 800.000 las personas que trabajan de alguna manera en la industria cultural que supone una parte importante de la economía española.
Después la oportunidad para departir con premiados y con los reyes, Rozalen es una artista maravillosa, plena de embrujo, de sensibilidad, ilusiona oírle hablar de proyectos, poesía, duende, una maravillosa persona. La reina Leticia me pareció una mujer agradable, por cierto el vestido que lucía era de una elegancia suprema, hablamos de Pertegaz de su genio, de lo importante que es para la historia cultural universal el creador nacido en Olba, una charla con participación del rey, una conversación que fue intensa pese a la brevedad que obliga estos momentos, en resumen que estuvo bien y a partir de eso, a seguir en el empeño de hacer de esta tierra elegancia cultural.